5 de abril de 2004

Mi tic y yo

Todos tenemos tics en alguna parte del cuerpo y en algún momento de nuestra vida; el mío es 'evidente' -basta con mirarme a los ojos- pero de seguro usted mueve la lengua por sobre las comisuras de los labios, contrae la nariz, tuerce el cuello o se rasca continuamente ciertas partes del cuerpo.

Por: Memo Orozco

Técnicamente, un tic es un trastorno involuntario compulsivo que puede desatarse por una preocupación, presión, tensión o muchos otros factores que estimulan a quien lo sufre.
Parpadear incesantemente es lo mío y recuerdo perfectamente dónde pudo haber comenzado todo. Fui un niño común y corriente, con las cantidades perfectas de inquietud, pendejada, jodedera y despelote de todos los chinos. Un día (creo que tenía unos seis u ocho años) estaba jugando con mi hermano; él sentado en el columpio y yo empujándolo, pero como todo niño inquieto y desconcentrado, algo me distrajo, volteé a mirar no sé qué cosa y el borde derecho trasero del columpio terminó incrustado en mi ojo izquierdo. Mi papá me tapó inmediatamente el ojo herido y creo que allí comenzó el problema, pues el ojo sano empezó a parpadear por los dos, el doble. Me llevaron a médicos, rezanderos, sicólogos y siquiatras, y cada uno, en arranques de creatividad profesional, me dio un diagnóstico diferente: trastorno nervioso, conjuntivitis crónica, reacción defensiva a agentes externos, exceso de estrés, irritación en la corteza del cerebro. de todo, menos una cura al tic que desde entonces me acompaña.
Yo estaba medio tranquilo con el asunto, resignado, hasta que alguien me habló de la posibilidad de que, en vez de tic, yo tuviera un toc (trastorno obsesivo compulsivo) o síndrome de Tourette, y ahí sí me entró la preocupación. Ni para qué hablar de la larga lista de personas que trataron, a punta de carreta, de curarme. Y es que como en Colombia somos plurisabios, es decir, hablamos con propiedad de cuanta pendejada se nos ocurre, tengo pensado escribir un libro con las primeras 6.540 recomendaciones de estos sabios criollos, que van desde las simples gotas para los ojos, hasta chupar limón parado de cabeza con una vela en la mano izquierda, pasando por acupuntura y masajes sensoriales y extrasensoriales.
Confieso que no estoy tan seguro de querer curarme. Un tic tiene sus ventajas. Como con tanta parpadeadera no veo todo completo, me pude casar rapidito con mi esposa, a los tres meses. Supongo que ella fue una de tantas que piensa que les 'mato' el ojo por ser ellas divinas y yo muy entrador, lo primero tan incierto como lo segundo. Debo decir, además, que ninguna mujer me olvida: siempre se acuerdan del bajito de los ojos a mil. Y, aparte del tema femenino, yo veo los problemas a pedazos, nunca completos, y por eso no me afano tanto. Ah, y la dicha de que si las secretarias no se acuerdan de mí, siempre pueden decirle a su jefe: "Doctor, vino a buscarlo el tipo del tic".
¿Lo malo? No hay forma de quedar bien en una foto (las 'tipo documento' me las tienen que repetir tres y cuatro veces), entro a un restaurante y no falta el mesero gracioso que me ofrece una 'picada' y quienes me han visto entrevistando niños en El fenómeno del niño o en El último grito sabrán que los chinos no me la perdonan, y me ponen apodos como 'foco flojo', 'lucecita de Navidad' y 'semáforo en amarillo'.
Todo eso me pasa cuando estoy despierto, pues científicamente está comprobado que dormido no tengo tic. Mejor dicho, cuando los abro se me cierran involuntariamente, pero cuando me duermo, por fortuna, no se me abren.
Las personas que padecemos de este tic en los ojos parecemos un balastro dañado, de esos en los que la luz va y viene, o un faro de ambulancia o luces de parqueo. todo relacionado con las fuentes de energía, así que estoy seguro de que soy un tipo 'pilas' cuyo destino es 'iluminar' el rostro de los demás. A eso me dedico, y lo disfruto. El tic soy yo y yo soy
el tic.