16 de diciembre de 2005

Diga no a los showers

Por: Javier Uribe

El primer shower que conoce la historia fue en el año cero, un shower de bebé, organizado en Belén, en un establo que, todo sea dicho, no olía nada bien: un poco a vaca, un poco a burro, un poco a heno, un poco a placenta. María y José invitaron, con mucho tino, a tres reyes magos (no iban a invitar a los amigos carpinteros de José). Los reyes despacharon al bebé con incienso, mirra y oro. Con el primer regalo, camuflaron el olor del establo. Con el segundo, un bálsamo, aliviaron el rabito del redentor. Y con el tercero, José le metió una platica al taller de carpintería. Después, hizo un muñeco de nariz muy larga que llamó Pinocho. ah no, perdón, ese fue Geppetto, retiro lo dicho. El caso es que empezaron los showers que, en honor a la verdad, han ido perfeccionándose y, más que eso, han ido especializándose y multiplicándose. Sí, ahora hay shower de todo. Desde el tradicional wedding shower, al shower de bar, de baño, de herramientas, de mesa de noche, de juguetes sexuales, de empleadas del servicio, de bocadillos veleños.
Sí, el shower, entendido en castellano como una lluvia de regalos, es una práctica traída, copiada, adaptada a la fuerza en nuestra cultura; porque los colombianos siempre queremos ser un poco aristócratas ingleses, un poco burgueses gringos y al final, siempre terminamos siendo un poco charros mexicanos. Es el problema de las imitaciones. De la falta de autenticidad. Habría bastado con haberlo nombrado "duchazo de corotos". Qué tal un "te invito a un ‘baño de trebejos‘". O, por qué no, haberle salido al paso con un "chaparrón de oxequios". Algo nuestro, tricolor, criollo, lobo.
La figura del shower, en un país donde el 70 por ciento de la población es pobre, parece un mal chiste. ¿O alguien acá se imagina que existieran showers en la clase baja? Primero, el gran shower se convertiría en el anglicismo chagüer. Sí, el "sh" del inglés, el colombiano promedio lo vuelve "ch". Por la influencia de Chespirito. Como pasó con la palabra shampoo, que se volvió un champú. Ahora supóngase un chagüer en las zonas pobres ¿cómo sería? Chagüer de productos de la canasta familiar. Chagüer de artículos de primera necesidad. Chagüer de subsidio de transporte. Chagüer de ropita vieja. Imagínese en La Guajira un chagüer de chivitos. O de chirrinchi. O unos mafiosos organizando el chagüer de burbujas blindadas y engalladas.
El shower debe desaparecer; además, tiene muchos riesgos. Cuando se trata del matrimonio de un amigo, o del shower del bebé de un amigo, o de un shower de baño del baño de un amigo, siempre uno llega con el mejor regalo. Con el que se merece el amigo. No repara uno en costos. Y siempre pasa lo mismo: en la liquidación de la sociedad conyugal del proceso de divorcio, la mujer siempre se queda con él. Sí, le dejan el carro pero se quedan con el regalo de shower que uno dio, y con el samovar y la raclett que le dieron entre 45 amigas tacañas de la universidad. Y, además, la mujer y su abogado se quedan con los regalos que uno dio en el shower de bebé, y al amigo de uno le toca quedarse con el bebé.
Yo no me he casado, no he tenido hijos, tengo una partida en cuentas por cobrar por más 60 showers de toda índole, es un activo que no estoy dispuesto a perder, he considerado tener un hijo sólo para recuperar esa platica; después, no sé, entrego al niño al Bienestar Familiar, pero que me paguen lo que me deben. ¡Ladrones! ¡Pícaros! Y a partir de ese momento, que se acabe ese mal negocio, ese pacto de permanencia en la clase social, que cada uno haga su vida como pueda, con trabajo, con su propio gusto, que cada uno haga eso, sí, para que no sigan despachado a la gente en los showers con pandeyucas y chocolate con queso, o con esas quiche del demonio que nadie sabe preparar. Eso sí, sólo les pido dos cosas, no hagan eso de traerme el mismo regalo que les di dos o tres showers atrás, ni me lleguen con mirra para el rabito.