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6 de mayo de 2004

Le va la madre a los teletubis

Ante todo debo confesar que llevo como dos años esperando este momento, no quiero desperdiciarlo y sé que estoy condenado a desperdiciarlo.

Por: Eduardo Arias

Porque si algo aberrante ha viajado por el cosmos a través de las ondas del espectro electromagnético, y quiero denunciarlo, son los teletubis(teletubbies). A su lado, los rayos gamma y los rayos cósmicos son una delicada caricia. ¿Cómo calificar de manera adecuada esta
aberración que toma por sorpresa a los niños y los vuelve adictos a semejante depravación? ¿Cómo denunciarla sin caer en una enumeración de adjetivos? ¿Cómo darle paso a una argumentación inteligente si de solo oír el nombre teletubis se me sube la sangre a la cabeza?
La madre a los teletubis. ¡Cómo se frotan, cómo se abrazan esos cuerpos rechonchos de peluche, esa repulsiva cara, qué tal esas pantallas de video en sus asquerosas panzas!
¿Por dónde empezar? ¿Cómo encarar este momento? Bueno, si Franco Baresi y Roberto Baggio desperdiciaron sendos lanzamientos desde el punto penal en la final de USA94, pues yo también me arriesgo a desperdiciar el mío.
Enumeremos: la música de organeta, esos conejos o liebres o lo que sea que pastan indolentes en prados de mentira con colinas falsas de toda falsedad que imitan uno de los escenarios más detestables del planeta que es el green de una cancha de golf.
El hogar mismo de los teletubis que muy seguramente inspiró al repugnante poblado de los hobbits en la trilogía cinematográfica de El señor de los anillos. Y todo lo que pasa allí adentro. La corredera cretina y descerebrada de un lado a otro de los teletubis, sus risas de pederasta, la tubipapilla, el hablado a media lengua que viola todos los avances realizados tras largas décadas de esfuerzo en el tema de la educación infantil, el sirirí dantesco del 'otabvedz' y 'abdaszo', la presencia de ese robot-aspiradora de cuyo nombre no quiero acordarme..
Pero lo peor es lo que ocurre afuera. Difícil escoger entre ese repugnante sol con rostro de bebé y el momento en el cual un ringlete o molino pone en contacto a los teletubis con 'el mundo exterior'. En ese momento los cuatro peluches infames entran en un trance orgásmico que parece sacado de un especial sobre la reproducción de las babosas y en el 'televisor-vientre' de uno de los cuatros aparece cualquiera de los aberrantes videos de niños granjeros, de niños en el parque, de niños en el carro del abuelo, de niños que hablan a media lengua mientras muestran un juguete anodino, un ganso, un tractor. Es tal el sadismo del director de los teletubis que esos videos de mala muerte se repiten dos, hasta tres veces.
Como se repiten dos y tres veces las idioteces del libreto.
(VOZ EN OFF): "Lala quiere tubipapilla".
(LALA, A MEDIA LENGUA): "Lala qdede tubipapidda".
Y dale con la risita depravada. De eso se trata. De mortificar, como en la peor de las torturas chinas, a punta de 'ota vbedz, ota vbedz'. Ah, y el periscopio rematado por una ducha que les anuncia a los teletubis 'hora de la tubi-despedida', Porque la despedida es una de las peores torturas del asunto. El teletubi se despide, se lanza a un hueco y vuelve y sale y vuelve y se despide.
En teletubis todo, absolutamente todo es una verdadera pesadilla. Una abominación. Un atentado contra la inteligencia. Contra la estética. Y lo que es más grave, una agresión vedada y repulsiva contra sus principales víctimas: los niños, que sucumben y se les entregan como moscas frente a un pegote de miel en una orgía de idiotez y depravación sexual camuflada que viola el Derecho Internacional Humanitario, la Convención de Ginebra, la Convención de Viena, todas...
La madre a los que se inventaron los teletubis. Y sí, ya sé, mi disparo salió como dos metros por encima del travesaño.