16 de noviembre de 2004

El santo Job

Hay vida y sabor después de la fusión, y restaurantes que, al margen de la moda, ofrecen cartas cortas, sabores concretos y buena comida. De eso se trata el asunto en Job: de comer bien.

Llega su prima de Milán, una mamacita que no tiene complejos, a pesar de ser muy glamurosa. Se conoce todos los rincones del mundo y se pone lo que está de moda en Europa sin importarle que las locales la miren con cara de "esta qué se cree". No viene hace casi un año y le dijo por mail que ojalá esta vez sí le demuestre que Bogotá no sigue siendo el mismo pueblo que abandonó hace ocho años. Para ella lo de la fusión ya está mandado a recoger. Hay que encontrar un sitio para llevarla a comer y que quede impresionada. Algo de lo que nadie le haya hablado. Que respete: esto también es una metrópoli. La última vez que vino no hizo más que hablar de las emulsiones de Adriá en El Bulli y quiso darle cátedra sobre lo importante que es que un chef experimente, no para encontrar lo más rebuscado, sino para imprimirle parte de su personalidad a la comida.
Si la junta con Job, el chef del restaurante que lleva su nombre, posiblemente logre su acometido. Ni su prima ni Job se dejan meter los dedos en la boca con cualquier improvisación. Job estudió en el Sena y luego viajó a China, donde cocinó durante un año. También pasó por Alemania, Suiza y Argentina. Trabajó para el hotel Hacienda Royal, La Tienda de Usaquén y el Fish Market La Fragata. Ahora se metió de lleno en su propio proyecto, el restaurante que siempre se imaginó: cerca, pero no revuelto con la movida; con un diseño absolutamente minimalista en el que predominan el blanco y el negro; con una carta corta pero completa, que tiene además sugerencias de vinos para acompañar cada plato; y con recetas de su autoría nada más, incluidos los postres. Lo de Job son platos con pocos sabores, pero muy definidos. Carnes que saben a carne y pescados que saben a pescado. Nada pesado ni lleno de salsas complicadas como las francesas (odia la comida francesa tradicional). Comida con temperamento, pero clara. Job puede ser el perfecto cómplice para que su prima le conteste: primo hermano, me le encaramo.
JOB, COCINA DE AUTOR
Cra. 11 # 93A-82
Tels: 610 4204 - 610 4184
Abierto de lunes a sábado de 12 m. a 11 p.m.
Entrada sugerida: carpaccio de búfalo con crema de wasabi y jengibre glacé $13.500
Plato fuerte sugerido: langostinos al curry rojo $29.000. Conejo estofado $27.000
Entradas de $7.000 a $18.000
Platos fuertes de $17.000 a $39.000


Espabílate, amor
Comer en un museo era algo que creíamos estaba prohibido. Nada de eso, está permitido y con todas las veras. Cerca al jardín del Museo Nacional está Sala 18, la más apetitosa de todas.

Todo el mundo le dice que es simple, que qué le ve. Pero a usted le gusta y, aunque posiblemente no vuelvan a verse y se le pase el arrebato, la quiere invitar a almorzar. Que sí, que se vean por ahí cerquita de su oficina, en el centro internacional. Se encuentran. Que dónde quiere almorzar. Que donde sea. Que qué le gusta. Que todo. Justo cuando usted está empezando a perder la paciencia y hasta el apetito, se acuerda de que abrieron un nuevo restaurante en el Museo Nacional y la compañía ya ni le interesa. La coge de la mano como si fuera una niña para que pase la calle y se interna al fondo de esa gran construcción de piedra para llegar hasta el jardín, donde aún permanece esa especie de acuario cuadrado que diseñaron Leonardo Álvarez y Ricardo Cruz para el primer restaurante que hubo.
Ahora el turno es para Sala 18, una propuesta de Zuleima Pajares, la hija del dueño y chef del reconocido y tradicional Pajares Salinas, en donde ni su papá, que es tan cansón con la comida, se ha quejado ni una vez. Para esta administradora de empresas, especializada en gestión hotelera y cocina, el ideal de cocina es volver a lo básico. Por supuesto que está influenciada por la sazón española de su padre, que fue su socio en la convocatoria que hizo el Museo para escoger el mejor restaurante entre seis propuestas. Pero su formación como chef en Suiza y su experiencia en hoteles también la han inclinado por la cocina internacional. La carta tiene platos tan españoles como tortilla y estofado, y el menú del día generalmente es paella, callos a la madrileña y cosas de ese estilo. Usted se pide los callos, a su acompañante insípida ni le pregunte, que pida lo que quiera, que para eso en la carta de Sala 18 hay cremas tradicionales de tomate y ahuyama, o ensaladas. Lo bueno, además es que el servicio es eficiente, así que no va a tener que sufrir mucho tiempo más tratando de hacerle tomar una posición, aunque sea en gustos musicales, a esta vieja que nada la espabila.

SALA 18
Entrada sugerida: brusquettas de salmón ahumado $6.000
Plato fuerte: estofado de ternera con champiñones y alcachofas $26.000
Entradas: de $6.000 a $8.000
Platos fuertes: de $12.000 a $18.000
Museo Nacional,
Cra. 7a entre calles 28 y 29
Tels.: 282 3996 / 71