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16 de noviembre de 2004

Ginebra, Valle

Por: Eduardo Arias

En principio se presume que unas ciudades bautizadas como elixir de dioses deben ser toda una bacanal. Pero Ginebra (Suiza, Valle) no le hacen honor a su nombre. Ambas son tan apacibles como un buey cansado de arrastrar años y años el mismo arado.
Para comenzar, Ginebra Suiza... ¿Por qué le dirán Ginebra a una ciudad que se llama Genève, en alemán Genf y en inglés Geneva y no Gin? ¿Por qué en italiano es Ginevra? En fin, vaya uno a saber por qué en castellano le dicen Aquisgrán a Aachen / Aix-la-Chapelle y Ratisbona a Regensburg y ginebra al gin y...
"Ciudad internacional", manifiestan quienes pretenden promoverla como un eventual destino turístico. "El 40 por ciento de sus habitantes son extranjeros", rematan, en un intento no muy convincente por hacer creer que la ciudad que hizo famosos a Calvino y Rousseau no se rigen del todo por esa exasperante moral carcelaria que caracteriza a la gran mayoría de los suizos. País curioso, Suiza, donde es pecado mortal pasarse un semáforo en amarillo o jalar el agua del water después de las 10 de la noche, pero donde es muy bien visto hacer transacciones financieras con los dineros que produce el tráfico de drogas, de armas, con la plata que les robaron a sus pueblos los dictadores de África, Asia y América Latina.
Desde 1814, Ginebra es una ciudad suiza, muy suiza, rodeada de montañas francesas. Es un enclave helvético en la región de Saboya, entre los Alpes y el Jura. Cuando uno se asoma por la ventana, todo lo que ve detrás de la casa de enfrente o de un árbol queda en Francia. Todo, salvo un muy estrecho corredor donde el lago de Ginebra desagua en el río Ródano (el Rhône). A propósito, se dice que al salir al amanecer de una tertulia "en qué semejante rasca", el poeta León de Greiff y un grupo de amigos pasaron frente a un local llamado El Pollo Suizo, La Brasa Suiza, o algo así, y comentaron:
-Qué envidia, pensar que estos tienen un lago de ginebra...
-Y no solo eso. También tienen un río ron...
Y también tienen otro río, el Arve, muchos árboles, un envidiable historial de tolerancia -durante más de cinco siglos ha sido refugio de perseguidos religiosos y políticos- y una arquitectura amable. A diferencia de los horrores que ha cometido la Unión Europea con Bruselas, los edificios de las organizaciones internacionales se adaptan muy bien a la austeridad propia de la ciudad. Así, quienes no necesiten del agite de los demás y se encuentren a gusto consigo mismos muy seguramente se sentirán allí como en un paraíso, siempre y cuando les alcance el presupuesto. Ginebra también es un lugar ideal para tomar aliento si uno anda de trotamundos por Grecia e Italia y tiene que volver a París. Eso sí, nada de hacer compras. Mirar, pero no tocar.

