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15 de septiembre de 2009

Black or White

Por: Efraim Medina
| Foto: Efraim Medina

Es estúpido, muy estúpido, pensar que Michael Jackson renegaba de su raza. Michael Jackson era su raza, es decir, la raza humana. Cualquiera con un ápice de lucidez entiende que es una bajeza circunscribirlo a una determinada tipología humana para enseguida acusarlo de renegar de esa tipología. Es una forma de censura moral sin contenido, un discurso lleno de mierda blanquita y en el fondo racista que pretende dar la sensación de defender la causa afro convirtiendo a Michael en un enemigo de esa causa. Para empezar hay que terminar con la vieja argucia de las razas: las razas humanas en un sentido físico o fisiológico no existen. Existen las culturas y los orígenes de esas culturas y existen las tipologías. Un tigre de bengala o una hormiga culona podrían definirse como una raza de tigres y una raza de hormigas porque entre ellos hay una correspondencia casi exacta. Los hombres no son tigres ni hormigas. Cada hombre en su propia raza y su propia cultura, cada hombre es el único individuo de su especie o al menos debería serlo. Y luego, partiendo de ese ser único e individual que somos cada uno, nos adaptamos o no al hecho de pertenecer a una tipología y a una cultura, de tener un origen, etc. Antes de sentirme parte de algo me siento Efraim. Es algo magnífico, un ejercicio de humildad y soberbia que me separa y me une al resto de personas e incluso a los tigres y las hormigas. Soy, como Michael, un afrodescendiente, pero sobre todo soy, como Michael, un hombre. Hace unos años me operé el tabique para una crónica de SoHo. ¿De qué raza estaba renegando? Michael tenía una obsesión (estuvo bajo los reflectores desde los cuatro años) en relación con su aspecto físico (algunos expertos lo han definido como una patología). Me pregunto qué persona en el mundo, de cualquier cultura o tipología, no tiene alguna mínima obsesión con su aspecto físico. Me pregunto qué adolescente no ha sufrido los embates de la ira y la desesperación al confrontarse con los estándares de belleza que la máquina del consumo propaga e impone 24 horas al día a través de todos los medios de comunicación posibles y los imposibles. Como artista y como persona Michael tenía todo el derecho a jugar con su aspecto. Su cuerpo era sin duda un elemento importante de su espléndido arte y solo él ha sufrido las consecuencias de ese juego. Elvis tragaba anfetaminas como un pavo demente para bajar de peso y eso no significa que odiara a los gordos, simplemente tenía su propia idea de cómo quería verse. Maria Callas llegó incluso a comer huevos de parásitos con la ilusión de que crecieran dentro de ella y consumieran su grasa. ¿De qué rayos reniegan millones de hombres y mujeres que cada día se estiran, rizan o tinturan sus pelos? Miles de africanos y afrodescendientes se casan cada día con europeas y tienen hijos de piel más clara o más oscura dependiendo del punto de vista. ¿Están todos ellos renegando de su raza? ¿Y los chinos que se casan con colombianas y las alemanas que se casan con japoneses? Y los miles de caucásicos que se tumban en las playas bajo el ardiente sol o someten sus culos desteñidos a largas horas de tratamientos con rayos UVA, corriendo el riesgo de contraer cáncer, para tener la piel más oscura y agradable... Es fácil intuir que si abrieran negocios con rayos especiales para aclarar un poco la piel también tendrían muchos clientes. Y las chicas andinas de culo plano que se meten kilos de silicona porque sueñan con tener el culo redondo y exquisito de las afrodescendientes. Las mutaciones de Michael, como las de cualquier otro terrícola, tenían como objetivo acercarse más y más a un estándar estético al que él, como cualquier otro terrícola que se somete a cambios, aspiraba. Uno puede estar o no de acuerdo, pero solo un estúpido convertiría eso en un eslogan para atacarlo o minimizarlo. Cada persona, incluidas aquellas que critican a Michael, alberga en su intimidad el secreto sueño de ser otra. Cada mente alberga sus propios sueños y pesadillas. Michael, como Kafka, tuvo el poder de hacernos ver sus propios sueños y pesadillas. La burbuja íntima que contenía sus miedos y ansiedades explotó en mil pedazos salpicando nuestras "buenas conciencias". Olvidemos un instante el asunto de sus cirugías y concentrémonos en sus actos y palabras que son dos aspectos esenciales a la hora de juzgar a alguien. Michael es la nobleza del espíritu, siempre mostró un profundo respeto hacia los demás. Fue solidario y generoso con los dramas ajenos y amó profundamente su origen y cultura. Trabajó con los artistas más talentosos de su tiempo, la mayoría de ellos afrodescendientes (era un asunto de calidad, no de tipologías). Su amiga del alma fue la afrodescendiente Diana Ross, tanto que a ella ha dejado la custodia de sus hijos en caso que su madre falte. No discuto que la obsesión de Michael con su aspecto tal vez haya ido demasiado lejos, pero es algo irrelevante frente a su dimensión artística y humana. Él es el profeta de los futuros mutantes y si alguien en mi presencia dice que Michael renegaba de su raza prometo destrozarlo a golpes. No se metan con Michael o se las verán conmigo. No se metan con Michael, hijueputas.