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2 de febrero de 2007

a mí se me apareció la virgen

Por: Margalida Castro
| Foto: Margalida Castro

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Confieso que cuando era menor perdí la fe en la Iglesia. Fue por un sacerdote que en el seminario intentó violar a mi hermano mayor cuando tenía 18 años y estudiaba allí. Pero se me apareció la Virgen hace 16 años y volví a creer. Estaba en mi cama escribiendo a las 3:26 de la madrugada. De repente se apareció una aureola azul que despedía luces de todos los colores y que pensé me dejaría ciega. Al principio creí que eran extraterrestres pero lo descarté de inmediato al sentir una fuerza que me tumbó al suelo y una voz telepática que me dijo: "Póstrate; pon la cabeza contra el piso y venera, que va a ocurrir un evento sagrado". Un tiempo después supe que era de San Miguel Arcángel, Heraldo de la Virgen María y Guerrero del Cielo. La misma fuerza me enderezó y me hizo escribir en un cuaderno varias veces "Virgen María, ilumíname". Al principio no olía a nada y el silencio era sagrado. Apenas se fue aclarando su silueta, sentí un temor reverencial y me escondí debajo de mi cama, extendiendo mis brazos en el suelo con las palmas hacia arriba, en posición de entrega. Fue ahí cuando sentí un gran ruido entrando por mi oído derecho. Eran sus sollozos que estallaron dentro de mí y que me hicieron perder el 85 por ciento de mi audición derecha. Su monólogo duró casi cinco horas (aún recuerdo una voz muy delgada, como de azúcar), hasta las ocho de la mañana, y me sirvió para dos cosas: avergonzarme de mis pecados y convertirme en la promotora de imagen del cielo. ¿Y las muestras del producto? Como veo cosas que nadie más ve, he tenido la oportunidad de tomar varias fotos donde se hace evidente su presencia. No busco a nadie a pesar de tener pruebas tan contundentes; ella misma se encarga de conseguirme las entrevistas para cumplir con su cometido, según lo que me dijo: "Habla de mí, que cada palabra que salga de tu boca quedará grabada en el corazón de todos aquellos que te escuchen, aún en el duro corazón de mis pobres hijos incrédulos". Este encuentro me cambió la vida para siempre. Me he demorado ocho largos años en "desgrabar" la revelación de mi cerebro para publicar su mensaje y vivo feliz porque hasta puedo jugar con ella: a veces, cuando viajo, me pongo a cantar preguntando por su presencia, y justo en ese momento puedo ver cómo se manifiesta con chorros de luces que solo yo puedo ver, o con hermosas escarchas de colores como las que dejó regadas por mi cuarto el día que ella decidió visitarme por primera vez. Hoy, gracias a ella, soy muy amiga de los curas.