16 de enero de 2013

Contra la arquitectura verde

Por moda, tendencia o esnobismo, la arquitectura a veces toma rumbos inentendibles. Juan Ricardo Rincón escribe contra una de las cosas que más zozobra le causa: la llamada arquitectura verde.

Por: Juan Ricardo Rincón

Vivo la dificultad de ejercer la arquitectura como oficio. Así es, no solo lidio con la falta de seriedad que le merecemos a la sociedad, también trabajo largas horas; parecidas a las que rumbean los de la bolsa. Y aunque sí fui a la universidad, nunca ganaré como ellos. Soporto que mis proyectos le parezcan “sollados” a la gente, incluso dejo pasar el irremediable comentario de “habérmela fumado verde”. He servido de terapeuta ante uno de los traumas del ser: el “yo soy arquitecto frustrado”. Lo que aún no tolero, y cada día me despierta más zozobra, es lo que muchos de mis colegas (y sobretodo sus constructores) describen como “arquitectura verde”.
Partamos de la base que lo de hoy es ser “ecoamigo”. El planeta está en riesgo y nuestra responsabilidad es salvarlo. “¿Acaso qué es lo que les estamos dejando a nuestros hijos?”. Como arquitectos hacemos todo lo contrario, hacemos edificios. Los mismos que consumen el 40 % de la energía que este infeliz planeta produce. No digo que no podamos hacer un esfuerzo por que nuestro impacto sea menor. Bienvenido sea. Pero el hecho de pegarle a su edificio jardines verticales, materas con papiros y linos (ambas especies ajenas a nuestro entorno), o ponerle de nombre tonterías como “Eco-house” o “Kubic verde” no van a salvar el planeta. Por mucho, salvarán la próxima edición de Axxis.
La verdadera arquitectura verde es la montaña. La misma que inundamos con nuestros proyectos, al punto de dejarla gris. De lo contrario, hay pocos referentes de arquitectura genuinamente verde en esta ciudad, si acaso los cajeros de Servibanca o el mismo edificio Segovia en la carrera 11 con calle 86 (créame, lo ha visto). Así, le pregunto a usted, querido colega, ¿le interesa realmente ser sostenible? Trate bien a sus arquitectos, no sea negrero. La cubierta de los edificios es un área comunal, ahí no puede hacer su casa, no sea ratero. Respete los linderos y andenes en sus construcciones y no venda proyectos con cinco plazas de parqueo por apartamento. Esto es sostenible y no hace falta hacer cursillos o estar acreditado por el LEED (Leadership in Energy and Environmental Design) para considerarlo. Para el no arquitecto, el LEED es un certificado que tiene mucho de Nacho, no la tortilla. Y como Nacho nos enseñó a leer, el LEED nos enseña a ser sostenibles. Nos anima a que les pongamos paneles solares a nuestros proyectos. Paneles que solo para aterrizar a 2600 metros más cerca a las estrellas han consumido más energía de la que podrán ahorrar en meses, pero que también, con su propio costo, podrían pavimentar las calles de una manzana en algún barrio popular, y aunque suene tan mamerto como el propio Rogelio Salmona, merece la pena recordar que la pobreza es un detonante innegable del calentamiento global.
No se deje echar cuento: el LEED busca sobre todo acreditar proyectos, proyectos hechos por arquitectos que, si bien conocen de memoria esta cartilla, tienen poca idea de los principios básicos de la eficiencia energética. Es más, construyen la mayoría de sus edificios en ladrillo, indiferentes a que cada metro cuadrado construido en este material es una cuchillada al medio ambiente. Sin embargo, no hay que desconocer que el LEED es una iniciativa de buenas intenciones, comerciales, claro.
Entonces, estimado tronco militante de la lucha verde, lo de salvar el mundo déjelo ir. Relájese, no sea tan ambicioso. Busque otro gancho comercial un poco menos engañoso, algo equivalente al ya pasado de moda “tipo loft”, o suscríbase a Axxis, que ellos siempre están “in” en las últimas tendencias de decoración, o bueno, como ellos le dicen: arquitectura. Y si sigue sufriendo por el medio ambiente vaya y abrace un árbol o, ¿por qué no?, haga un picnic. De lo contrario, limítese a tratar de producir una arquitectura si bien no verde, por lo menos inteligente y de bajo impacto ambiental, una arquitectura que sea acorde con el momento histórico y tecnológico en el que se está operando. Y por favor, sea considerado con quienes compran apartamentos a siete millones el metro cuadrado: ¿no le suena a pega alguien pidiendo una pizza al edificio Bambú?