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9 de marzo de 2005

Testimonios

Contra Gustavo Cerati

El periodista Daniel Riera no se deja deslumbrar por el mito viviente en que se convirtió el ex líder de Soda Stereo. Memorial de agravios contra un músico que parecía intocable.

Por: Daniel Riera

Estoy tratando de escuchar un disco de Gustavo Cerati que se llama Canciones elegidas 93-04 y no puedo pasar de la tercera canción porque me vence el aburrimiento. Estoy pensando en el justiciero stencil con el rostro de Cerati y la frase "Viejo Choto" que inundó las paredes de Buenos Aires allá por el 2003. Un "viejo choto" es, en el lunfardo de Buenos Aires, un viejo arruinado, gastado, superado por la época, alguien que ya es parte del pasado. Creo que el mensaje funciona porque lo ofende a Cerati, que vive presumiendo de su condición de moderno, pero también creo que el problema verdadero no es la edad que denuncia la cédula: la paso muy bien escuchando discos más o menos recientes de Leonard Cohen, que hoy tiene 70 años, o de Lou Reed, o de Bob Dylan o de los Stones, o de David Bowie. Vale decir, el problema con los temas de Cerati, con los discos de Cerati, con los shows de Cerati, no es que sean "viejos". Es que son chotos. Es que no sucede nada en ellos. Es que no sucede nada con ellos. Me tiene sin cuidado la papada de Cerati (hay otro stencil que circuló por Buenos Aires, con la misma imagen de Cerati y la leyenda "Papadas totales"), aunque estoy seguro de que a él no, y me importa tres carajos que se le esté cayendo el pelo. El problema es que se le están cayendo las mañas, o mejor dicho, que se le cayeron hace ya bastante tiempo. Y si este disco se llama Canciones elegidas y no Grandes éxitos no es porque Cerati haya elegido lo más distinguido de su repertorio solista en desmedro de lo más popular: es porque no hay ni un solo hit en los once años de carrera solista de Cerati (digo once años porque, aunque Soda Stereo se disolvió en 1997, Cerati saca discos por las suyas desde 1993). Aunque existen casos de grandes ignorados en la historia del arte, creo que aquí la indiferencia es parienta de la intrascendencia. Y estoy seguro de que Gustavo Cerati piensa exactamente lo contrario: que las masas lo abandonaron porque está en una etapa experimental de su carrera, porque su mundo interior es tan rico y tan complejo que la gente se queda afuera de su viaje.

La saga de Cerati solista comenzó en 1993 con Amor amarillo (1993) y continuó con Bocanada (1999), la banda de sonido de la película + Bien (2001), Once episodios sinfónicos (2001), Siempre es hoy (2003) y Reversiones (2003), un disco de remixes de los mismos temas de Siempre es hoy. Está claro que Amor amarillo, sin ser una maravilla, es el mejor de todos (y también que la mejor canción de Amor amarillo es Bajan, de... Luis Alberto Spinetta).. Está claro, también, que los últimos son los peores y ya dije lo que pienso sobre Canciones elegidas 93-04. Me enteré de que hace unos meses formó un trío de laptops: no quiero ni pensar en lo tedioso que puede llegar a resultar eso. Una vez escribí en la revista de noticias ficticias Barcelona una nota titulada ‘Gustavo Cerati se quedó dormido en su propio concierto‘. Imaginaba allí que su tecladista Flavio Etcheto había disparado un hipnótico loop durante un concierto en Santiago de Chile, que el sueño había vencido al pobre Cerati y que ni siquiera las diez mil personas que le gritaban "despiértate, huevón" habían logrado despertarlo. La nota produjo un efecto inesperado: fue como ese cuento en el que todos se niegan a admitir que el rey está desnudo hasta que alguien se atreve a enunciar la verdad en voz alta. Desde entonces, unos cuantos periodistas de rock se animaron a reconocer que la música del astro les generaba un profundo sopor, aunque muchos siguen incluyéndolo en el bando de los inquietos y los audaces tan solo porque usa máquinas.

