14 de octubre de 2011
Testimonios
Mi Fobia a... Volar
Aerofobia Mi fobia a volar
Por: Jorge FrancoDice el doctor Claudio Pla, experto en miedos, que la culpa la tuvo Gardel. O mejor, el piloto del avión en el que se mató Carlos Gardel, en Medellín, en una fecha que no recuerdo. Dice que para los latinoamericanos ese accidente abrió la ventana al miedo de morir en un avión. Puede ser cierto. Cuando yo era niño aún no concebía que se pudiera correr peligro al volar, pero muchas veces, al pasar por allí, siempre hubo alguien que dijera, allá, sobre esos techos, se cayó el avión de Gardel, se estrelló, se incendió, se despedazó, no daban abasto las descripciones para contar la manera infernal como murió el hombre que cantó el último tango en Medellín. Para mí, el culpable vivió siglos atrás: Da Vinci, semejante cabra, que no solo pintó a la Mona Lisa sino bocetos de hélices, aviones, helicópteros, alas, paracaídas, en fin, plasmó en sus garabatos su alocada pasión por volar. Seguramente hubo muchos antes que él que pensaron que los humanos, nacidos sin alas, podíamos tenerlas. Luego a la historia se sumarían otros locos que a punta de ensayos, errores y aciertos hicieron posible el sueño hasta llegar al último loco de la cadena: yo. Al menos eso habrá pensado de mí un funcionario de una aerolínea a quien le reclamé, en tierra firme, que mi maleta no había llegado con el equipaje de los demás pasajeros. Tomó el desprendible con el número y caminamos de vuelta a la cinta de equipajes. Solo quedaba una maleta dando vueltas, íngrima en el enorme salón. El hombre la alzó, corroboró los números y me dijo, esta es. Ahí había estado siempre y yo no la había visto. No me dio pena con el funcionario, es más, no me dio nada, yo apenas sentía, apenas oía y con mucho esfuerzo lograba ver. La noche anterior me había tomado un Xanax 0.5 antes de dormir o, mejor, para poder dormir. Al salir para el aeropuerto me tomé medio Xanax más y, justo antes de subir al avión, destapé una botella plástica de agua que, por supuesto, no llevaba agua sino 600 ml de vodka puro. Por suerte no había tenido un vuelo pavoroso, no tuve que tomarme la botella entera y pude salir caminando del aeropuerto, arrastrando mi maleta aunque no le alegaría a quien dijera que era la maleta la que me arrastraba a mí.
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