11 de junio de 2015

Humor

Lo peor de tener 40 años

Un estudio dice que a los 40 los hombres queremos menos sexo y más abrazos, mentira. No es que queramos menos sexo, es que no podemos tener todo el que quisiéramos. Es una suerte que aquello se pare cuando lo necesitamos

Por: Adolfo Zableh Durán
| Foto: Jorge Oviedo / Ismael Morelos


Empecemos aclarando una cosa: los 40 no son los nuevos 30. Los 40 serán siempre los 40. El cuerpo lo sabe y no hay eslogan, campaña publicitaria ni tendencia social que vaya a cambiar eso.

Tampoco son los nuevos 20, y lo digo porque hay cada cuarentón que siente que a esta edad le llega su segundo aire y empieza a dárselas de joven. Se trata de la crisis de los 40, fenómeno ampliamente estudiado que consiste en hacer las cosas que no se hicieron antes. Empieza entonces la adicción por el ejercicio, el gusto por los autos deportivos, las motos de alto cilindraje, los deportes extremos, los destinos exóticos, las fiestas electrónicas y las veinteañeras. Todo es un espejismo, porque por muy activo que sea un cuarentón, no pasará de ser alguien que se esfuerza por hacer cosas que no corresponden a su edad.

Es muy difícil navegar por aguas medias. No se es viejo a los 40, pero todo cuesta el doble, por eso cada pequeño logro se siente como una hazaña. El peso, por ejemplo. Mantenerlo nunca es un tema hasta que llegan los 40, cuando cualquier postre de más saca barriga. La figura que logra un veinteañero con un partido de fútbol a la semana y un metabolismo promedio al cuarentón le cuesta dietas y tres partidos semanales. Y no lo digo para que los de 20 saquen pecho. Entre los 29 y los 40 hay 11 años, que suena a mucho pero en realidad es un suspiro.

A los 40 el pelo es horrible, para seguir hablando de superficialidades. Y no lo digo solo por la calvicie, también se vuelve seco y delgado. Podemos vivir sin pelo, pero es una lástima que algo tan vital tenga tan pocos años de esplendor. Y luego están las canas, que pasan de ser una rareza a crecer como maleza. Hay quienes dicen que son sexis, yo no los entiendo. A los 40 llega el viernes y lo único que se quiere es estar en casa. Usted se toma dos cervezas y es como si se hubiera tomado dos garrafas de aguardiente en fondoblanco. Y eso es inoportuno, porque el sábado es el día de hacer vueltas. Uno se la pasa cinco días esperando descansar el fin de semana, pero el sábado siempre toca comprar algo para la casa.

Contamos con ventajas, claro. Tenemos experiencia, hemos encontrado nuestro lugar en el mundo, y eso nos da seguridad. Aunque es un arma de doble filo, porque a los 40 se mueren muchos sueños. Si usted no es rico a los 40, ya no lo va a ser. Y si no tiene hijos, olvídese del tema, a menos que quiera ser uno de esos padres-abuelos que mueren cuando sus hijos son aún adolescentes. A esta edad, las charlas giran alrededor del colegio de los niños, los metros cuadrados del apartamento o por quién votar para presidente. Uno ve a los de 16 y ya se refiere a ellos como “los jóvenes de hoy”. También están las reuniones de egresados. Uno va feliz, pero a la media hora se quiere devolver y entiende por qué no siguió viendo a esa gente. Insufrible todo.

Un estudio dice que a los 40 los hombres queremos menos sexo y más abrazos, mentira. No es que queramos menos sexo, es que no podemos tener todo el que quisiéramos. Es una suerte que aquello se pare cuando lo necesitamos. Dicen que los cuarentones somos deseables, y puede ser cierto, pero todo va en bajada y en una década, década y media a lo sumo, la madurez dará paso a la vejez plena y llana. Y encima, en esta época nos preocupan cosas que antes no: las semanas cotizadas, la falta de consideración de la gente, el desorden.

A los 40 se empieza también a perder control sobre el cuerpo; la vida ya no se trata de lo que uno haga con él, sino al contrario. A esta edad producimos olores y sonidos que no sabemos de dónde vienen. La piel se mancha, se aumenta de talla, las articulaciones sufren. Toca hacerse el examen de la próstata, pero también controlar la presión y el colesterol. Uno va al médico a un examen de rutina y sale con el azúcar, los carbohidratos y las grasas restringidas, y con la recomendación de tomarse medio trago de whisky para conservar la salud: la diversión convertida en terapia. Bienvenidos a una vida con cada vez menos alcohol, sexo y azúcar. Bienvenidos a los 40.

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