19 de agosto de 2009

Contra la farándula criolla

Por: Antonio García
| Foto: Antonio García

Siempre he esperado que venga una nueva generación de actrices, actorzuelos, cantantuchos, etcétera, que renueve todo y nos haga entrar en una era de desenfreno dionisíaco y excesos de verdad. Pero nada: tenemos un jet-set al que le falta carácter y no tiene suficiente capacidad de autodestrucción, ni siquiera sabe hacer bien el ridículo. Para empezar, está el asunto de las drogas. ¿Cuáles son nuestros adictos famosos? ¿Ramoncito? ¿Luis Fernando Montoya? Tampoco hay una clínica de reposo como el Centro Betty Ford, donde todo el mundo es de la farándula. Al que se vuelva adicto en Colombia le toca compartir terapia con gente de medio pelo, no con otros cantantes y actores. Además, aquí ninguno ha muerto por sobredosis al estilo River Phoenix o Heath Ledger, promisorias estrellas que se fueron antes de tiempo. Nuestra tele y revistas del corazón están llenas de gente muy medida, que acaso se echa una raya o se fuma un baretico de vez en cuando, pero no hay heroína ni metaanfetaminas, ¿qué les pasa? Como vamos, jamás vamos a ver un Premio TV y Novelas póstumo para alguien bien drogo. Así no puede haber circo para el pueblo: apenas un teatrino patético.

El factor X y las disqueras nacionales prestan poca colaboración, pues en nuestra música todo el mundo es chévere como Carlos Vives, Juanes, Shakira, Fanny Lu. Sería imposible pensar, por ejemplo, que Moisés Angulo se mandara a blanquear, se comprara el parque Jaime Duque y se encerrara ahí a tocar niños. De otro lado, Marbelle, que lleva como sesenta cirugías, no ha alcanzado un nivel de deformación facial importante. ¿Cuándo se le va a empezar a caer la nariz o el pelo? No hay que hacerse muchas ilusiones con ella, qué decepción.

Claro: hay cachos e infidelidades, triángulos amorosos, peleas, pero no hay muertos, ni persecuciones en vivo, ni juicios con detalles mórbidos. Está la sonada historia de la Geithner y Varoni, o lo de Carlos Vives y Claudia Elena, lo de Juanes y Johanna Bahamón, lo de Robinson Díaz y Sara Corrales, pero en medio de eso no hay castraciones tipo Lorena Bobbitt ni crímenes pasionales. ¿Qué pasa? ¿Dónde está nuestro O.J. Simpson, nuestro Phil Spector? Apenas tenemos que conformarnos con Guillermo Gálvez y Marcelo Dos Santos, que les dieron en la jeta a sus respectivas, pero no pegan tan duro como Chris Brown.

Tenemos una farándula muy tibia, muy responsable. La pobre Negra Candela, que intenta hacer su insigne trabajo con profesionalismo, no tiene material sobre el cual exagerar y tergiversar, no le dan pie para que pueda desplegar toda su capacidad de amarillismo. La compadezco: apenas puede echar mano del video de Lully Bossa o inventar algún rumor sobre Don Jediondo. En igual circunstancia se encuentra el Mono de Sweet, que se ve obligado a contar rabietas fuera de cámara o supuestos romances; el pobre no tiene a mano un galán pederasta, ni una protagonista de novela que organice orgías con enanos, ni un psicópata obsesionado con alguna presentadora. Nada de peso. La Elenco, la TV y Novelas y la 15 Minutos, además de los consabidos infundios, deben limitarse a contar quién se hizo un tratamiento odontológico, a quién se le murió el perro, pendejadas así. Tenemos un star-system muy estable, ordenado, poco esquizofrénico, desdeñoso del verdadero escándalo. Apenas por ahí una que otra prepago en un papel secundario, y que aún no ha sido denunciada. Ahora que Carla Giraldo decidió sentar cabeza y se va a casar, ahí sí que apague y vámonos.