14 de noviembre de 2007

Al agua, patos

Puede que Bogotá no tenga mar, pero sí tiene su Complejo Acuático, una obra arquitectónica que usted tiene que aprovechar. Buceando, nadando o descansando, dese el lujo de conocer un lugar único en su especie.

La piscina, como todo lo que hoy nos complace en la vida, ha tenido una historia ascendente. De la pila bautismal, la termal o el mismo pozo acuático, hemos llegado al punto de llamar piscina a una amena pila de agua pura y caliente cuya infraestructura está destinada a complacer los intereses de cada quien. La relajación, el waterpolo, los clavados e incluso la fiesta exigen su propio estilo de estanque. El concepto se ha diversificado tanto, que tipos de piscina hay para todos los gustos.

Por eso, el Instituto Distrital de Recreación y Deporte se inventó una de las joyas más finas de Latinoamérica en esta materia. Se trata del Complejo Acuático Simón Bolívar, un edificio en el aire —literalmente— que cuenta con una piscina olímpica, otra semiolímpica, una para niños, un sauna, un turco y una cafetería.

Además de su inmensa infraestructura, este sitio le da la posibilidad de no salir de la ciudad para aprender a bucear. Pregunte por la piscina de clavados con cinco metros de profundidad disponible para que usted, cansado del caos urbano, se desconecte mientras aprende a bucear. No piense dos veces, entonces, esta posibilidad de mojarse con estilo.