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9 de marzo de 2005

¿De quién es el parque?

Quiénes son y quién le paga al grupo de hombres de open que ejerce en el parque de la 93, en Bogotá, un control discriminatorio de quiénes pueden entrar o no a este espacio público. SoHo denuncia un abuso que no tiene explicación.

Si usted va al parque de la 93, en Bogotá, seguramente se encuentre con quince tipos uniformados con chaquetas azules oscuras, que tienen un logo que dice "Open Logística". Todos están intercomunicados con radios y se paran en las esquinas con aires de vigilantes del perímetro del parque de la 93. ¿Sabe lo que hacen? ¿Sabe para qué están ahí? SoHo lo averiguó: para impedir el paso de las personas que consideren andrajosas. No sospechosas de ser peligrosos delincuentes, sino andrajosas: miden la facha de cada quien, y si intuyen que provienen de barrios populares, y que pueden ingresar al parque para pedir limosna o a realizar ventas ambulantes, se abrogan arbitrariamente el derecho de vetar su entrada. Su entrada a un lugar público, a unas calles que son del Estado y en las cuales todos tenemos derecho a caminar. Todos. Así la facha no les guste a los señores de Open.
Conscientes de que semejante acto arbitrario, que, guardando las proporciones, es una versión liviana del origen de los paramilitares (gente del sector privado que se apropia sin permiso de una facultad que está en cabeza del Estado), y sabiendo que este tipo de actos de exclusión social son la causa de muchos de nuestros males, SoHo grabó la forma en que detienen a la gente que ven mal vestida o sucia y le impiden ingresar a este espacio público. El personal de la supuesta logística es contratado por algunos bares de la zona y tiene esa insólita misión: mantener a los indigentes y vendedores ambulantes alejados del sector, como si tuvieran la autoridad de hacer algo que solo pueden hacer entes como la Policía.
En este imperdonable gesto de clasismo la irregularidad es evidente: el personal de Open Logística no tiene licencia de la Superintendencia de Vigilancia para cumplir labores de seguridad y vigilancia. Es más, esta entidad les ha ordenado suspender esas actividades ilícitas so pena de imponerle a Open multas durante el tiempo en que desobedezcan su mandato.

Modus operandi
La cosa ocurre así. A eso de las cinco de la tarde de los jueves, viernes, sábados y domingos festivos, empieza a llegar el personal de Open, en su mayoría estudiantes, a veces de bajos recursos, ellos también, lo cual hace que cada episodio sea más triste: gente humilde que termina peleando con gente humilde por seguir las órdenes de los dueños de los bares.
Bien: se reúnen en la licorera de enfrente del restaurante Cábala. Los vendedores ambulantes que durante todo el día han estado alrededor del parque empiezan a irse. Saben que si no lo hacen la gente de Open les pedirá que lo hagan. Y así es. Luego de hacer esa especie de limpieza social y percatarse de que no queden vendedores ni limosneros por la zona, se esparcen por todo el parque y en cada uno de los siete accesos se para alguno de ellos. El coordinador del grupo, junto a dos o tres enchaquetados más, se dedican a patrullar.
Cuando se acerca al perímetro que ellos vigilan alguien con pinta de limosnero, de vendedor ambulante o de ladrón lo abordan de inmediato (según dicen, lo detectan "por su facha" y por estar "muy mal vestido y sucio"). Le preguntan hacia dónde va y, cuando quiere ir al parque, le informan que está prohibido pasar. Si pregunta quién lo prohíbe, dicen que cumplen órdenes de la gente de los negocios y de los que administran el parque. Si se niega a retirarse, llaman a la Policía.

Eso fue justo lo que les pasó a dos mujeres a las que SoHo les pidió intentar llevar a sus hijos a jugar en los columpios del parque de la 93 con un micrófono oculto en su ropa. Las detuvieron y les prohibieron el paso, pero gracias a la ayuda de alguien "bien vestido" que pasaba, lograron llegar a su destino. Pasado un rato, en los columpios las abordaron dos guardias de Metro Seguridad, la empresa que contrató la Asociación Amigos del Parque de la 93 para vigilar este bien que la Defensoría del Espacio Público les entregó en administración, con la obligación principal de permitir el libre acceso y circulación de toda la comunidad.
Los de Metro les explicaron que si las veían pidiendo limosna con los niños debían llamar a la Policía de Menores para que se los llevaran al Bienestar Familiar pues era un delito y podían perder la custodia de sus hijos. Tenían razón. SoHo consultó a ese instituto y pedir limosna está prohibido cuando se involucra a menores. El delito se llama mendicidad y tráfico de menores y tiene una pena de uno a cinco años de cárcel. Pero a los de Metro no les interesaban realmente los menores. Cuando ellas preguntaron si debían irse, uno de ellos contestó: "Sí. ¿Saben a dónde pueden ir? Por allá al parque el Virrey que queda como a cuatro cuadras de aquí, allá sí pueden pedir, pero acá no". Se fueron con sus hijos, sin haber pedido en ningún momento dinero y sabiendo que, por algún extraño motivo, solo en este exclusivo parque se aplicaba con rigor esa norma del Código Penal.