"Durante el Festival del Mono Núñez esto es todo un espectáculo. Tenés que venir", comentan con entusiasmo los habitantes de Ginebra Valle. Pero no se trataba de visitar Ginebra en sus cuatro días de excepción, sino un día cualquiera, entre semana, como diría Juanes: un día normal.
¿Y por qué se llama Ginebra? El nombre se lo puso en 1954 el padre Aguilera, párroco del entonces corregimiento de Playas, municipio de Guacarí, quien había estado en Suiza y el paisaje de aquel lugar le recordó su estadía en aquel país. Así que a Ginebra Valle la bautizaron en el mismo año en el que Ginebra y Suiza fueron sedes del campeonato mundial de fútbol.
Si uno mira las cosas detenidamente no es un nombre del todo gratuito. Para comenzar, en el municipio de Ginebra queda el corregimiento de Costa Rica y a Costa Rica le dicen 'la Suiza de Latinoamérica'. Si uno llega en la mañana de un día nublado ese aterrizaje gris y sin casi visibilidad en Palmaseca podría ocurrir perfectamente en Genève-Cointrin. Ginebra Suiza. Ginebra Valle. La primera, una ciudad. La segunda, el casco urbano de un municipio. La primera, sede de una gran cantidad de organismos internacionales: Cruz Roja Internacional, Naciones Unidas, Organización Mundial del Comercio... en total son 190 las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que tienen su sede allí. La segunda, sede del Festival del Mono Núñez. En la primera se intentan preservar, entre otras cosas, el derecho internacional humanitario, el equilibrio comercial entre países ricos y pobres y, en general, la estabilidad global, amenazadas de muerte por los genocidios y las guerras. En la segunda se intenta preservar la música andina colombiana, amenazada de muerte por la basura de diverso pelambre que emiten las emisoras de radio a través de sus enlaces satelitales.
Llegar a ambas Ginebras implica desviarse de la ruta principal. Para ir a Ginebra Suiza toca subirse a un tren que vaya de Milán a París por el túnel del Simplón y hacer trasbordo en Lausana. Para ir a Ginebra Valle uno coge la vía Panamericana que va de Cali a Pereira y se desvía hacia el este al llegar a El Cerrito.
Ambas son ciudades muy caras. Ginebra Suiza obvio... todo se paga en francos suizos. Vivir en Ginebra Valle es más costoso que en cualquiera de los municipios vecinos. Incluso, alguien comentó que pagaba más por los servicios en Ginebra que en Cali. Tal vez esto tenga que ver con la fama que tiene Ginebra de ser "un pueblo de ricos", algo que era cierto hasta hace unos 100 años, y que se refleja en las casas de las haciendas vecinas.
Ambas ciudades son punto de encuentro. Ginebra Suiza, de los delegados de las 190 organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que allí funcionan. Ginebra Valle, de las cientos de familias de la región que los domingos (en especial Día de la Madre y Día del Padre) van en busca del sancocho valluno, del arroz atollado, de las tostadas de plátano y el manjar blanco en alguno de sus 31 restaurantes típicos (sin contar con los corrientazos que ofrecen esos mismos platos), que han convertido a Ginebra en la gran meca gastronómica del sur del departamento del Valle.
Uno de los atractivos de Ginebra Suiza es que en un día despejado se puede ver en toda su majestad el Monte Blanco. Ginebra Valle no se le queda atrás: tiene una vista privilegiada sobre los majestuosos picos del Parque Nacional Natural Páramo de las Hermosas.
Tanto Ginebra Suiza como Ginebra Valle están rodeadas de viñedos. Suiza, aunque no es potencia vinícola, produce desde hace décadas sus buenos vinos a partir de las cepas sembradas en los bordes montañosos del lago de Ginebra. En Ginebra Valle no fabrican vinos, pero ya hablan de cepas mejoradas gracias a la visita de un experto chileno y sueñan con llegar algún día a fabricar vinos de verdad, verdad. Por ahora, lo único que está claro es que con esas uvas hacen un jugo delicioso, con mucho cuerpo, que es base de la dieta de los habitantes del lugar.
Obviamente no todo es tan simétrico. Ginebra Suiza tiene su lago, en cambio, el más cercano a Ginebra Valle es el lago Calima. Ginebra Suiza es un centro financiero de primer orden mundial y en Ginebra Valle a duras penas funciona un cajero ATH.