Deberíamos rastrear el origen del problema en el día en que Cerati se convenció de que era un músico "serio". Si analizamos las canciones de Cerati solista y las comparamos con las de Soda, descubriremos que ahora falta algo esencial que entonces abundaba: humor, conciencia de la propia levedad, deseos de divertirse y de divertir al prójimo. Aun si admitimos que es perfectamente válido que la letra de una canción apueste a la sonoridad de las palabras, no deja de ser llamativo que ninguna de las canciones del último Cerati verse sobre nada. Podemos hacer una excepción con Tu locura, que versa sobre la locura precisamente porque fue escrita por encargo para un programa de televisión que se llamaba Locas de amor... pero fuera de eso, nada. Tomemos, por ejemplo, Paseo inmoral. Veamos: "Estoy detrás/del corazón/moviéndolo lentamente Háblame/no logré sobrevivir/ dentro del caparazón/ Y después de un paseo inmoral/noches de longevidad..." ¿Qué será exactamente una "noche de longevidad"? Las canciones de Cerati son pródigas en frases por el estilo, frases que jamás perdurarán en la memoria de nadie, porque no han sido escritas para eso sino para entrar en la métrica y para utilizar la formidable voz de Cerati como un instrumento musical atractivo.

Durante el fatídico 2001, Cerati quiso aportar su granito de arena a la tragedia argentina y editó dos discos. En Once episodios sinfónicos se dedicó a estrangular con grandilocuentes colchones de cuerdas a una serie de canciones de Soda Stereo que estaban perfectas así como estaban. En la banda de sonido de la película + Bien... ¿qué decir?, ¿la escucharon?, ¿verdad que hace falta un ego gigante para tomar la decisión de editar algo así y pretender que los demás paguen por ello? Seamos benévolos. Consideremos a ambos como rara avis, proyectos especiales, experimentos puntuales. Nos quedan, entonces, Bocanada y Siempre es hoy, que oscilan entre la letanía tecno y la languidez absoluta. Dos discos que suenan de un modo impecable, grabados por músicos de impecable técnica en estudios impecables con ingenieros de sonido impecables, mezclados y masterizados en forma impecable. Dos discos en los cuales no pasa nada. El periodista Alfredo Rosso, prócer de la prensa rockera argentina, me dijo alguna vez que los discos no tienen que ser "buenos", sino "necesarios": que deben "dejar una huella" y "proyectar su sombra en el suelo". No menos de tres discos de Soda (digamos Signos, Doble vida, Canción animal, aunque no sería descabellado extender la lista) aprobarían un examen tan riguroso. Ningún disco de Cerati solista es "necesario".

En cada nuevo trabajo, Cerati demuestra que está al día con lo que está pasando en el mundo. Y si en la época de Soda Stereo se las arreglaba para reinventar su banda de tanto en tanto y caer siempre bien parado, ahora se limita a mantenerse a tono con la época al altísimo precio de la dilución de su identidad como artista. Puede que su música no sea incolora, pero sí es indolora e insípida. Podría haber sido concebida en cualquier lugar del mundo donde existan una conexión de internet de banda ancha y una señal que sintonice la MTV. Hace veinte años se preguntaba ¿por qué no puedo ser del jet set? Ahora ya no se lo pregunta más porque ahora sí forma parte del jet set y con frecuencia podemos ver su foto en la "vidriera" de todas las revistas de ricos y famosos, usufructuando una fama que le llegó en momentos más creativos que este. Está en desfiles de moda, inauguraciones de restaurantes, fiestas de marcas de cigarrillos, presentaciones de balnearios en la costa atlántica argentina, ceremonias de esas que organizan los RR PP al solo efecto de que las "vidrieras" informen luego que allí hubo gente como Gustavo Cerati, el ex integrante de Soda Stereo.

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