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7 de marzo de 2008

De asistente a una convención nudista

En Tanti, Argentina, más de 80 personas totalmente desnudas se reunieron durante tres días para compartir la filosofía nudista. El periodista Roka Valbuena cubrió para SoHo este evento que también incluyó una maratón de hombres y mujeres que corrieron como Dios los trajo al mundo.

Por: Roka Valbuena
El encuentro Latinoamericano de Nudismo congregó a más de 80 países como Argentina, Bélgica, Chile y Colombia: hombres en su gran mayoría. Todos corrieron la maratón, el gran evento de cierre. | Foto: Roka Valbuena

El señor Iván Ávila, quien se bajó sus pantalones hace veintidós minutos, cruza la meta con su brazo alzado y se corona como el vencedor de la Segunda Maratón Nudista de Tanti, pueblo de la Provincia de Córdoba, Argentina. Tanto su rostro como su artefacto sexual, el cual es exhibido con relajo, muestran los síntomas del agotamiento. Pero nada de eso importa: a él de inmediato lo recibe una ovación de gente que voluntariamente también se ha bajado sus pantalones, puesto que la maratón nudista no solo pide que sus atletas estén al natural, sino que también lo esté su exaltado público.

Unos metros más atrás del señor Ávila viene un nudista tostado cuyo órgano es tan robusto que algunos piensan que Eduardo Mendoza ha corrido cuatro kilómetros portando una erección. Y por allá lo sigue un joven que al llegar a la meta no se pone a reír de forma nerviosa, como hacen los que cruzan una meta con el pene encogido, sino que frunce el ceño porque han llegado las cámaras del Canal 9 de Argentina y están grabando una enorme cantidad de artefactos sexuales y el artefacto que él posee, que lamentablemente está del todo encogido y resulta cómico, ahora está siendo revelado a todo un país. Y así van llegando los sesenta y tres varones y las cuatro damas que se han inscrito en esta carrera. Entonces alguien de la organización, que hace una ruidosa cuenta de los atletas, grita: "¿Falta alguien?". Otra vez grita. "Por favor, alguien me diga: ¿Estamos todos?".

No, señor.

Sucede que mucho más atrás, en las últimas posiciones y a unos tres kilómetros de distancia, va corriendo en pelotas la funcionaria de una compañía de seguros de Córdoba y abuela de dos pequeños cordobeses, la señora María Teresa Salcedo, una excelente mujer cuyos senos son en verdad muy gordos, los cuales debe sujetar para que no se disparen con el trajín. Y también, señor, a su lado, siguiéndola con furia y determinación, va corriendo este minúsculo redactor. Ambos atletas han dejado atrás, velozmente, a una mujer embarazada de ocho meses y ahora, tanto la señora como el que escribe, están peleando sin tregua el antepenúltimo puesto que para ellos constituye la gloria. En ese instante se hace, jadeando, la pregunta:

—¿Por qué ha decidido desnudarse y correr esta maratón, señora?

—Yyy… ahora que lo preguntás… no tengo idea —responde Salcedo.

Y la atleta inconsciente sigue corriendo y el redactor también persiste en la carrera y así va, tras sus pasos, corriendo calato y pensando que hace tres días que está sin ropa. Hace tres días que se iniciaron las actividades del Encuentro Latinoamericano de Nudismo.

TRES DÍAS ANTES

Tres días antes, ese viernes de diciembre, este encuentro, cuyo objeto es estrechar lazos entre los nudistas del continente, inició sus actividades. A esa hora, ochenta y tantas personas fueron invitadas a sacarse la ropa y, como se podía anticipar, nadie soltó una risita nerviosa al contemplar el desnudo frontal del señor Mendieta, o puso una mirada perpleja sobre los senos de Norma Ortiz. Todos se sacaron los calzoncillos con la serena actitud de quien se va a la ducha y empezaron a conversar. Por ejemplo, el señor Andrade, nudista de Chile, le dijo al señor González, nudista de Colombia, que el clima (27 grados) resultaba muy idóneo para empelotarse y, de hecho, él era miembro y fundador de empelotados.cl, tribuna desde la cual promovía los beneficios de estar en bolas. El señor González le dijo que él era miembro de un movimiento nudista en fase formativa y que consta de cinco activistas muy esforzados que en la actualidad practican el nudismo indoors. Se encierran en las casas de cada cual y juegan a los naipes totalmente desnudos o bien juegan un estilo de póquer lascivo y a cada derrota en los naipes lanzan una prenda a los aires.

