7 de marzo de 2008

Uribe y los "Superamigos"

Por: Andrés Restrepo
| Foto: Andrés Restrepo

La primera dificultad cuando Álvaro Uribe se convirtió en miembro del Salón de la Justicia fue la escogencia de su atuendo oficial de superhéroe. Robin, que pese a su capa amarilla recortada y sus zapatillas de duende, era el encargado del diseño de los trajes de los nuevos miembros del grupo, tenía preparadas propuestas que iban desde capas color fucsia y antifaces con plumas hasta botas de tacón y vestidos forrados de cuero negro. Sobra decir que el nuevo superhéroe se negó a probarse siquiera las propuestas de vanguardia del "joven entenado" e insistió en que con carriel terciado y poncho de cuadritos al hombro nadie lo iba a reconocer. Robin llegó incluso a proponer como traje oficial del nuevo paladín de la justicia el esmoquin que alguna vez lució en uno de sus viajes a Europa, pero todo fue en vano.

Los primeros días fueron una luna de miel para todos los superhéroes. Uribe se le midió a la trotada mañanera con Flash a la cual el resto de superamigos le sacaba el cuerpo, logró que Supermán accediera a que pusieran ascensor hasta el quinto piso del Salón de la Justicia y realizó un Superconsejo Comunal en el cual convenció al grupo de que le dieran baño privado a la Mujer Maravilla. La decisión del ascensor fue aplaudida por la mayoría, en su condición de superhéroes no voladores. La del baño privado para la Mujer Maravilla, por el contrario, recibió algunas críticas lideradas por Aquamán, quien buscaba cualquier pretexto para acercarse a la única mujer del grupo. Todos recordamos que la Mujer Maravilla siempre debía cargar en su avión invisible con Aquamán, aunque en el parqueadero del Salón de la Justicia estuviera acumulando polvo el Batimóvil.

Una mañana en que revisaba la megapantalla que presidía el Salón de la Justicia con la idea de mandar instalar una en el Ubérrimo para "dejar la viajadera", llegó un llamado desesperado de un policía que denunciaba que Lex Luthor y el Capitán Frío se habían tomado unos tragos, que estaban amenazando con destruir el mundo con unos misiles teledirigidos y, lo peor de todo, diciéndoles pesadeces a las mujeres que pasaban por el lugar. En una criticable muestra de discriminación racial hacia la población no anglosajona, Álvaro Uribe y el Jefe Apache fueron encargados de resolver la situación por el resto de superamigos.

Sin embargo, cuando la población angustiada (por los comentarios machistas especialmente) esperaba una lucha fenomenal entre los representantes de la Legión del Mal y los dos superamigos, Álvaro Uribe llegó, organizó diez sillas, tres mesas, pidió un micrófono, sentó al Jefe Apache entre un ministro y un gerente de instituto descentralizado y empezó a prometer kilómetros de carreteras y a repartir subsidios al que se moviera. Cuando Lex Luthor, aburrido de tres horas y media de escuchar la revisión minuciosa de las cifras de familias guardabosques y corresponsales no bancarios, pidió seriedad para su amenaza de destruir el mundo, Uribe realizó un movimiento inesperado: a falta de ministros empezó a llamar por teléfono y en vivo y en directo a los otros superamigos.

—Señor Supermán, habla Álvaro Uribe. ¿Cuántos misiles aire-aire AAM R-73 podemos prometerles a los amigos Luthor y Acertijo para mañana?

Supermán, recién despertado y asustado porque había metido contrabandeada a Luisa Lane al Salón de la Justicia la noche anterior, solo atinó a decir:

—Estamos mirando eso, señor Presidente.

—Pues háblese con el presidente del Banco Agrario para un crédito blando para estos compatriotas y con los Gemelos Fantásticos y el mico para que lo acompañen a traer eso mañana mismo, a esta gente linda de la patria.

La indignación de los superamigos tradicionales ante esta falta de respeto se incrementó cuando se enteraron de que para terminar de solucionar el conflicto, Uribe había nombrado a Lex Luthor como embajador en Washington y al Capitán Frío en Sudáfrica. En medio de las críticas de la comunidad internacional y de la ONU ante este despropósito, se destacó la nota de agradecimiento del gobierno sudafricano que afirmaba que con este nombramiento había una mejoría sensible respecto a los embajadores anteriores.

En medio de la tensión reinante en el Salón de la Justicia, Uribe convocó a una reunión general en la cual José Obdulio Gaviria despejaría todas las dudas sobre su proceder como superhéroe. José Obdulio procedió a explicar, con ese tonito de suficiencia que tanto desespera a los superhéroes  (y a los que no lo somos, digámonos la verdad), que antes de la llegada de Álvaro Uribe al Salón de la Justicia los superamigos estaban al borde de la desaparición, que aunque no lo supieran en realidad ellos eran superhéroes exitosos gracias a la aplicación de la doctrina uribista y, sobre todo, que su futuro dependía de que dejaran hacer al nuevo superhéroe lo que le viniera en gana.

Batman, que a pesar de vivir en una cueva pudiendo vivir en una mansión, seguía contando con sentido común, se dispuso a sacar a José Obdulio cargado del saco, cuando Uribe se le enfrentó, dedito en alto y gafas empañadas, al grito de:

—Te doy en la cara, ¡marica!

A partir de ahí todo fue una revolución: Batman perseguía a Uribe por todo el lugar mientras este recitaba poemas de Gonzalo Arango, en un rincón Robin repetía entre lágrimas "le he dicho mil veces que no me gusta cuando se pone violento", los Gemelos Fantásticos se convirtieron en águila y cubeta de hielo sin que nadie entendiera para qué, José Obdulio denunciaba a grito herido que Supermán era un periodista infiltrado de Ancol y que albergaba dudas de que Linterna Verde era en realidad Ramiro Bejarano, y Aquamán le decía a la Mujer Maravilla que conocía un lugarcito discreto en la Primero de Mayo.

A los quince minutos apareció en el lugar Alicia Arango con dos tarrados de gotas para el estrés y Juan Manuel Santos rodeado de periodistas alegando tener pruebas de que el Hombre Halcón era amigo de las Farc. La llegada de sus asesores más cercanos tranquilizó a Uribe, quien dijo que semejante pelotera le recordaba las reuniones del Partido de la U, pero que seguía decidido en convencer a los superhéroes de su carácter indispensable para la supervivencia del Salón de la Justicia.

—Mirá, hombre, Batman, hombre murciélago: vos, que cuando sos Bruno Díaz sos empresario, sabés que si les dejamos el futuro de la patria a otras personas se nos viene es la hecatombe. No le hagás caso al Supermán ese que es periodista, caja de resonancia de las ONG. Va a tocar que lo contrate RCN pa‘alinearlo.

A estas alturas la mayoría de superhéroes, cansados y con ganas de irse a tomar algo por ahí (ellos salen mucho juntos porque son superamigos), solo querían devolverle a Uribe los caballos que había traído de la finca y cerrar el tema. Para variar, al Jefe Apache le tocó cepillar, arreglar, ensillar y traer los caballos con que había llegado Uribe el primer día, Flash le bajó como un tiro las maletas y la Mujer Maravilla le dio su pico de despedida. Todo parecía haber terminado bien, pero cuando salían camino al restaurante, Supermán se llevó a las manos a la cara: "Carajo, se me olvidaba: mañana viene Chávez". ?