Si el símbolo de Ginebra Suiza es un chorro de agua que se eleva como 150 metros (el Jet d'eau), el de Ginebra Valle debería ser esa virgen desproporcionadamente grande que adorna la iglesia de Nuestra Señora del Rosario. Una virgen blanca, imponente, casi tan alta como las torres del campanario domina la plaza principal, en la que crecen enormes árboles. Muchas personas circulan en bicicleta y se ven muchos más camiones que carros particulares. No es una ciudad que se destaque por su arquitectura. Sin embargo, resulta muy agradable caminar por sus calles amplias donde circula el aire y por eso la ciudad es más bien fresca.
Los ginebrinos, vecinos cercanos del ingenio Pichichí, viven de la agricultura y del turismo. Desde 1976, cuando las monjas de La Inmaculada instituyeron el Festival del Mono Núñez, Ginebra se convirtió no solo en un destino musical, sino también gastronómico. En Ginebra Valle los policías se aburren (como en Suiza) y, sobre todo entre semana, la ciudad enmudece después de las 9 de la noche.
Otro atractivo de Ginebra son las casas de las viejas haciendas, muchas de ellas abiertas al público, porque en ellas funcionan restaurantes. La más famosa es Belén, la casa de Benigno 'El Mono' Núñez, a unos tres kilómetros del casco donde viven sus hijas María Teresa y Melba, acompañadas de cuatro gatos y unos 14 perros labrador. Allí funciona el restaurante La portada de Belén y también un pequeño museo donde se conservan sus instrumentos de cuerdas, otros objetos personales y pinturas de las distintas haciendas y casas donde 'El Mono' y sus amigos realizaban sus reuniones musicales. Pero no es el único. También están Puente Piedra, una casa republicana en el piedemonte con vista al valle, Albania, Molino Viejo -que conserva un viejo acueducto de piedra-, y otras construcciones modernas que conservan (o al menos lo intentan) el espíritu de las viejas haciendas.
Pero tal vez el principal tesoro de la ciudad, oculto para casi todos los visitantes, es su escuela de música, uno de los proyectos que nacieron como consecuencia del Festival y que hoy lo desarrolla la Fundación Canto por la Vida. Desde hace once años un grupo de maestros comenzó a trabajar en las cinco escuelas y los dos colegios del casco urbano de Ginebra. Los niños que definitivamente se sienten atraídos por la música continúan su educación, un bachillerato musical que les permite ocupar sus tardes. Además de teoría musical aprenden a tocar diversos instrumentos (cuerdas, percusión, teclados, vientos), a cantar, reciben cursos de expresión corporal, trabajan en un taller de construcción de instrumentos musicales y conforman agrupaciones (estudiantinas).
Aunque de este bachillerato han salido músicos muy destacados que llegan muy bien preparados a las escuelas de música de universidades como la Javeriana, de Bogotá, y la del Valle, en Cali, el objetivo es formar seres humanos que, a través de la música, se vuelvan sensibles no solo a sus raíces culturales sino también a la tolerancia y el respeto.
El programa trabaja con 700 niños en todos los niveles y ya se ha extendido a escuelas de Costa Rica. Además, se han inscrito jóvenes de ciudades vecinas como Buga y Guacarí.
Este proyecto, que depende de aportes externos y que ha estado a punto de desaparecer en más de una ocasión por falta de recursos, es un muy buen ejemplo de cómo construir paz a través de la prevención. Basta asistir a un par de horas de clase para darse cuenta de cómo, a través de la música, no solo se rompen las barreras sociales sino que también los niños, por lo general condenados a pasar sus tardes pegados al televisor o en las calles, aprenden el que puede llegar a ser su proyecto de vida o, al menos, invierten su tiempo libre en desarrollar sus aptitudes de una manera creativa y libre.
En Ginebra, como en todo el Valle, uno siempre se siente en el paraíso y dan ganas de ir y volver una y otra vez. Pero si algo pagó la ida, fueron estos niños y jóvenes con sus maestros alrededor de un proyecto que, sin la retórica de las banderas, los himnos y las instituciones, invita a sentirse orgulloso de esta tierra y optimista por su futuro. Al menos por uno de sus posibles futuros.
Eso sí, se hace necesario señalar una anomalía: en Ginebra es imposible conseguir ginebra para brindar como es debido por Ginebra.