En ese instante apareció este redactor vestido con un short rojo y unos anteojos negros que, según parece, pretendían abstraerlo del entorno. Alguien, apuntándolo, dio la alarma: "¡Miren, un textil!". Y entonces cundió el pánico. Los textiles son los ciudadanos que han decidido transitar por la vida usando vestuario y que producen escenas de pavor en los nudistas acérrimos. Una mujer madura se acercó al textil y le dijo que por favor se sacara el short o se fuera inmediatamente al mundo de los textiles. Esto implicaba un extenso traslado, dado que el bluyín más cercano estaba a quince kilómetros. El redactor quiso pactar un desnudo parcial (solo torso), pero luego, agobiado, se desprendió de sus ropas. Se quitó el short y supuso que alguien, qué sé yo, el joven nudista Rojas, que tenía dotes para el humor, lanzaría un comentario satírico. Imaginó, en un delirio de al menos veinte minutos, que nadie le quitaba los ojos de encima, escuchó presuntos murmullos, risitas de mujeres. Pero sucedió esto:

Nadie dijo nada, ni lo miraron, ni se percataron de su presencia. Los nudistas estaban concentrados en asuntos de trascendencia. Uno de esos asuntos era que los participantes iniciaban unas informales charlas.

INFORMALES CHARLAS AL DESNUDO

Estaban sentados sobre un tablón de madera, enrollando unos tallarines, cuando alguien dijo: "¿Acaso seremos exhibicionistas?". El representante de España, el señor Gil, paradójicamente dotado de inteligencia, se puso de pie y dijo: "De ninguna manera". Dijo: "No confundamos las cosas… ¡Esto no es exhibirse!". "Pero le veo el pene, señor", dijo Lorca, un nudista atrevido. "Pues, sí", dijo el señor Gil, "efectivamente se me ve el pene, pero es porque estoy desnudo y me liberé de las trancas… ¿Es eso anormal?". Y todos, unidos, acordaron inmediatamente que no había nada anormal al estar en un contacto directo con la naturaleza. Incluso permanecerían estoicamente en bolas el tiempo que fuera necesario porque la filosofía nudista dice con claridad que el estar desnudos es una forma de pureza que enriquece el cuerpo, porque lo tonifica, y el espíritu, porque lo libera. Se levantó una mano. "Diga, Mondaca", dijo el señor Gil. Y el señor Mondaca dijo: "Quería decir que nosotros amamos la naturaleza". Y el señor Gil alzó la voz:

—Nuestra postura es el naturismo. Y lo que no es natural es estar vestidos —gritó.

Y todos celebraron. La ropa, acordaron, es una convención que perjudica a los seres humanos. Tras aquello, el señor Gil comentó que es muy difícil el nudismo en zonas conservadoras. Y otro contó que una vez un burro quiso hacerle el amor a una vaca y, por el ímpetu, la arrojó a un barranco y la vaca murió. Hubo una demanda contra el burro y sus dueños. Y este fue el dictamen del juez: el burro es inocente, porque la vaca lo provocó al pasearse desnuda y con las tetas al aire.

—¿Y hay degenerados dentro del nudismo? —preguntó uno de los primerizos.

Y el señor Rojas, un nudista que ha creado una playa de nudismo en Chile, dijo que los degenerados pueden estar en todas partes. Y muchos pervertidos intentan infiltrarse en las filas del naturismo, pues imaginan orgías, desenfreno erótico y mujeres excitadas de forma permanente. "Irreal todo", dijo Rojas. "Una falacia", dijo Mondaca. "Pero el hombre se excita fácilmente, no lo digo por este Encuentro, por favor, no, lo digo en general", dijo el joven Lorca. Y el nudista Riquelme dijo: "A todos, en algún momento, se nos para el miembro en esta actividad. Pero, bueno, son reflejos". "¿Se le para el miembro, Riquelme?", preguntó, alarmado, Mondaca. "Sí, compañeros, a veces se me para", confesó Riquelme. Y todos miraron el órgano de Riquelme y luego se calmaron porque el órgano de Riquelme estaba sentado. Allí se produjo un silencio.