Sin licencia para vigilar
SoHo también habló con Luis Gonzalo Pérez, director jurídico de la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada y supo que Open no tiene licencia para actuar como empresa de vigilancia y seguridad. Sus funciones son de logística, cosas como acomodar a la gente, pedirle su boleta y evacuarla en caso de emergencia durante eventos o conciertos. Bajo ninguna circunstancia, explicó, pueden atribuirse el derecho de impedir que ninguna persona pase por el espacio público pues no tienen autoridad para ello. Eso, aunque todos los locales del parque de la 93 se pusieran de acuerdo. Tiene claro que el lugar no es de propiedad privada.
Open tiene historial en la Superintendencia. A raíz de un reclamo que los acusaba de haber solicitado identificaciones, haber realizado requisas y haber impedido el acceso de gente "indeseable" a otro espacio público, y luego de confirmar que en el objeto social de la sociedad aparecía la palabra "seguridad", en diciembre del 2004, les ordenaron no seguir ejerciendo funciones de vigilancia y seguridad hasta que no contaran con licencia. De lo contrario, les pondrían multas de hasta diez salarios mínimos legales mensuales. Open dijo a SoHo que esto era una persecución y que todo lo que hacen, así tenga por fin la seguridad del parque, son acciones disuasivas, de logística e información a la Policía. Claro: la logística arbitraria de impedir el acceso de quien quieran.

La paga de Open
La Asociación de Amigos del parque de la 93 asegura que en algún momento contrató a Open, pero que cuando supo que no tenían licencia se cambió a Metro Seguridad. Los de Open dicen que ellos llegaron al parque gracias a los dueños de los establecimientos que no querían más problemas de seguridad e invasión del espacio público con vendedores ambulantes, mendigos y vendedores de rosas. No querían tampoco que las embajadas les siguieran prohibiendo a los extranjeros ir al parque de la 93. La instrucción, según ellos, era clara: desplazar a todas estas personas para evitar robos.
Dijeron que en este momento unos trece bares y restaurantes de la zona como la Pesquera Jaramillo, Osaki y el Salto del Ángel les pagaban. SoHo les preguntó si era cierto y solo el último lo desmintió.
Nuestra Constitución Política lo dice. Este es un Estado social de derecho, fundado en el respeto a la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran. Es un país, en el que todos tenemos derecho a circular libremente por el espacio público, en el que se presume la inocencia y en el que es necesario un permiso del Estado para realizar funciones propias de éste como las de seguridad y vigilancia. Indigentes o vendedores ambulantes no pueden ser vistos como ladrones por la ropa que llevan y unas chaquetas abollonadas tampoco le dan autoridad a nadie para dárselas de policía. Sin embargo, en el parque de la 93 todos acatan su rol y esos principios constitucionales se diluyen en el interés de unos pocos privilegiados. Los vendedores se quedan tranquilos en las afueras obedeciendo los dictámenes arbitrarios de un grupo que desobedece a la Superintendencia. Si dan un paso más, el mismo guardia de Open que les compró hace un momento un cigarrillo, les dice lo que le han dicho que debe decir: no puede pasar. Esa es la convivencia del parque, un lugar abierto para la gente Open.

La invasión de los valet parking
En agosto del año pasado, SoHo denunció la forma abusiva en la que los bares bogotanos Gavanna, Sayaka, Pipeline y Mizú instalaban durante las noches de rumba, sobre uno de los carriles de la calle 85 con carrera 13 y sobre el de la calle 80 con carrera 11 , dos valet parking, invadiendo el espacio público y dificultando el libre tránsito de los carros por la vía. Seis meses después nos pusimos en la tarea de confirmar si los abusos persistían. Encontramos que frente a Gavanna aún funciona el valet parking que denunciamos y que, además, este atropello ha sido imitado por otros, que frente a los bares Chamois y el Punto G, decidieron hacer lo mismo. Para la muestra estas fotos que casi no logramos tomar, pues los vigilantes de Gavanna salieron de inmediato a decir que estaba prohibido hacerlo por seguridad.

LA VERSIÓN DE LOS RESTAURANTES:
¿PAGAN O NO?
Amparo Rodríguez
Afrikafé

Otros sí le pagan a Open. Yo no. Todo lo del parque hay que hablarlo con la Asociación. A ella sí le pagamos para que lo administre.
En Africafé hay desde hace años varios vendedores. Yo hasta soy amiga de ellos. Si la gente no pone problema no hay por qué molestarlos. Sé que están tratando de vivir como todos nosotros.

Nicolás Santos
Osaki

Contratamos a Open por solidaridad con el parque, pues no son muy buenos para lo que necesita un restaurante. Les pago $20.000 los jueves, viernes y sábados.
Estoy de acuerdo con que no dejen entrar vendedores, pero no solo esos días sino todos. No sabía que no tenían licencia.

Hernán García,
Pesquera Jaramillo

Contrato los servicios de Open para evacuar a toda esa gaminería del parque, todos esos vendedores ambulantes que no vienen sino a robar a la gente. Eso limpia el sector y viene la gente. Es un espacio público pero lo pueden acabar. Lo de la licencia si no tenía ni idea Ya mañana mismo los reúno.

Camilo Giraldo
Salto del Ángel

No hemos contratado los servicios de Open. Nosotros tenemos una empresa de vigilancia exclusiva pues el Salto del Ángel es muy grande y lo necesitamos.