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12 de junio de 2006

Gourmet hasta el café

Por: Juan Manuel Moreno J.

Para Argentina, la carne es su producto insignia; para Chile, los vinos son su producto de mostrar en sus mejores mesas; en Colombia, tenemos el café. Sin embargo, a diferencia de los dos países anteriores, se presenta un pequeño inconveniente: no consumimos el mejor café y, no conformes con ello, no lo sabemos preparar. No peco de falta de afecto con mi país, pues la situación es real, el café que nos dan en los negocios populares proviene de una greca con un café recalentado de todo un día y el de los restaurantes de cierto nivel proviene de las maquinas de café espresso, pero con baristas mal capacitados y con un producto de tan baja calidad, que sería prácticamente imposible obtener los verdaderos aromas y sabores de un excelente café.
Tuve la fortuna de visitar una de las haciendas de café de origen de Colombia, concepto que se quiere implementar en el país y en el mundo para lograr posicionar al café como un producto gourmet. Esta figura pretende igualarse con los terroirs en los vinos, haciendo que el café que provenga de determinadas haciendas o regiones garantice una adecuada calidad y cuidado, para presentarnos un producto de altísima calidad. En Colombia, una de las más conocidas es Mesa de los Santos y mi visita fue a Hacienda Venecia.
Estas iniciativas de los cafés de origen no pueden producir cafés económicos, porque requieren estándares de calidad muy altos, además de un elevado grado de compromiso de los propietarios y de los recolectores del grano, para poder garantizar la calidad del producto. Factores como lograr un bajo porcentaje de grano verde que sea amigable con el medio ambiente, generar bienestar social y lograr una caficultura sostenible, genera que la diferencia de valores con el café habitual sea del doble o del triple.
En este aspecto del costo tengo una teoría, de una libra de café se obtienen setenta tintos. Si tomamos en cuenta un valor de diez mil pesos que vale una libra de café de Hacienda Venecia, cada tinto estaría por el orden de los $145, lo que no es para nada costoso si se trata de disfrutar del verdadero sabor y aroma del café colombiano.
Todo lo anterior tiene un sentido y es proponerles que apoyemos estas iniciativas de nuestros caficultores por presentarnos un producto de primera calidad y que nos preocupemos por tener en nuestras casas cafés de primer nivel, así como exigir que en los restaurantes nos cobren el café, pero que nos presenten el mejor producto nacional. Procuremos exigir productos nacionales y que así como en las cartas nos dicen la marca y el origen del vino que nos tomamos, se haga lo mismo con nuestro café. Apoyemos estas iniciativas que procuran presentarnos lo mejor de nuestra producción nacional.
A mis lectores les voy a obsequiar un café Hacienda Venecia para que sientan la diferencia, y averígüenlo en los restaurantes gourmet de la ciudad, en sitios como La Bagatelle o Leo, Cocina y Cava (a quien felicito por su extraordinario restaurante, rescatando lo mejor de nuestra tierra), que ganó su distinción por creer en lo nuestro y no podía quedar por fuera de una iniciativa como esta.
Cerciórense por ustedes mismos en www.haciendavenecia.com