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16 de diciembre de 2005

17 maneras de oír música en La Habana

Olvídese de los circuitos turísticos y de los guías de excursión. SoHo le propone una manera única de conocer La Habana, a través de su música, de calle en calle. Imposible que no "le suene" este plan perfecto.

No es exagerado. Así son las cosas allá. Usted va caminando por cualquier calle y de golpe suena el bolero más bonito y mejor interpretado, que jamás haya oído en su vida. Lo tiene ahí, a la mano, en esta Cuba de hoy, que alguna vez puede llegar a desplomarse tal y como se encuentra ahora, y que sería un delito histórico haberse perdido.
En cualquier parte, de cualquier lado, uno puede conseguir un grupo de música que toque como nunca. El ejemplo más claro de que allá las cosas son así lo dio Ry Cooder, aquella vez que fue a la isla y se encontró con tanto talento musical que no se aguantó las ganas de hacer un documental. El resultado de lo que salió de allí, el Buena Vista Social Club, hizo que en la cúspide de su vejez algunos maestros cubanos que tocaban en cualquier calle y en cualquier café adquirieran la fama mundial que se merecían.
Ir a Cuba es fácil y la isla tiene una estupenda infraestructura turística, contrario a lo que cualquiera pensaría. SoHo le propone que se meta en el circuito de esta lista de 17 cosas que no se puede perder estando en La Habana para oír lo mejor de su música en vivo. Hay lugares que están recubiertos por una fachada demasiado turística, y que por eso no ingresaron en los preferidos que ahora le sugerimos. Es el caso del bar Dos gardenias, la Casa de la Música del centro (aunque en la función de por la tarde, no la nocturna, hay un ambiente menos montado y se pueden presentar muy buenos grupos) o el bar Havanna Café del Meliá Cohiba, una versión habanera del Hard Rock Café. Sin embargo, no olvide que está en Cuba, y que en cualquiera de estos lugares cualquier día se presenta un monstruo musical de tamaño considerable. Pío Leyva a veces lo hace en Havanna Café; los Van Van, en la Casa de la Música.
Preferimos reseñar algunos puntos frescos, llenos de ventiladores más que de aire acondicionado, con más visitantes cubanos que noruegos, en los que usted puede empaparse de la música cubana, y de su ambiente, y de su sabor, de una forma en la que no haya mayores sujetadores turísticos: pura Cuba para tomar ron, oír son y regresar inundado de la mejor música del mundo. Aprovéchela ahora. Óigala para siempre. Y acuérdese de que le advertimos que era el momento para ir.

1. Ir a la azotea del grupo Dulce María y el son de Cuba
Queda en San Ignacio 78, esquina O Reilly y Empedrado. Los lunes dan unas muestras inolvidables de todos los ritmos cubanos, con uno de los mejores grupos de la isla. Tocan en la azotea de una casa familiar. Todo es auténtico. Llame al 8671624 y pregunte por Elsa, o al 653107, y pregunte por Natividad. Es de los mejores lugares en los que puede oír música en La Habana. Si quiere tocar el cielo, pídale a una cantante que se llama Lupe (su teléfono es 910300) que cante su propia versión de Siboney.


2. Almorzar en el patio
Queda en toda la plaza de la Catedral, uno de los lugares coloniales más bonitos de La Habana vieja. Su teléfono es (537) 8671034. Allí, en la mitad, están sus mesas y sus parasoles y hay músicos que permanentemente tocan lo mejor del repertorio del son, el chachachá y el bolero cubano. La parrillada de mariscos no tiene pierde, pero no deje de pedir la típica ropa vieja, que allí la preparan como toca y la sirven con viandas fritas y moros y cristianos.



3. Pasear por el malecón.
No sobra advertirlo, pero es uno de los más bonitos de la Tierra. Hágalo hacia las cinco de la tarde. Antes, el sol es muy fuerte; después, la ciudad empieza a apagarse y el alumbrado público escasea por sectores. Sin embargo, muy de noche, hay improvisados grupos de son que se sientan en los bordes a cantar por las simples ganas de hacerlo. Esas son las horas en que vale caminar por el malecón para pescar música.



4. Montar en bicitaxi.
Y establecer una ruta de cafés, en la que uno persiga el hilo musical de los grupos en vivo. Este señor, Guillermo Escalona, que se ubica en el parque San Juan de Dios, le monta un recorrido improvisado y maravilloso. Lo lleva por los cafés, lo espera, lo atiende. Su teléfono es 6902814.



