31 de enero de 2013
Opinión
El matrimonio del año
Tú y yo, Linda Palma, no podríamos estar más enamorados: yo de ti, y tú de tu novio. Pero muchas historias de amor comienzan así y terminan en el altar o en la notaría. Después, en los juzgados, pero no quiero adelantarme.
Por: Javier Uribe @elnegrouribeYo, Linda, soy un colombiano de a pie, de esos encuestados que dejan al país como el más optimista del mundo, según la Red Mundial WIN-Gallup. Así que mientras el tiempo nos junta, sigo, optimista, pensando en nuestras nupcias.
Confieso que imaginé nuestra ceremonia con una fiesta de coleo con tus primos en el Rancho Jr. y una recepción sencilla pero elegante en Agüapanelas. Pero después de ver el matrimonio de Manolo Cardona y Valeria Santos, el de Julieta Piñeres y el de Maurizio Mancini, me pareció que no podemos pecar de modestos. Como celebridades, lo mínimo sería, Linda, que hagamos un esfuerzo económico y nos pongamos a su altura.
Claro, desde nuestras posibilidades. Al fin y al cabo tú apenas comienzas tu carrera y yo como columnista gano menos del salario mínimo permitido. Así que el evento no será en medio del escenario del Teatro Heredia de Cartagena, como el de Manolo y Valeria, con los más amigos en palco y los menos amigos en gallinero. Pero, si nos damos mañas con los contactos militares de tu papá, no tendríamos nada que envidiarles organizando en el Teatro Patria, en el Cantón Norte, nuestra ceremonia con posterior recepción en el casino de suboficiales.
Claro, si queremos que tu familia de Villabo venga —que no es poca, o mejor, que son gentío—, estaríamos hablando ya de la Media Torta o del Palacio de los Deportes. Cabrían en una isla, pero sería coincidir con el mismo gusto exquisito de la boda de Mancini. Y de alias Fritanga.
En nuestro caso sería mucho pedir. Si bien los Uribe hemos puesto dos presidentes de la república, los Palma todavía no. Eso tiene un costo. Pero, faltos de un Julito o un Pachito, seguro, nos acompañará, aunque de esmoquin blanco, un Édgar Artunduaga. Y de tufo y sin regalo, un Heriberto Fiorillo. Peor es nada. Del séptimo arte no atenderá la cita el director de cine Andy Baiz; le parecerá mañé venir, porque, querámoslo o no, tú, Linda, vienes de provincia. Pero asistirá gustoso, por ser gratis, un Harold Trompetero. Algo es algo.
De la farándula se excusarán de asistir Diego Cadavid y Carolina Guerra, Juan Pablo Raba y Mónica Fonseca, pero muy temprano harán su aparición Tatán y Maleja. Debemos acogerlos. Como pajecito había pensado en el hijo de Clara Rojas, pero parece que toca pagar o es violatorio de sus derechos. Mejor no.
Como testigos, para que el periodismo nacional se bote de bruces a la carroña, convocamos a los testigos del caso Colmenares. Manolo y Valeria se unieron mediante un rito maya, eso podemos hacerlo. Pero ajustado a nuestro bolsillo será un ritual emberá katío aprovechando que sus miembros ahora deambulan por las calles de la Bogotá Humana.
Para la cena había pensado en algo del gusto de todos: el arroz chino. Pero si les prohibimos hacer sombreros vueltiaos, lo mínimo sería que los chinos nos prohibieran preparar arroz chino. Y que nos prohibieran usar la imprenta y la brújula. Así que, humildes, ofreceremos de cena el salmón del pobre: la trucha. Con sus respectivas papitas al vapor y cilantro.