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17 de diciembre de 2008

Cómo es vivir en... el país más subdesarrollado del mundo

Todos los años la ONU hace una lista de los países más desarrollados del mundo, que se determina según las tasas de alfabetización, el PIB per cápita y la esperanza de vida. Este año Sierra Leona quedó como el país más subdesarrollado.

Vivo en la ciudad de Kambia desde 2005 como evangelizador de una misión javeriana y puedo dar fe de que la ONU tiene razón. La vida en Sierra Leona puede llegar a ser miserable por su atraso y subdesarrollo. La esperanza de vida en los hombres es de 35 años y en las mujeres, de 40. La tasa de mortalidad infantil es muy alta por enfermedades como la peste, la malaria y el sida. Muchas mujeres también mueren al dar a luz. Esto se debe a que los hospitales públicos pueden llegar a ser más dañinos que beneficiosos. Kambia, con 6.000 habitantes, solo tiene un hospital y un doctor. A pesar de tener enfermeros, no son calificados y tampoco cuenta con los medios para prestar primeros auxilios. Y como el agua potable es un lujo, no se puede ni esterilizar una jeringa.

La única manera de conseguir agua es excavando pozos de diez metros, para luego sacarla con bombas manuales. Como no hay acueducto, los lavamanos y los inodoros no existen. Los baños son letrinas de dos metros de profundidad que sirven para cagar. Los niños orinan en la calle. El gas y la electricidad no existen como servicios públicos. Las pocas personas que tienen el servicio de luz es por medio de plantas, que funcionan con gasolina y aceite. No hay neveras y por eso no se pueden conservar los alimentos. La ausencia de servicio telefónico ha hecho de este país una mina de oro para los cuatro operadores de telefonía celular. Casi todo el mundo tiene celular por ser un objeto aspiracional, al punto de preferirse por encima del estudio. Así la cobertura sea pésima y las llamadas se corten cada diez minutos. Internet solo hay en la capital, Freetown, pero su mensualidad es costosa: unos 100 dólares mensuales, que equivale a un sueldo al mes.

La televisión también es un lujo. El TV cable cuesta hasta 1.000 dólares por año, inalcanzable para cualquiera. Lo que sí tiene demanda son los centros públicos con televisión satelital, visitados por muchos nativos que pagan para ver partidos de fútbol europeo.

La educación es paupérrima. No existen libros, ni librerías. El gobierno no se preocupa por los profesores y estos, al ver que les pagan incumplidamente (ganan 85 dólares al mes), lo compensan llevándose a sus alumnos a sembrar y cosechar en sus plantaciones. Las escuelas son simples techos de hojas de palma. Las aulas son para 50 alumnos, pero reciben hasta 120. La gente no se muere de hambre porque tiene el mar al lado y el arroz, su producto principal, abunda. Todo lo cocinan con fogatas de leña. La unidad familiar es extendida y por eso sobran los hogares de diez personas, donde abuelos, padres, tíos, sobrinos e hijos viven en casas hechas con ladrillos de lodo y paja. Las mujeres tienen hijos a muy temprana edad porque al nativo no le gusta usar condones. Por eso, muchas mujeres de 15 años tienen hasta cinco hijos. El trabajo más común es en los sembrados de cacahuates y arroz. Su jornal es de cuatro dólares diarios, aunque no siempre trabajen. Eso solo ocurre en temporada de cosecha.

El clima promedio es de 35 ºC. En la capital la gente se viste con pantalón corto y camiseta. En las zonas rurales los niños andan en ropa interior. La vida no es tan cara. Como no hay servicios, las familias pagan unos dos dólares al año en impuestos. Con un dólar se puede comer bien durante un día. La capital se diferencia del resto del país en que las calles están pavimentadas, se consigue agua más fácilmente, los baños son un poco mejores y hay bancos, restaurantes y hoteles. Pero sigue habiendo limitaciones. Los edificios altos no tienen ascensores y el desempleo es inmenso, ya que la mitad del país vive en Freetown. Los pocos adinerados son quienes trabajan con el gobierno. El único entretenimiento es caminar y bailar.

La pobreza en Sierra Leona es distinta. Nadie invierte en este país porque no hay electricidad. Por eso hay poco trabajo, lo que obliga a los jóvenes a delinquir. No hay matanzas porque después de la guerra civil todos quieren olvidar la violencia. Pero hay mucho robo, sobre todo en las noches, donde bandas hurtan gallinas, cabras y los productos agrícolas días antes de cosecharse. Si bien es cierto que hay muchos problemas, la gente es abierta y cálida. Sonríen y creería que, a pesar de todo, son felices. Viven con la esperanza de salir adelante.