18 de agosto de 2004

Mi corbatín y yo

Cuando yo tenía 20 años acostumbraba vestirme en forma que no correspondía de ninguna manera a mi edad.

Por: Julio César Turbay Ayala

Usaba sombrero medio calabaza y guardapolvos que me hacían aparecer no elegante, como yo quería, sino anticuado o, cuando menos, diferente al común de los mortales. Me llamaba mucho la atención que Alberto Lleras, Antonio María Pradilla y Abelardo Forero Benavides usaban sombrero medio calabaza, que la mayoría de la gente se ponía con vestidos de etiqueta.
Varias veces tuve que hacerle frente a la ira incontrolada de algunos transeúntes que me miraban con asombro. En esa misma época usé por primera vez corbatín. Era una prenda que muy pocos usaban y que yo heredé de mi hermano Aníbal, quien lució por mucho tiempo los más llamativos corbatines. Contribuyó en forma decisiva a que usara el corbatín con carácter permanente el hecho de que el doctor Alfonso López, a quien conocí por esos días y quien era reputado como el más elegante caballero bogotano, también lo usara.
Éramos pocos los de la cofradía del corbatín. Recuerdo entre ellos al doctor Alfonso Palacio Rudas, a Hugo la Torre Cabal, a Carlos Restrepo Piedrahíta, a Jaime Paredes y al Maestro Rendón. En esa época yo era diputado a la Asamblea de Cundinamarca y defendía con vigor la candidatura presidencial del doctor Alfonso López, con quien mantuve desde mi más temprana juventud, hasta avanzados los años, una tierna amistad.
Semana, dirigida por Alberto Lleras y por Hernando Téllez, escribió una nota simpática al pie de un retrato mío en el que decía: "Turbay: ideas propias y corbatín Lopista".
La verdad es que me acostumbré al corbatín en forma tal que jamás volví a usar corbatas y alcancé a tener la más copiosa colección de corbatines adquiridos en Nueva York, y obsequiados por distintos amigos y familiares, conseguidos en los almacenes de Times Square y posteriormente en exclusivas ventas de lujosos centros comerciales de la Quinta Avenida y de Madison. Hubo momentos en que mi colección superaba el número de los mil.
Pasados los años se produjo el secuestro y asesinato de mi hija Diana, y desde esa fecha hasta ahora uso corbatín negro en señal de luto permanente. Mucho se ha discutido sobre mis corbatines y he recibido críticas y elogios alternativamente. Algunos consideraban que me molestaban diciendo que yo usaba corbatín simplemente por parecerme al doctor López, lo que ciertamente me honraba.
El corbatín se convirtió en una prenda que muchos consideraban como algo inherente a mi propia personalidad y como identificación mía. Varios caricaturistas destacaron el corbatín y los anteojos como rasgos distintivos míos. Durante algunos años obsequié parte de mis corbatines a distintos amigos interesados en iniciarse en esa inofensiva moda.