Cuando mis papás me bautizaron, mi nombre no causaba ninguna conmoción, porque esa señora no era famosa. Yo me quejaba, pero porque me parecía muy fea la palabra Amparo. Después fue que empezó con fuerza la fama de la otra Amparo, cuando empezó en las Hinojosa. Y todo el mundo era aterrado porque ella a veces salía sin ropa. Desde ahí me quedé sin apellido. Ahora me presento siempre como Amparo, a secas, porque la coincidencia es muy aburridora y hasta monótona. Todos reaccionan igual. A veces hasta me salto el Grisales y digo Valencia.
Tengo cincuenta años. No sé cuántos tenga esa señora que sale por la televisión, pero lo que sí sé es que no se mantiene mejor que yo porque yo sea de menor calidad, sino porque la platica ayuda siempre con las operaciones y con la vestimenta. Eso sí: tiene muy bonito cuerpo, pa‘qué. Preferiría tener en común el cuerpo y no el nombre, porque hay sitios en los que es inevitable que me llamen con todo y apellido. En cualquier banco uno coge un turno y se sienta, o entrega unos papeles para algo y de pronto lo llaman. "Amparo Grisales". Hay un silencio absoluto unos segundos. Cuando me paro, la gente se ríe y además siempre parece que uno es poca cosa, porque los hombres se voltean a mirar muy animados y cuando me ven se voltean aburridos o muertos de risa. En el matrimonio de mi hija fue la conmoción. Alguien dijo "llegó Amparo Grisales". La gente se salió a mirar. Yo entré y me puse roja, como si tuviera quince años o fuera la novia. Después los murmullos y las risitas. Y no falta el que no se lo cree y me pide la cédula. Por eso a veces dicen Amparo Grisales en alguna reunión y yo me hago la que no es conmigo.
La verdad, yo no es que me sienta muy orgullosa de llamarme igual, porque me parece que ella está siempre queriendo parecer de otra edad y hasta se ve vulgar. Yo soy una señora muy puesta en su sitio. Vanidosa, sí. Pero una señora, con nietos y todo. Me dedico al hogar y casi siempre me la paso en Villavo. Ya no estoy para andar mostrando pierna y me quedé sin apellido gracias a esa otra tocaya que anda mostrándolo todo, hasta el apellido.