12 de octubre de 2011
Televisión
Breaking Bad
Una extraña serie con un profesor de colegio que sufre cáncer haciendo lo posible por asegurarle el futuro a su familia.
Breaking Bad: Un día, cuando usted menos se lo espere, vendrá un amigo en el que confía a decirle: “Tiene que verse Breaking Bad”. Al principio le sonará muy extraño: la historia de un profesor de química de bachillerato que, cuando se entera de que sufre de cáncer de pulmón, se empeña en asegurarle el futuro a su familia metiéndose a fondo en la producción de metanfetamina. Después, cuando se acostumbre a su humor incómodo, la actuación descarnada de Bryan Cranston, su estética de gran película, sus inesperadas estrategias narrativas y su trama de larga pesadilla (y lo hará, se acostumbrará, al final del primer capítulo), no podrá dejar de verla. Y buscará a un amigo para entregarle aquella frase: “Tiene que verse Breaking Bad”. Ha durado cuatro temporadas cortas: temporadas de nueve a trece episodios. Queda una nada más. Está a tiempo de ponerse al tanto en el mundo tragicómico —mitad sórdido, mitad familiar— del profesor Walter White. Y de llegar con él hasta ese final que anunció desde la primera escena. The Hollywood Reporter la llamó “uno de los mejores dramas en la historia de la televisión”. Usted dirá lo mismo.