10 de enero de 2007

en libros

Por: Luis Fernando Afanador
| Foto: Luis Fernando Afanador

Ángela Becerra se precia de haber sido la inventora del "idealismo mágico" y del "dualismo impúdico". Me atrevo, modestamente, a disentir: en realidad ella es la gran inventora de "trascendentalismo cursi".

No soy propiamente un "becerrólogo" autorizado pero considero que en Lo que le falta al tiempo, su última novela, el "trascendentalismo cursi" ha llegado a su máxima expresión. Allí no solo se puede leer sino también se puede ver: viene con fotos. Como la trama de la novela ocurre en París, en las primeras páginas de la novela hay, como lo habrás imaginado, inteligente lector, ¡una foto de Ángela Becerra en París! Ángela Becerra en Shakespeare and Company; Ángela Becerra en el Pont Neuf; Ángela Becerra muy seria y descalza —la simbología no es gratuita: lo sabremos a su debido tiempo— leyendo en una calle adoquinada y, lo mejor de lo mejor: Ángela Becerra sonriente y detrás de ella nada menos que el Arco del Triunfo.

Como fácilmente se infiere de esas imágenes, el "trascendentalismo cursi" es una cursilería que aspira a tener un estatus intelectual sin dejar de ser cursilería. Almodóvar es cursi pero se burla de lo cursi: lo transforma. Ángela Becerra quiere ser tomada en serio, quiere ser considerada una escritora importante, pero no abandona su cursilería, ni la cuestiona: es una cursi solemne; más seria que un cuadro de Guayasamín. Además, bastante anacrónica: ¿hace cuánto que Paris dejó de ser el centro de la cultura?

Pasemos a la historia y las palabras que en nada desentonan: aquí la cursilería es parejita, nunca decae. Mazarine, una joven estudiante de pintura que vive sola en el Barrio Latino —o sea: una pobre huerfanita— quiere recibir clases de Cádiz, "un genio de la pintura" del que no queda claro por qué es un genio. Aunque es mejor no averiguarlo, porque se corre el riesgo de que nos manoseen la psiquis: "Sus cuadros eran un grito de provocación distante y a la vez intimidatorio. Parecía deleitarse manoseando la psiquis del observador hasta extraerle los deseos más escondidos". Pero hay más: el supuesto genio de la pintura no sabe pintar pies —ese es su secreto talón de Aquiles— y, adivinen, ¿quién le va a enseñar

, ¿quién pasará de alumna a profesora por obra y gracia de la dialéctica del "dualismo impúdico"? Mazarine y Cádiz no solo se flechan: terminarán pintando a cuatro manos en un rapto de éxtasis y delirio creativo. La perfección total gracias a los pies. Es que los pies son claves en esta obra. Hay un momento epifánico en el que Mazarine toma la decisión de no volver a usar zapatos para "vivir un París jamás sentido". ¿Cómo no se nos había ocurrido? (Un paréntesis: ¿de dónde sacará Ángela Becerra esos nombres inigualables de sus personajes

)

Por supuesto, Cádiz está casado con una reportera —del New York Times: la autora aspira siempre a un gran nivel intelectual y no se contenta con cualquier periodicucho colombiano— con quien se conoció en París en el convulsionado mayo del 68 y cuya descripción constituye uno de los puntos más altos del "trascendentalismo cursi".

¿Un trío amoroso? ¿Una historia de infidelidad? Para nada, esto es solo el comienzo. Mazarine esconde en su casa un secreto "que puede cambiar el curso del arte" y será perseguida por un siniestro personaje, "miembro de una misteriosa secta medieval" que "convertirá su vida en una pesadilla". Lo que le falta al tiempo, logrará la hazaña de reunir lo que ningún escritor había conseguido reunir: el "trascendentalismo cursi" y el thriller histórico. No es difícil vaticinarlo, el peor Hollywood está en su camino pues Ángela Becerra no solo es mala: es deliciosamente mala.

Otros desastres del año

100 autores colombianos del siglo XX (Plinio Apuleyo Mendoza). Es un catálogo auspiciado por el gobierno colombiano a través de sus embajadas de Portugal y España. No hay un criterio claro ni riguroso de selección, hay lamentables ausencias e inexplicables inclusiones, obras no representativas de los autores o que fueron escritas en el siglo XXI. El prólogo del Presidente es lamentable: muestra su estrecha y provinciana visión de la cultura.

AM/ FM (Isabella Santo Domingo). Especular con clasificaciones de las mujeres y de los hombres y a partir de ahí sacar apresuradas conclusiones y dar consejos es una ocupación muy divertida. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez con los amigos en algún café? A Isabella Santo Domingo se le ocurrió escribirlo y le pararon demasiadas bolas, tantas que nunca se imaginó que esas bobadas dieran tanta plata. Entonces, ¿por qué no seguir jalando de esa cuerdita? Decidió repetir con otro libro. Que conste, ella estaba mamando gallo: no es su culpa que haya tanta gente ilusa que quiera leer lo que ya sabe. De todas maneras, qué mal libro, qué pesado ver esta carreta fuera del café.

Caballo de Troya 8 (J.J Benítez). Tras dos mil años la gente parece aburrirse con el mismo cuento de la vida de Jesús y está ávida de escuchar otras versiones. Y claro, a la gente hay que darle lo que pide, pero no abuses, Juanjo, el Caballo de Troya número 8 es demasiado. ¡No más historias delirantes sobre la vida de Jesús! ¡Por favor, para! Ya hiciste buena pasta, confórmate con eso, no seas tan angurriento.