12 de junio de 2006

Mar adentro en 80 Sillasdentro

No lo van a poner a jugar como en las piñatas, bailando alrededor de las sillas hasta que quede una. Lo cierto es que 80 Sillas sí tiene todo lo que se necesita para alargar una comida y convertirla en unos tragos bien conversados.

80 Sillas tiene una carta sencilla y práctica. Se especializa en mariscos y pescados y, aparte de ceviches, tiene otras entradas de mar, como el tiradito de tilapia o la trucha ahumada, y unos filetes espectaculares como plato fuerte. El comensal tiene la última palabra: acá se puede escoger el tamaño del ceviche, si lo quiere con pulpo, calamares, camarón o pescado, o todos los anteriores, o ninguno de los anteriores, o A y C. Después de esto debe tomar la siguiente decisión: cómo quiere que se lo preparen. Las opciones varían entre una muy particular llamada criolla (que tiene suero costeño, tocineta y papitas criollas) y otra muy tradicional llamada clásica, que tiene maíz, cebolla y limón. No. No es un restaurante peruano ni de ninguna región específica.
La casa que Luis Restrepo adecuó para el restaurante es patrimonio de interés cultural. Se trata de una amplia planta en la que el arquitecto convirtió el patio interior típico de las casas coloniales en una especie de terraza con una larga barra. 80 Sillas comparte espacio con Osaki, porque también comparte dueños: Nicolás Santos, Felipe y Nicolás Vásquez, tres jóvenes visionarios que a partir de una tesis para la universidad se convirtieron en unos expertos del mundo restaurantero. Para este nuevo proyecto, ellos llamaron al chef Andrew Blackburn, un inglés aventurero que ha viajado por el mundo entero y que en su cocina tiene como lema "volver a lo básico" (back to basics, como dirán los que quieren que suene más sofisticado, aunque se trate de todo lo contrario: dejar la sofisticación y darle protagonismo a un ingrediente o a una técnica. Si es pescado, que sepa a pescado; si es parrilla, que sepa a parrilla). Como no falta el malcriado al que no le enseñaron a comer pescado o el alérgico que se infla o se ahoga si toca un calamar, 80 Sillas también tiene ciertos platos, como el tartare de res y los lomitos de ternera, aunque la idea es que vaya con una sirena bien dada a los placeres del mar, con la que le provoque quedarse un rato largo para tomarse unas ginebritas y conversar. Cabe aclarar que los precios de 80 Sillas son decentísimos y además, ya entrados en gastos, lo mejor es echarse al agua.