Acto seguido todos seguían enrollando sus tallarines, conversando de los variados asuntos de la desnudez, hasta que inesperadamente se abrió allí un paréntesis: un nudista casi fallece.

(Un nudista casi fallece... El nudista Rodolfo M. estaba compartiendo animadamente ese almuerzo, cuando, tras elevar de forma consecutiva su copa y gritar novedosos brindis en pro de tal o cual causa naturista, sintió un malestar en zona pectoral, el cual comunicó a los comensales más cercanos. Se produjo un momento de tensión, y Rodolfo M. fue impulsado a ponerse de pie y recostarse en el pasto. En ese instante, Rodolfo M. comenzó a sufrir temblores y el nudista Enrique, médico avecinado en Neuquén, y la nudista Norma Ortiz, enfermera titulada, fueron en su ayuda. Le alzaron los brazos y la garganta. Pero Rodolfo M. empezó a desvanecerse. La carga emotiva de la escena era muy grande porque Rodolfo M. dio un alarido, esa clase de gritos que anteceden una catástrofe, y luego expulsó los tallarines y soltó gotas de orina. Afortunadamente el nudista Enrique y la nudista Norma culminaron una exitosa tarea que contó con el respaldo mental de este redactor y Rodolfo M. volvió en sí. De esta forma se pudo apreciar que los nudistas presentes se unieron todavía más, respiraron aliviados y así podemos ya cerrar este estremecedor paréntesis.)

Y bueno, como el rostro del señor Rodolfo M. se empezó otra vez a colorear, la velada renovó su vigor. Esa noche vino una cena de gala desnuda. Una mujer nudista planteó allí sus dos pudores: que se le vea el vello de las axilas y que le circulen de improviso fluidos vaginales. Recuerda el reportero que en ese instante dejó bruscamente de comer, pidió permiso y se fue caminando sin calzoncillos a su refugio para dormir y prepararse para los formales foros del día siguiente.

FORMALES CHARLAS AL DESNUDO

Se había montado un pequeño estrado y ya los nudistas esperaban que el organizador, Miguel Suárez, dijera unas palabras. Sin embargo, Suárez tomaba oxígeno para iniciar su discurso, cuando dos interrupciones aparecieron vestidas con pantalones. Dos seres humanos, un hombre y una mujer, ambos completamente adscritos al movimiento textil, venían en dirección al escenario. Dado que en el ambiente nudista el mundo se vive a la inversa y por tanto los depravados andan vestidos, se pudo advertir que, instintivamente, más de algún nudista pensó en llamar a la policía y avisar a gritos que dos personas con ropa caminaban por un jardín. Vino la calma: aquel invasor de la camiseta Lacoste era el Intendente de Tanti y se acercó con calma a los ochenta adultos desvestidos que tenía frente a sus ojos. Pidió el micrófono para alentar, con palabras memorizadas aunque elogiosas, el evento. Luego saludó con los brazos, dio la espalda y se fue. El redactor, desnudo en la última fila, lo siguió fijamente con la mirada y le pareció ver esto: el Intendente se iba aguantando una carcajada.

De ahí en adelante vinieron una serie de discursos. Por citar un caso, se dirigió a los presentes la señora Mieke Choi, natural de Bélgica, actual secretaria de la Federación Internacional de Naturismo y todos la aplaudieron. Luego vinieron otros. Y otros. Y los foros de discusión se abrían al máximo y durante tres horas analizaron si ellos eran naturistas o nudistas. Posterior a eso comenzaron a hablar de tantas otras cosas: los menores en el nudismo ("crecen más sanos"), los homosexuales en el nudismo ("igualdad"), los abuelos en el nudismo ("no hay edades: el cuerpo es solo un envase"), el vacío generacional que se viene para la actividad ("preocupación ¿acaso alguno ve recambio?"), los que se desnudan acompañados de la familia ("eso lo aplaudimos"), la escasez de mujeres en la actividad (mujer: "somos menos del 30%") y el problema de los hombres solos (hombre: "No nos dejan entrar a ciertas playas por ir solos… ¡basta!"), la realidad del fenómeno en América Latina ("relativo crecimiento"), la realidad del fenómeno en Argentina ("estancada"), el porqué Argentina tiene sólo una playa para nudismo ("es la desorganización"), la cual más encima ha sido invadida por pervertidos que se penetran unos a otros y ríen ("orgías que no compartimos, al menos en público"). En fin, en el Encuentro Latinoamericano tocaron todas esas materias en el transcurso de siete horas para finalizar, después de todos los análisis, con la conclusión de que el nudismo es el mejor camino para la felicidad y el cuerpo desnudo nunca puede ser obsceno porque es un regalo de Dios.

