15 de febrero de 2010

Menos prosopopeya, más humor

Por: Eduardo Arias
| Foto: Eduardo Arias

Does humor belongs in music, planteaba el guitarrista y compositor Frank Zappa en el título de uno de sus álbumes. Una pregunta que se hacía un apasionado tanto de la música popular negra de Estados Unidos como de las vanguardias de la música académica del siglo XX (en particular Edgar Varèse) y que utilizó el humor y la sátira en casi toda su extensísima discografía.

La pregunta que Zappa se planteaba en el terreno del rock también es necesario plantearla en la llamada música clásica. Algunos de los asistentes al Cuarto Festival Internacional de Música, que se celebró en Cartagena el pasado mes de enero, respondieron no con la presentación del grupo de jazz Puerto Candelaria, de Medellín. "¿Qué pitos toca una banda que se autoproclama cultora de la cumbia underground en un festival consagrado a Mozart, a Brahms, a Debussy?", se preguntaban entre asombrados e indignados.

Los organizadores del evento invitaron a ese grupo de jazz de Medellín (que también incomoda a ciertos puristas de ese género) para que participara en un concierto de música colombiana, en el que involucraron también al Cuarteto de Cuerdas de Shanghái, así como a la violinista búlgara Bella Hristova, la violista Hsin-Yun Huang, de Taiwán, y la chelista Alisa Weilerstein, de Estados Unidos, a quienes los integrantes de Puerto Candelaria denominaron "las Chicas del Festival" cuando las llamaron a escena.

Fue emocionante y muy significativo ver cómo el Cuarteto de Shanghái y las tres solistas, siete virtuosos que frecuentan varios de los templos sagrados de la música clásica, se contagiaron del Porro lateral de Puerto Candelaria y se olvidaron por un momento de la solemnidad propia de las salas de concierto para sumarse a una desenfrenada fiesta de improvisación y ritmo.

La propuesta de Puerto Candelaria no es humor facilista. No son los Recochan Boys. Por el contrario. Su ingenio radica, como en el caso de Les Luthiers, en su capacidad para utilizar (y parodiar) elementos del repertorio clásico y académico.

A veces quienes pretenden que la música clásica se aborde con devoción y toda suerte de protocolos olvidan que en idiomas como el inglés o el francés se utiliza el verbo jugar (to play, jouer) para designar el oficio de ejecutar un instrumento. Que durante el barroco y el período clásico los grandes compositores no se tomaban las cosas tan en serio. La película Amadeus, de Milos Forman, retrata a Mozart como un mamagallista de tiempo completo. Su ópera La flauta mágica se estrenó en un teatro popular de variedades, y Mozart se dedicó a tomarles el pelo a los cantantes. Haydn, para hacerle saber al príncipe Nikolaus Esterházy que sus músicos necesitaban un descanso, en vez de hacerle una petición formal escribió el último movimiento de su Sinfonía 45 de tal manera que los músicos iban saliendo uno tras otro y al final solo quedaban dos.

La música clásica se volvió solemne y circunspecta en el siglo XIX, cuando se convirtió en el símbolo de estatus de la burguesía emergente y de allí ese afán por convertirla en sinónimo de refinamiento. Pero cada vez resulta más difícil mantener la precaria fortaleza que separa la llamada música clásica del resto de la música del mundo. Para comenzar, buena parte de las fuentes de que se han nutrido los grandes compositores, desde la Edad Media hasta nuestros días, es música popular: danzas, canciones, himnos religiosos… Entonces, ¿para qué mantener esa prosopopeya que la aleja del gran público? Programas como El conciertazo, de la televisión española, muestran que la música clásica, además de sublime y profunda, también divierte y provoca emociones tan primarias como la risa. Y eso fue lo que demostraron en los pocos minutos que estuvieron juntos en escena Puerto Candelaria, el Cuarteto de Cuerdas de Shanghái y "las chicas del Festival".

Un evento de tan alto nivel como el Festival Internacional de Música de Cartagena lo tiene cada vez más claro. No solo lleva a músicos consagrados de salas de concierto a las plazas públicas y los barrios populares. Este año los organizadores del Festival le apostaron al humor inteligente de Puerto Candelaria. Ojalá lo sigan haciendo. En la lista de espera están Bambarabanda, Velandia y la Tigra, Meridian Brothers…