14 de agosto de 2007

Supongamos que... Cali fuera la capital

Buena parte de nuestros males surgieron el día que a Álvaro Gómez le dio por incitar a que los alcaldes fueran elegidos por voto popular. Medida que en Bogotá, y si acaso en Medellín, donde existe opinión pública, puede funcionar.

Por: Diego Martínez Lloreda
Supongamos que... Cali fuera la capital | Foto: Diego Martínez Lloreda


Buena parte de nuestros males surgieron el día que a Álvaro Gómez le dio por incitar a que los alcaldes fueran elegidos por voto popular. Medida que en Bogotá, y si acaso en Medellín, donde existe opinión pública, puede funcionar. Pero que en el resto de los 1.090 municipios del país, donde los caciques políticos son los que ponen los alcaldes, ha restado más de lo que ha sumado. Pero claro, como buen rolo, Gómez creía que Colombia se acaba en Fontibón y no tenía ni idea de lo que ocurría en las ciudades de ‘tierra caliente‘.

En Cali, cuando los alcaldes eran nombrados a dedo, los mejores ciudadanos no tenían problemas en prestarle un servicio temporal a su ciudad, entre otras cosas porque no debían someterse al desgaste ni a la incertidumbre de unas elecciones. Por eso, hombres de la talla de Alfredo Carvajal, Henry Eder, Rodrigo Escobar Navia, Alfredo Domínguez Borrero y Vicente Borrero, por nombrar unos pocos, llegaron a ese cargo. Pero como de eso tan bueno no dan tanto, la propuesta de Gómez caló y por la vía del voto terminó por llegar a la Alcaldía el trío de oro integrado por ‘Musculitos‘ Cobo, John ‘Malo‘ Rodríguez y ‘Polo‘. El del primero fue un gobierno caracterizado por los contratos de dudosa ortografía. En el del segundo reinó la ineptitud y el total desconocimiento del manejo de los asuntos públicos. Y el de Apolinar fue la suma de las ‘virtudes‘ de sus dos antecesores. Una ciudad que es tan ciega como para llevar a un invidente a la Alcaldía no puede ser capital de ninguna parte. Sobre todo cuando lo menos grave de ese ciego es su invidencia.

Pero Cali ha sido superior a sus gobernantes, que por mucho esfuerzo que han hecho no han podido acabarla. Y si de pronto nos equivocamos y elegimos a un buen alcalde, no me cabe duda de que en muy pocos años la Sultana estará en condiciones de asumir la capitalidad del país. Cuando eso suceda, lo primero que haremos los caleños será reemplazar ese himno nacional rococó e ininteligible, que nos legaron Núñez y Sindici, por uno mucho más acorde con el temperamento salsero de nuestra ciudad. Ese trabajo ya lo ha venido adelantando un adelantado a su tiempo como Jairo Varela, el genio creador del grupo Niche, quien en primicia para SoHo accedió a revelarnos el coro del nuevo Himno. ¡Y dice!... : Del puente para allá está Chávez, y del puente para acá, Alvarito, y en debajo de los dos está Correa, está Correa, jodiendo con el glifosato (bis... el coro, no el glifosato). Sin duda, un tema mucho más actual y con mucho más ritmo que nuestro arcaico himno. Que no se ganará el segundo puesto en un concurso de himnos, como dicen que le ocurrió a la obra de Sindici, pero a la fija se gana el campeonato mundial de salsa.

La siguiente medida que tomaremos será reemplazar como ícono religioso nacional al Divino Niño del 20 de Julio por el Milagroso de Buga. Nuestro Milagroso no será tan divino como el Niño, pero sí es mucho más efectivo. Me explico: las rogativas al Divino Niño sirven para ganarse el chance, pero el Milagroso es regio para el Baloto. El Divino Niño es superefectivo contra la gripa mientras el Milagroso es ‘como con la mano‘ para el cáncer. Al Divino Niño le atribuyen varios campeonatos nacionales de fútbol, mientras que lo del Milagroso son la Copa Libertadores y hasta Copas Mundiales. O si no pregúntenle a Salvador Bilardo, quien no inicia su participación en ningún evento, sin antes encomendarse al Milagroso bugueño. Y eso que es Salvador.

El día que Cali sea la capital de Colombia, Dilian Francisca Toro reemplazará a Pilar Castaño como paradigma del buen vestir femenino. Y entonces se volverá el último grito de la moda ponerse unos cucos amarillos al revés, como suele hacer el 31 de diciembre la ex alcaldesa de Guacarí, según confesó ella misma. Será tanta la influencia del estilo ‘Dilian‘ entre las diseñadoras nacionales que Colombiamoda se verá desbancada por la pasarela de Guacarí, como la máxima vitrina de moda del país. Y pedir como regalo de quince años unas tetas nuevas, como se ha vuelto costumbre entre algunas niñas caleñas, será el mayor gesto de buen gusto que pueda tener una adolescente. Cuando los caleños seamos los capitalinos y los rolos ‘la gente bien de tierra fría‘ incorporaremos oficialmente al diccionario de la lengua los aportes que le hemos hecho al castellano, pero que siguen sin salir del clóset, como pancacho (croissant), chuspa (bolsa), guachimán (vigilante), acuscambao (achantado), zumbambico (niño insportable) y cusumbosolo (ermitaño).

Ese día, que ojalá esté cercano, Buenaventura se convertirá en el Melgar de Cali y por fin el resto del país le parará bolas. Como Melgar, El Puerto se llenará de ventas de pollos, de ‘lobas‘ que fingen ser modelos y de moteles. Y construiremos en Juanchaco un campo de golf de 18 hoyos que hará palidecer a los de Peñalisa y El Peñón. Y en el plano gastronómico se cocinarán muchos beneficios. El champús y la lulada se convertirán en las bebidas nacionales, desplazando al espantoso masato y a la nauseabunda chicha. El pandebono reemplazará a la arepa como el imprescindible acompañante del desayuno de los colombianos y el suculento sancocho de ginebra sustituirá como plato nacional a ese espeso potaje cundiboyaco llamado aijaco. Y de postre, el insípido postre de natas será relevado por el inmejorable manjarblanco.

En el plano deportivo, que Cali asuma la capitalidad del país dejará ganancias incalculables. Los equipos de fútbol de la capital, como ocurre en todas partes del mundo, serán los mejores del país y estarán todos los años disputando el campeonato. Siendo Cali la primera ciudad del país, jamás tendrá que soportar una interminable sequía de títulos, como la que ha debido padecer Bogotá debido a los fracasos, también interminables, de Santa Fe y Millonarios.

Los caleños no aspiramos a vivir del resto del país como suelen hacer muchas capitales en el mundo. Nos conformamos con mucho menos. Y para comenzar esperamos que cuando Cali sea la capital de Colombia, las Farc dejen de joder con el despeje de Pradera y Florida y se dediquen a pedir, para negociar el intercambio humanitario, el despeje de Tabio y Tenjo u otras poblaciones que estén ubicadas en las barbas de Bogotá. Solo entonces los rolos entenderán por qué esa idea por aquí no nos hace mucha gracia.

Estoy convencido de que Colombia ganará mucho el día que tenga a Cali por capital. Al fin y al cabo nuestra ciudad es más ‘relajada‘, como dicen los muchachos, más tropical y está más lejos de las estrellas, pero más cerca del resto de los colombianos que la actual capital.