Amén.

EL FANTASMA DE TANTI

Durante la última noche muchos participantes decidieron beber. Entre las nueve y las once de la noche, en la mesa del fondo, un hombre, el señor R., pidió más vino. Según se indicó, el señor R. quería tomar mucho vino para poder contar sus pensamientos. Sus pensamientos eran metafóricos. El señor R. aspira a que todo el mundo, sin excepción, sea nudista. Y que uno entonces vaya a comprar el pan y lo atienda un vendedor desnudo, y si hay un desnudo delincuente, la policía desnuda lo pillará y lo llevará a la peligrosa cárcel llena de hombres desnudos. Y el hombre desnudo que maneja el bus, trasladará a cientos de personas que desnudas se dirigen a sus trabajos, donde lo recibirá una secretaria que, desnuda, mira de soslayo una teleserie de actores desnudos, y otros veces mirará las noticias en que el presidente del país, desnudo, pero con una banda que lo distinga, porque la fantasía del señor R. no es del todo caótica, dictará nuevas normas y reglamentos para vivir en una apacible desnudez.

Para el señor R. esta forma de vivir sería la felicidad. O, más bien, esa forma de vivir es la única posibilidad que, textiles y nudistas, tenemos para alcanzar la felicidad.

A las doce de la noche, todos los nudistas se retiraron a sus aposentos. El señor R., que dormía en una carpa solitaria, y que por las noches se disfrazaba de fantasma, untándose todo el cuerpo con una crema blanca que alejaba a los insectos, se despidió con un apretón de manos y pidió disculpas, pues no solo estar desnudo libera la mente, sino que a veces también lo hace el vino. "Mañana los quiero ver", amenazó. Y los que lo escucharon, no por miedo, sino por atletismo, empezaron a prepararse para correr. Al darse vuelta notaron que el fantasma ya había desaparecido y roncaba en la oscuridad.

A UNAS LÍNEAS DE LA META

Han cruzado la meta sesenta y dos varones y dos mujeres, pero, allí, cada vez más cerca, y todavía peleando el antepenúltimo puesto, van corriendo la señora Salcedo y el minúsculo redactor. Ven, a una distancia de doscientos metros, la meta y a una multitud de empelotados que aplauden. Ellos, los valientes atletas, no se detienen, aunque al menos el redactor se pregunta con honestidad: ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué hago esto? Y etc.

La señora Salcedo toma los últimos metros con mucha seriedad. El redactor cae en una fatiga. Su mente se despega del cuerpo y, en ese momento, comienza a repasar, en un atmósfera onírica, todo lo que ha visto en estos días. Comienza a recordar que le vio los genitales a tantas personas de sesenta años, que vio a un hombre que vomitaba tallarines y casi muere, vio muchos vellos en todas partes, vio a unas personas maduras hablando de sindicalismo nudista, vio a un nudista fumar marihuana y luego hablar de su maestro, el nudista Rossi, vio el aparato masculino más pequeño que ha visto en su vida, vio y escuchó a un hombre que hace clases de yoga nudista, vio a muchos hombres maduros y serios con sus genitales depilados, vio a un señor de sesenta y cuatro años con una argolla en la base de su pene y que lo hacía más vital en el sexo, vio a muchos correr, reír, bailar, brindar y hacer todas esas cosas que hacen los humanos y que él, el redactor, no se explica por qué las hacen sin ropa, y vio, en suma, a casi cien personas que no pertenecían a su mundo, pero a las que nadie les podía quitar el goce de estar así, simplemente en bolas.

La señora Salcedo cruza la meta.

Diez metros después este redactor consigue el penúltimo puesto de la Segunda Maratón Nudista de Tanti.

Algunos lo felicitan, le ofrecen un vaso de agua, lo animan, le pasan inexplicablemente un trofeo. Él agradece, da las gracias a todos, estrecha la mano del organizador Miguel Suárez, se va hacia sus cosas. Mira el entorno y planea el regreso. Y entonces ahí, después de tres días desnudo, finalmente se pone sus pantalones y culmina este informe.