1 de agosto de 2013

Humor

Tres consejos sobre la guayola

¿Ha amanecido enguayabado y sintiendo debilidad en todas las partes de su cuerpo menos en una? Pues, no lo mire feo, no lo trate mal, no lo amenace, no le grite. ¿Qué hacer? Preste atención a esta información que lo va a llevar a solucionar ciertos momentos de guayola.

Por: Mauricio Quintero
| Foto: Nathalie Guío, agradecimientos: Juan Carlos García Patiño

CASO 1. CAMA-BAÑO-CAMA
¿Amaneció acompañado, tiene guayola y quiere hacer pipí? Permanezca en la cama y asegúrese de que su compañera esté durmiendo o viendo televisión para no provocarle sustos o burlas. No se acueste boca arriba si no quiere que las cobijas imiten el paisaje de la Sierra Nevada de Santa Marta. Salude amablemente a su compañera de lecho mientras se levanta poco a poco. Una vez salga, agáchese como si estuviera buscando algo en el piso, las pantuflas, un par de zapatos o su dignidad. Si tiene que pasar frente al televisor, camine encorvado y quejándose de un dolor en el tobillo. Diga que en medio de los tragos usted, tal vez, se pegó, sóbese y pase agachado hacia el baño. Cuando corone el baño, no intente hacer pipí de pie si no quiere bautizar la pared, asuma su masculinidad y hágalo sentado. No intente más recorridos. Si tiene mucha sed ahí está el lavamanos. Ignorando la molestia que le producen los rayos solares, convénzalo de calmarse. Cuente lentamente de 10 al 1. El mejor argumento es decirle que quien muestra hambre no come. Y que solo si se calma hasta que regresen a la cama donde ella lo espera, existe la posibilidad de un tercer tiempo.

CASO 2. PISCINA DE NIÑOS
Un pervertido sexual no es bien visto en ninguna parte; por eso trate de meterse siempre en la de adultos. Un empinamiento involuntario puede ocurrir en cualquier momento del guayabo, así que lo mejor es llevar absolutamente todos los accesorios que crea necesitar en la piscina durante una mañana soleada: gafas, toalla, bloqueador y cualquier revista (menos SoHo). Haga cocodrilo: permanezca agarrado de la orilla tomando el sol pegado a una de las paredes de la piscina, con el resto del cuerpo metido entre el agua. Si le da sed, pídale el favor a alguien que no sospeche lo que ocurre, alguien de la tercera edad, para que le haga el domicilio hasta el borde. Evite accidentes, aléjese de los orificios de los muros de la piscina, porque así como hay unos que botan placenteros chorritos de agua, hay otros que chupan. No se ponga tangas narizonas, lo podrían mandar a dormir el resto del viaje, en la casa de los cuidanderos. Si está en la finca de su pareja en plan familiar, no intente nadar boca arriba ni jugar al tiburón, porque su suegra le podría terminar cortando la aleta. Todo lo que sube baja, permanezca horas enteras metido entre esa piscina hasta que aquel órgano y los dedos de sus manos luzcan como una uva pasa.

CASO 3. SALA DE JUNTAS
Un ambiente laboral es lo menos recomendable para pasar cualquier tipo de guayabo. Si tomó entre semana y usted es el que a continuación debe ubicarse frente a un grupo de personas para mostrarles cifras y demás cosas ascendentes, haga preguntas que aplacen unos minutos el momento de su exposición. No arrime la silla hasta quedar pegado completamente a la mesa, los demás van a creer que hay un fantasma debajo tratando de hacer contacto. Tampoco le mire las piernas peludas con medias veladas de la señora de los tintos, recuerde que usted es hombre y cualquier cosa lo puede activar. Si quiere disminuir su tamaño, piense en lo que pudo haberse comprado con la plata que pagó anoche en trago. Si ya no puede aguantar más y también le toca ponerse de pie, riegue el agua o el tinto sobre su pantalón y salga de la sala de juntas agachado, limpiándose, pidiendo excusas y tapándose el puntero con el portátil. ??En cualquier caso, tenga presente que tener resaca y estar rígido no es indecoroso. Al contrario, significa estar preparado, intuitivo, guerrero, vivaracho y juguetón. Aproveche ahora que puede, porque a todos nos va a llegar una época en nuestra vida en la que solo podremos recordar con nostalgia esos bellos momentos en los que hasta en misa uno lo tenía levantado hacia el Señor, y eso sí tiene que dar mucho, mucho guayabo.

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