12 de octubre de 2011

Indirecta

Lo que nunca entendí de la capoeira

No estoy en contra de las artes marciales, ni mucho menos de los bailes. Para ambas soy pésimo, aunque aclaro que no me molesta ver gente practicando karate, ni parejas bailando salsa. Mis reparos es cuando se juntan las dos cosas.

Por: Camilo Jaramillo S.

No estoy en contra de las artes marciales, ni mucho menos de los bailes. Para ambas soy pésimo, aunque aclaro que no me molesta ver gente practicando karate, ni parejas bailando salsa. Mis reparos es cuando se juntan las dos cosas.

 Se supone que, entre los siglos XIV y XVI, un grupo de esclavos tuvo la brillante idea de crear este baile/arte marcial/deporte, para simular una lucha contra sus dueños. Hasta ahí me parece bien. Estoy de acuerdo con esa clase de protesta simbólica aunque fundamental. Pero resulta algo grotesco que, ya sin ese contexto, subsista esta especie de deporte bailable, esta suerte de lucha increíble que consiste en no tocar al rival. Para que lo entiendan lo diré así: bailan y pelean, y además gana el que no toque al contrincante. Pues, para eso, que se limiten a discutir verbalmente, ¿no? A ventilar amablemente sus diferencias.
A veces se me viene la visión de que practico capoiera y que camino por un callejón de la Caracas. Dos atracadores aparecen repentinamente, armados con cuchillos. A mi cabeza acude, entonces, lo que he aprendido en años de práctica. Pido que alguien me haga un ritmo. Que alguno de los atracadores toque una pandereta —un pandeiro, un reco-reco, un agogô, que así se llaman los instrumentos de la capoeira— para que sea capaz de reaccionar. 
—Toquen algo más movido, que estoy que me peleo —los animo. Empiezo a hacer la guinga, el movimiento fundamental de esta disciplina, seguido de grandes amagues al mejor ritmo, hasta que los atracadores aplaudan y me feliciten y se vayan callejón abajo a conseguir otras víctimas. En una misma cuadra de la séptima conté más de tres academias de capoeira. En el Parque El Virrey se reúnen grupos multitudinarios a practicar capoeira. No quiero ofender a nadie, pero los invito a que bailen o peleen. Hacer las dos cosas a la vez es algo inútil. La pareja de baile puede terminar espantada; los atracadores, con ataque de risa.

Contenido Relacionado

Indirecta

El crítico de The Guardian reseña EL Paseo 4

La última película de Dago García batió todos los récords y se convirtió en la cinta más vista en la historia del cine n...

Indirecta

Por qué no le hago fuerza a la Selección Colombia

Qué motiva a un escritor colombiano a no apoyar a la selección de su país, y por qué un ‘enfermo’ por el fútbol —autor d...

Indirecta

¿Por qué Alicia Machado es la enemiga número uno de Donald Trump?

La ex Miss Universo venezolana está en el centro de la campaña presidencial estadounidense. Ella acusa al candidato repu...

Indirecta

El primer beso lésbico de la televisión colombiana

Hace casi 30 años, Amparo Grisales y Margarita Rosa de Francisco protagonizaron, en Los pecados de Inés de Hinojosa, las...

Indirecta

La terrible crisis de Venezuela en cinco postales

El periodista colombiano Daniel Pardo describe la realidad del país vecino por medio de cinco episodios de los que ha si...

Indirecta

¿Qué quieren las mujeres de nosotros?

Antes que saber quién creó el universo o qué pasa después de la muerte, hay un misterio aún más grande y es saber qué qu...

Indirecta

Elogio de la mujer estúpida

¿Por qué muchos hombres se dejan llevar por los encantos de mujeres que son todo menos brillantes? Mejor que se lo expli...

Indirecta

Las confesiones sexuales que pueden tumbar a Hillary Clinton

La candidata demócrata teme que Trump saque a la luz los detalles eróticos de la relación de su marido con Monica Lewins...