11 de mayo de 2005

El todoterreno más poderoso

En vitrina de concesionario, en Bogotá, usted puede comprar la versión calle, modelo 2005, del Hummer, el 4x4 que envía un mensaje bien primario: no solo soy más rico, soy más fuerte que tú.

¿Qué es un camello? Es un caballo diseñado por un comité.
Este viejo chiste se podría aplicar al Hummer o Humvee o High Mobility Multi-Purpose Wheeled Vehicle (HMMWV), por sus siglas en inglés: ese todoterreno con cara de malas pulgas, diseñado a partir de especificaciones formuladas por el Ejército norteamericano para la época de la guerra del Golfo de Bush papá, hace ya quince años.
No se trata, pues de un vehículo nuevo, pero sí de un carro muy atractivo para cierto público. Su publicidad lo autoproclama como "el 4x4 más poderoso del mundo". Actualmente, el Hummer civil o H2 lo fabrica la General Motors, y por $330 millones usted puede hacerse a un modelo 2005 en versión de calle, comprado en una vitrina bogotana del concesionario General Motors. O por $270 millones (regateables), puede conseguir un segundazo diplomático, con unas 15 mil millas en el odómetro. Claro, si tiene con qué mover esta mole de dos toneladas y media, que consume un galón de combustible extra por cada 15 kilómetros y ocupa 2,5 por 6 metros de calle bogotana.
Cuando hacia 1993 salió al mercado la versión "civilizada" del Hummer en los Estados Unidos, llamada el H2, algunas revistas, como el New York Times Magazine, se preguntaron qué razones culturales movían a un comprador de gama alta a pasear un automóvil tan estrambótico por los centros comerciales y no por la selva. Envían un mensaje primario: no solo soy más rico, soy más fuerte que tú. El Hummer, el más grande de los SUV (Suburbian Utility Vehicle, o camioneta 4x4), es un ropaje del poder: sirve para imbuirse del poder militar que invadió el Golfo.
Hace cincuenta años sucedió lo mismo con el nacimiento del vehículo militar GP (General Purpose), mejor conocido como jeep por la adaptación fonética de sus iniciales, y cuyo equivalente alemán fue el olvidado kügelwagen. Luego de su conocido éxito, la desaparecida American Motors ofreció al público la versión CJ (Civilian Jeep). Agrandado y sobrediseñado, tuvo vida comercial hasta los años 80.
Poco antes de la Guerra del Golfo, el Ejército norteamericano convocó a la industria a una licitación similar a la de los 40 para obtener un nuevo vehículo de guerra. La ganó el diseño del actual Humvee (nombre de la versión militar, o H1), a partir de especificaciones del Ejército para circular por desiertos y terrenos pedregosos. En efecto, la capacidad del Humvee para deformar su suspensión adaptándola al terreno lo hace parecer una araña con ruedas: puede escalar rocas como una moto de trial. Su cabina es anchísima y eso le da versatilidad para convertirse en carro de combate ligero instalándole distintas clases de armamento, desde lanzacohetes hasta ametralladoras pesadas. Aunque hay quien lo usa para cargar las bolsas del mercado.
¿Cómo sería la experiencia de conducir un Hummer (nombre civil del Humvee) en Bogotá? Luego de una ardua labor de reportería, concluimos: no muy amena. Hay unos cuatro Hummers en servicio particular en Bogotá, blindados y matriculados en el servicio diplomático, sin contar con unos pocos que tiene el Ejército (claro, a $140 mil dólares la pieza en versión militar, precio FOB en los Estados Unidos, hay que pensarlo...), y uno rojo, que ha acompañado a los bomberos de la Estación de Chapinero en numerosas incursiones contra incendios forestales. Dicen que un famoso beisbolista colombiano de grandes ligas tiene uno blanco en Cartagena.
El Hummer apenas puede cruzar en noventa grados por una calle de barrio: tiene el ancho de una volqueta, y casi su altura. Las llantitas de 17 x 235 pulgadas se tragan los huecos, los andenes, los bolardos... todos los errores de conducción generados por el tamaño. La dirección hidráulica y el elegante timón parcialmente enchapado en madera facilitan la cosa, pero la experiencia no es muy agradable, sobre todo, porque los extremos del vehículo no son muy visibles: habría que tener la experiencia de un conductor de tractomula. La visibilidad hacia atrás no es la mejor, porque la masiva llanta de repuesto se traga el 30 por ciento del compartimento de carga, que no es más grande que el de una Chevy Blazer actual. El otro 70 por ciento está ocupado por una tercera banca plegable para una sola persona, o sea que el espacio de carga no es su mejor cualidad. La palanca de cambios copia el acelerador de un avión. Los controles de tracción del 4x4 permanente y todos sus "gallos" están situados en donde habitualmente encontraríamos los botones del radio, lo cual podría mover a confusión si hubiera radio.
Pero el Hummer no tiene radio sino un aparato de navegación satelital conectado permanentemente a un servicio de General Motors llamado On Star, una de cuyas funciones es reproducir música. También con el On Star se pueden pedir boletas de teatro, orientarse en medio del desierto, hacer reservas de hotel o llamar por celular desde afuera del carro, para que nos quiten vía satélite el bloqueo central en el frecuente caso de haber olvidado la llave electrónica dentro del carro.
El tamaño y la pesadez del Hummer lo hacen un vehículo poco práctico en el trópico. Sus enormes llantas pueden cavar su propia tumba en un terreno pantanoso como el de nuestras selvas, donde camperos más livianos y ciertamente más racionales, como los de Suzuki, pueden salir airosos gracias a su liviandad. El poder del motor no lo es todo. El Hummer civilizado tiene un V8 llamado por la General Motors Vortec, de 5,5 litros de capacidad y que genera a nivel del mar unos 300 caballos. El Hummer militar, como el que tienen los bomberos bogotanos, genera un poco más de caballaje con un motor Diesel de siete litros turbocargado.
Al enfrentarse en el Hummer a un cardumen de busetas en la carrera once de Bogotá, esas consideraciones quedan atrás. Al paso del Hummer entre el lento tráfico, los cuellos se tuercen para no perderlo de vista y los buses se apartan. Estamos completamente aislados del exterior por los doce parlantes Bosé, por los soberbios asientos de cuero de doce posiciones entre ajustes lumbares y de altura... hasta por el termómetro y la brújula, situados en el espejo exterior izquierdo y conectados al retrovisor, en donde hay una constante danza de numeritos.
Ahora, si usted por casualidad ve un Hummer azul claro en Bogotá o en Toronto quiere decir que es experimental y se mueve por combustión de hidrógeno. La General Motors está experimentando con otras fuentes energéticas. Pero como no cambiaron el motor, el goloso Vortec V8, los cinco kilogramos de hidrógeno que le caben al Hummer apenas le alcanzan para 60 kilómetros.
Hay quien dice que el efecto invernadero se va a detener por agotamiento del petróleo. Los optimistas creen que en cincuenta años; los pesimistas, en quince. Se ha proyectado también el consumo extra que causan los monstruosos motores de las SUV en el mundo: si no las utilizáramos más, la expectativa de agotamiento del petróleo se alargaría unos diez años. Los ambientalistas, esos mismos que luchan en pro del uso generalizado del biodiesel o combustible orgánico, acusan a las camionetas SUV, y con ellas al Hummer, de arrojar a la atmósfera 300 gramos de monóxido de carbono por kilómetro recorrido: unas 12 toneladas por vehículo-año.
Un montón de hollín para mover unas pocas personas, ¿verdad?