5. Tomarse una cerveza bucanero helada en el Café Viñales.
La dirección es fácil: calle O Reilly, esquina con Compostela. Allí hay un café, el Viñales, con un conjunto buenísimo llamado Amaranto y su grupo. Amaranto es un compositor que ha sido condecorado varias veces. Tiene un piano destartalado al que le sacan el mejor son. Vaya a las tres de la tarde.



6. Ir al Café París.
Queda en la calle Obispo y San Ignacio. Hay música hasta las doce de la noche. El grupo que toca por estos meses se llama Son de Cuba y lo dirige Conrado Aguilera. Es un café muy célebre para la música cubana desde que Compay Segundo se presentó allí alguna vez y dejó esas viejas paredes impregnadas con las notas de su Chan chan inmortal.



7. Caminar por el parque de la Lonja de Comercio.
Es frente a la aduana. A las cinco de la tarde es la mejor luz. Es buen punto de partida para iniciar una ruta musical por La Habana vieja. Déjese guiar por la música que cae de los tejados: de donde venga, persiga el hilo y vaya oyendo todos los grupos.





8. Comprar acetatos en un mercado artesanal.
Se encuentra de todo y hay varios, pero quizás el más colorido queda cerca a la plaza de la Catedral. Es un centro de mercado en el que puede encontrar antigüedades memorables, libros viejos, buenas artesanías, pero sobre todo, y sabiendo buscar con paciencia, verdaderas joyas de son clásico en todos los formatos antiguos.




9. Ir al bar Two Brothers.
Tiene un grupo dirigido por un músico clásico del son cubano, el maestro Pedro Pellegrini (20743958), intérprete como pocos de la canción Amarrado con cadenas. Vale la pena que la pida. El grupo tiene una flauta traversa tocada por una de sus hijas con maestría. Perfecto para tomar ron. El mesero a veces improvisa con los tambores.




10. Pasar por el Museo del Ron.
Pídase de una vez un par de botellas Havanna Club, si quiere visite todo el museo, pero no vaya a irse sin estar un rato en el bar del lugar, escuchar al grupo Pino y su versión, y tomarse un buen par de tragos antes de que pase la tarde. El Museo queda en la avenida del Puerto, esquina Sol.




11. Subir a la terraza del hotel Ambos Mundos.
Queda en la calle del Obispo, esquina Mercaderes. Allí Hemingway escribió Por quién doblan las campanas. (Su página es www.hotelambosmundos.cu). Vale la pena ir a su terraza, que tiene un trío de buenos boleros y una de las mejores vistas a las fortalezas de la bahía.





12. Comer el menú cubano del restaurante La Mina.
Queda en la calle Obispo, esquina Oficios. Tiene un patio interior maravilloso, desde luego con son cubano en vivo, pero una de sus joyas es la comida cubana. El menú cubano es muy bueno, los fríjoles negros, únicos.





13. Tomar este taxi.
Lo maneja Armando Hernández y lo cuida como el tesoro que es. Se trata de un Ford del año 57, intacto y descapotable. El celular para ubicarlo es 058894604. Vale la pena tomarlo de día y recorrer todo el malecón. Tiene buen equipo de sonido y pone la música cubana que uno quiera.




14. Tomarse un mojito en la Bodeguita del Medio.
No le tenga miedo a que sea muy turístico. El trago que sirven es bueno, aunque no muy barato, y tienen permanentes grupos de son buenísimos. Procure ir de día, al menos de paso.





15. Parar en cualquier esquina de La Habana vieja.
Pare cuando vea a un grupo de músicos que no tocan para nadie sino para ellos: músicos que rasgan las guitarras como si así escamparan de sus tristezas. No se dan en todas las esquinas, pero cerca a la plaza de la Catedral es donde mejor se da este milagro.





16. Ir a un concierto en el hotel Nacional.
Es monumento nacional. Queda en El Vedado. Sugerencia: llame al 8734701 y pregunte quiénes van a tocar. Si tiene suerte, da con el concierto de alguna estrella sobreviviente del Buena Vista Social Club, que suelen tocar allá algunos sábados. (En la foto, Barbarito Torres).




17. Meterse a un centro para la comunidad.
No son fáciles de ubicar, pero tome nota de este dato: los sábados, a las tres y media de la tarde, en una entrada del Museo de Arte Colonial, hay conciertos casi escondidos para miembros de la comunidad: espontáneos que van a cantar. Van desde ancianos que cantan rancheras hasta mujeres que entonan boleros con una altura inusitada. Es música auténtica.