12 de diciembre de 2011

Historias

Lina Tejeiro y su eterna pelea contra la comida

La actriz de Primera dama, de Caracol, lucha desde muy chiquita contra una obsesión por la comida que la ha llevado de la anorexia a pesar más de setenta kilos. Hoy, a los 20 años, decidió contar su historia, que es igual a la de muchos, y demostrar con estas fotos lo que a ella le ha costado trabajo entender: que nadie debe sentir vergüenza de su cuerpo.

Por: Fotografías: Alejandra Quintero

Lina Tejeiro tenía 13 años cuando el productor del programa en el que trabajaba le dijo casi con asco: “Te estoy viendo muy gorda, pareces una vaca”. Y ella, que estaba hasta el cuello de los comentarios similares de familiares, de compañeros de trabajo, de fanáticos, le respondió en chiste una frase que resultó premonitoria: “Pues entonces me vas a ver tirada en la clínica por no comer”. Meses después, Lina terminó en el hospital con una gastritis que le quemaba el pecho y la doblaba del dolor, causada exactamente por eso: por dejar de comer durante una semana.

La actriz de 20 años ha sufrido desde entonces toda serie de altibajos emocionales que la han hecho ganar y perder peso sin control. Hoy todavía la atacan los demonios de la anorexia y la bulimia, enfermedades a las que, como ella misma dice, “se entra con facilidad pero nunca se sale”.


¿Cuándo hizo su primera dieta?

A los 13 años, cuando empecé a desarrollarme y me crecieron las caderas y los senos. En ese momento trabajaba en Padres e hijos y la gente me empezó a catalogar como una persona gorda. La única que me decía que me veía bien era mi mamá. De resto en el trabajo me repetían que estaba trozudita, en la calle, la familia... Yo, por obvias razones, me empecé a ver gorda en el espejo y dejé de comer.

¿Cómo es eso? ¿Se puede dejar de comer así no más?

Aprendí en revistas y en internet que un plato de cereal achocolatado puede tener 150 calorías, que un pepino solo tiene siete, que me demoraba dos horas haciendo ejercicio para bajar una chocolatina. En ese tiempo me pesaba todos los días. Primero dejé el arroz, después la papa, la yuca, las carnes rojas? y así hasta que terminé comiendo solo pechuga y ensalada, y después solo ensalada “mi mamá pensó que era vegetariana”, y al final, cuando ya estaba muy mal, hacía la dieta del agua: duré una semana a punta de agua y más agua y más agua. Solo comía si tenía a mi mamá al frente.

¿Qué efectos tuvo eso en su cuerpo?

Se me empezó a caer el pelo, tenía los dientes translúcidos, casi transparentes, mi piel era reseca y pálida todo el tiempo, sentía un frío terrible, no tenía ganas ni de pararme de la cama, lloraba por todo, no dormía, me deprimí como nunca? Hasta que el cuerpo no me dio más.

¿Cómo se dio cuenta de que había tocado fondo?


Una noche salí de rumba, me tomé un vodka y casi me muero: me puse pálida, me mareé, me dio un reflujo horrible que me puso en llamas desde la garganta hasta el estómago, me desmayé y más tarde vomité. Lo raro fue que el vómito era pura agua de un color como marrón con puntos rojos, entonces mis papás se preocuparon y me llevaron a la clínica. Allá me dijeron que el color oscuro era por la sangre que venía de adentro del cuerpo y que lo otro eran puntos de sangre que venían de la garganta.

¿Usted era consciente en ese momento de que todo se debía a un desorden alimenticio?

Yo repetía que el reflujo era por el estrés de las grabaciones, que yo era simplemente una gordita a dieta, y les decía mentiras al médico, a la psicóloga y al nutricionista: que yo sí comía, que no tenía ningún problema... Pero me enloquecía cuando me pesaban y me tapaban la báscula para que no viera mi peso. Después me enteré de que había bajado siete kilos en el hospital.

¿Y los médicos? ¿Cuándo le dijeron que lo que tenía era anorexia?

Estuve una semana internada y al final la psicóloga le dijo a mi mamá frente a mí. Y yo pensaba: “¿Anorexia yo? Pero si yo no estoy en los huesos”. Ahí me enseñaron que la anorexia no es estar raquítica sino dejar de comer y obsesionarse con eso.

¿Cómo fue la recuperación?


Muy difícil: me escondieron las pesas de la casa, me acompañaban en la mesa hasta que me acabara incluso el arroz, que en ese momento era el diablo para mí, no me dejaban ir al baño sola para que no vomitara.

¿También se estaba volviendo bulímica?


Sí: en mi caso la anorexia me llevó a la bulimia. En foros de internet proanorexia y probulimia, a los que me metía un par de veces a la semana, había aprendido a tomar un litro de agua antes de vomitar para que no fuera tan difícil, entre otras cosas.

¿Y el trabajo?

Yo seguía trabajando. Pasaron los años y, después de Padres e hijos, interpreté a una niña rellenita en la telenovela Muñoz vale por dos.

¿Entonces recuperó su peso?

Y más, llegué a pesar 70 kilos, muchísimo para alguien como yo que mide 1,64. Tenía 16 años, había peleado con mi mamá, me había ido a vivir con mi novio, me alimentaba de comida rápida...

¿Y los fantasmas de la anorexia?

Esos nunca se van, ni cuando uno está comiendo bien. Pero como en ese momento tenía una plata ahorrada me decidí por la salida fácil: me hice una lipo que me dejó con ocho litros de grasa menos y once cicatrices entre la papada y las piernas.

¿Volvieron después?

Los fantasmas volvieron en forma de unas pastillas para adelgazar que me llevaron a los 55 kilos. Y volvió también la ansiedad: a principios de este año me fui a vivir a Buenos Aires y allá me deprimí muchísimo porque la ciudad no me gustó, tampoco mi estilo de vida allá, además mis papás se estaban separando en Bogotá. Entonces se me pasó por la cabeza hasta suicidarme, y comía como una loca, me alimentaba de pasta, de arroz, de alfajores. Volví en julio a Colombia y los fantasmas estaban también aquí. Y aquí siguen: en la carne, en la gaseosa, en el arequipe, voy a vivir con ellos siempre.

¿Qué sensación le causa comer algo frito, por ejemplo?

Me causaba y todavía me causa un remordimiento grandísimo. Es algo como lo que siente un niño cuando no lleva la tarea al colegio o un novio cuando le pone los cachos a la novia.

¿Siente que la gente la juzga más de la cuenta por su peso acá en Colombia?


Sí, es horrible, la gente es muy cruel. Cuando estaba en Argentina, aunque me moría de ganas de volver, no podía evitar pensar que la gente acá me iba a juzgar y me iba a ver como una gorda. Y así es, es la cruda realidad, cuando volví no salía de mi casa por eso.

Pero ahora tiene trabajo, novio, se ve feliz…


Estoy bien. Pero quiero decirle a todo el mundo que quien entra a este mundo no sale. Es lo peor, así los medios digan que la flacura es lo mismo que la belleza, así la gente crea lo mismo, así para algunas personas ser anoréxicas signifique estar a la moda.

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