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10 de abril de 2006

Le tengo el Cartier

Por: Alan Bursztyn

¿A quién no le ha sucedido que, al ir caminando por la calle, se le acerca un vendedor ambulante y le dice "Mono, le tengo el Cartier. Original, mono, se lo juro. Mírelo sin compromiso. Cartier original por solo 250.000 pesitos."?
Cada vez que me enfrento a esta escena me pregunto quién puede ser tan bruto como para comprar un reloj de estos. Y, para mi sorpresa, siempre compruebo que brutos de esos en Colombia hay por montones. Si no fuera por ellos -y si no fueran tantos- no habría en este país tal cantidad de vendedores ambulantes especializados en relojes chimbos.
Como la escena se repite a diario en ciertas esquinas del parque de la 93, de la zona T y del Centro Internacional, en Bogotá, es fácil construir el perfil de los tipos que suelen comprar estas obras imperfectas de la falsificación: por lo general se mandan hacer la manga izquierda de la camisa más corta, para que se les vea el reloj. Suelen llevar un estuche y dos esferos Mont Blanc falsos en la solapa de la camisa, y tienen puestas unas gafas Guci, aunque el cielo esté gris plomizo. Sí, leyó bien: Guci. Por lo general, estos personajes ignoran que la marca original se escribe Gucci. entre otras razones porque se han acostumbrado a comprar donde no toca. No me extrañaría que sus esposas tuvieran colección de carteras Luis Buitrón o Pierre Cafam.
Otra cosa: estos personajes -entre los cuales no debe extrañar que aparezca un amigo cercano o un primo no tan lejano- están convencidos de que nadie se da cuenta de que lo que llevan puesto es falso. Por eso, no temen chicanear y exhibir sus adquisiciones recientes como si las hubieran comprado en la tienda más elegante de los Campos Elíseos.
Pero siempre hay alguien que detecta la farsa, y esto suele ocurrir en el momento menos oportuno: en una comida en la casa de los suegros, en el cumpleaños de su mejor amigo, en una comida de negocios, o cuando su esposa o novia ingenuamente lleva el reloj a una joyería para que le cambien la pila, y tiene que pasar por la pena de que le digan que no se lo reciben porque no es original.
¿Relojes originales que venden en la calle a precios ridículos o que traen los amigos de ciertos viajes con el ochenta por ciento de descuento? No se dejen tumbar: de eso tan bueno no dan tanto.