28 de agosto de 2013

Opinión

Sin opciones

Confieso que trasegar por la vida se me ha vuelto difícil. Nada parece fácil ya.

Por: Javier Uribe (@elnegrouribe)
| Foto: Luis Carlos Cifuentes

Sobre todo porque vivir se ha transformado en un constante interrogatorio. En los ochenta, cuando había un producto para cada cosa, una alternativa para cada necesidad, todo parecía ser más llevadero. Era el tiempo en el que la única leche en caja era La Alquería. Se compraba en el Ley o en el 2 por 3, se echaba en el carrito del mercado al lado del pan de uva, y santo remedio. Ya no. La simpleza es cosa del pasado, del subdesarrollo. Ahora, la leche es de vaca, de soya, de almendra, de arroz, hay leche entera, descremada, semidescremada, deslactosada, semideslactosada, enriquecida, light, con vainilla. ?La pluralidad de productos ha vuelto la vida difícil de vivir. Es normal ver a una anciana llegar a McDonald’s, analizar la pantalla donde se ilumina el menú por 30 minutos, revisar una a una las opciones y al final decir: “Señorita, ¿me da una hamburguesa con papas”. La vida solía ser eso. Ahora, tomar cualquier bebida se ha vuelto una indagatoria nazi.

—Me da un café, por favor.

—¿Descafeinado? ¿Pequeño, mediano, grande? ¿Azúcar? ¿Blanca, morena o endulzante natural?

—Mejor deme una Coca-Cola.

—¿Clásica, diet o zero?

—Deme agua.

—¿De tubo o de botella? ¿Con gas o sin gas?Pedir cualquier alimento se ha vuelto un proceso tortuoso.

—¿El pedido en combo? ¿Agrandado? ¿Le gustaría donar su cambio? ¿Tiene tarjeta puntos? ¿Para acá o para llevar? ¿Efectivo o tarjeta? ¿Débito o crédito? ¿Corriente o ahorros? ¿Le imprimo copia del recibo? ¿Necesita factura? ¿Tiene el carro en el parqueadero?

La vida es una constante elección. Ahora, por la multiplicidad de alternativas, paso horas en el supermercado tomando decisiones. Champú: hmmm ¿Normal o normal y acondicionador? ¿Prevención caída? ¿Prevención caspa? ¿Cabello normal? ¿Cabello grasoso o seco? ¿Corrección horquilla? ¿Cabello maltratado? Me toma dos días esa decisión. Pasa en todas las industrias porque el desarrollo es pluralidad. El cliente quiere alternativas. Es así en todo, salvo en una industria: la televisión. En eso seguimos en los ochenta. En Colombia hay más tipos de leche que canales de televisión. Lo más cercano a que Colombia tenga un tercer canal es recuperar el de Panamá.

El colombiano raso como yo, de a pie, de los que por su fenotipo se identifican siempre con los retratos hablados que hace la policía. De los que lo primero que leen en los periódicos es la información del caso Colmenares. De los que no cruzan por la cebra ni aunque vayan de la mano de un niño. De los que escupen el chicle en el orinal aunque no quepa por el desagüe. De los que no toman tinto sino perico. De los que lanzan voladores en los festivos de diciembre. De los que lavan el carro en shorts de jean y esqueleto. En fin, de los de la manada, del 40 % de colombianos que no tiene televisión por suscripción, prende la televisión y encuentra un reality en cada canal. En un canal, un colombiano sacando lo peor de sí en una casa estudio. En el otro, una colombiana sacando lo peor de sí en una playa de África. Todos en cucos para subir la audiencia.

No hay opciones. Hay más tipos de azúcar que canales de televisión abierta. En uno, una telenovela de cachacos haciendo de costeños; en el otro, costeños haciendo de cachacos. Despolvando expedientes de la Fiscalía, El rastro y Séptimo día en uno, y en el otro Especiales Pirry y Crónicas RCN con Eccehomo Cetina y su vocecita trágica. Pardo, director de Noticias RCN, con Dos puntos, y el otro, el director de Caracol, Vélez, con 7/24. Una insoportable tarde de sábado con El lavadero y la misma tarde entera de La red. Y la capacidad de hablar de todo sin decir nada en Muy buenos días por acá, Día a día por allá. Quién quiere ser millonario en este lado, El precio es correcto por el otro. Una oda a Pablo Escobar por este frente, El capo por el otro. Solo hay dos canales y uno es el espejo del otro.

Con un tercero habría más pauta, bajarían los precios, más anunciantes y ya no veríamos solo comerciales de productos contra las infecciones vaginales, sino también, es justo, pautarían menjurjes para otro tipo de infecciones. Al menos ganaríamos en eso. Pero, claro, si cae en los grupos económicos de siempre, se corre el riesgo de que en el horario triple A haya entonces tres realities. Por esta razón, espero pasar más tiempo en los supermercados que frente al televisor, aunque ahí la vida no sea llevadera.

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