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16 de marzo de 2012

Entrevista

Lecompte se confiesa

Diez años después del secuestro de Íngrid Betancourt, su exesposo Juan Carlos Lecompte responde las recientes declaraciones de ella sobre las razones por las cuales se acabó la relación, el proceso de divorcio que llevan, y a contar su propio drama mientras Íngrid estuvo secuestrada.

Por: Claudia Morales
Fotografía Alejandra Quintero

El 23 de febrero de 2002 las Farc secuestraron a Íngrid Betancourt mientras se movilizaba entre Florencia y San Vicente del Caguán, en Caquetá. Diez años después de ese trágico episodio, Juan Carlos Lecompte, que entonces estaba casado con ella, recuerda lo que ocurrió durante los seis años y medio que Íngrid estuvo secuestrada y habla también de lo que pasa ahora cuando no existe ya ninguna relación entre ellos.

A la memoria de Lecom-pte se le escapan pocas cosas, cuenta todo con una profunda pasión y mientras pasa del presente al pasado y al revés, mueve los ojos como si en su imaginación aparecieran pequeños cuadros de una cinta de película con esos momentos que marcaron su vida para siempre. Uno, sin duda, es aquel en el que murió su papá por una grave enfermedad y al mismo tiempo murió Íngrid en su corazón. Juan Carlos desempolva sus días y deja ver también que con la liberación de Íngrid sus dolores no terminaron y que todavía le queda un camino pendiente para terminar de reconstruir su vida. 
 
Hoy se cumplen diez años del día que Íngrid fue secuestrada. ¿Qué piensa?
(Juan Carlos guarda silencio largo rato mientras su mirada apunta al piso. Finalmente responde.)
Fue un agujero en mi vida y una marca que nunca debió aparecer. Ya pasaron tres años y medio de la liberación y uno no se puede quitar eso de encima. Mi mamá sufrió muchísimo. A los pocos meses de la liberación le dio un derrame del que no se pudo curar. 
 
¿Usted se enfermó?
Me enfermé de la cabeza como al cuarto año del secuestro. Me daban ataques de pánico. Por ejemplo, cuando estaba en un trancón, me daba miedo y me tocaba parar el carro. No podía ir a cine tampoco. 
 
¿Pudo curarse?
En País Libre me atendió una psicóloga muy buena que me dijo que tenía estrés y me curó. Ella misma me sugirió quedarme en tratamiento un tiempo más con la idea de prepararme para el encuentro con Íngrid y me advirtió que uno se lleva sorpresas que nunca se imagina, como en efecto sucedió. 
 
¿Le sirvió de algo esa preparación psicológica?
Si yo no hubiera tenido esa terapia, no habría podido manejar lo que pasó el día de la liberación. Yo pensaba en el 50% de probabilidades de que Íngrid muriera en la selva; el 25%, que una vez liberada no volviéramos; y el otro 25%, que sí estaríamos juntos. Pero que todo terminara como terminó, no estaba dentro de mis cálculos. 
Antes de recordar con usted su vida durante ese secuestro que empezó hace diez años y lo que ocurrió una vez Íngrid fue liberada, quisiera, por un momento, ir a un pasado amable. ¿Cómo la conoció?
Por mi amigo Mauricio Villa, que tiene una finca en Guatavita. Eso fue en el año 95. Él organizaba cabalgatas divinas y en una de esas vi a Íngrid, pero estaba acompañada. Ella ya era representante a la Cámara y yo no tenía ni idea. Íngrid guardaba el caballo en la finca de mi amigo, y en otra cabalgata, a la que fue sola, empezamos a hablar.
 
¿Qué le gustó de ella?
Primero, su figura y luego pensaba, ¡qué simpática es esta mujer! Además era muy accesible. Me encantaba como trataba a otras personas. 
 
¿Cuánto duraron de novios?
Vivimos juntos un año antes de casarnos. Pero como ella ya era representante, para evitar cuentos y además por su papá, que era muy conservador, decidimos casarnos. 
 
En total, ¿cuánto estuvieron juntos?
Lo mismo que duró el secuestro: seis años y medio
Volvamos al secuestro. ¿Cómo fue su vida realmente en esos seis años y medio que Íngrid estuvo secuestrada? 
Las mamás tienen la verdad revelada. Mi mamá me dijo: “No te entregues tanto a esa causa, protégete”. 
 
¿Protegerse de qué?
Soy extremista. Por ejemplo, cuando me hice el tatuaje mi mamá me dijo: “Estás loco, qué tal que cuando salga a la libertad no estén juntos”, pero a mí no se me pasaba eso por la cabeza. Es que mi relación con Íngrid funcionaba perfecto.
 
Cómo así, ¿no peleaban?
Sí, pero solo cuando me cortaba el pelo, eso no le gustaba y agarraba una rabia tenaz.
 
Ustedes trabajaron juntos. ¿Tampoco tuvieron líos con eso?
Además de enamorarme de ella como persona, me enamoré de su causa política. Yo le diseñaba las camisetas, los eslóganes, lo del Partido Oxígeno me lo inventé yo, todo. Y aunque suene increíble, trabajando juntos todo funcionaba perfecto.
 
Un momento, antes de seguir, ¿qué pasó con su tatuaje? 
Ese tatuaje con la imagen de Íngrid que tenía en el brazo izquierdo ya es imperceptible. Cuando todo terminó, me hice dos intervenciones con láser y quedó pendiente una tercera que no he sido capaz de hacerme porque duele tenazmente. 
 
Bien, sigamos con el secuestro. Durante el tiempo que Íngrid estuvo en la selva, ¿usted fue infiel?
Bueno, si tú supieras los chismes que a mí me llegaban de la selva. Antes de que Clara Rojas saliera libre, el cuento era que Íngrid estaba embarazada, que Íngrid era novia de Alfonso Cano, decían mil cosas.
 
No respondió mi pregunta. ¿Usted fue infiel?
Ah, ya sé a dónde va tu pregunta, al cuento de la mexicana. Pues esa mujer con la que me inventaron cuentos es la exesposa de un amigo mío, y puedo decirte que nunca le he dado un beso en la boca, es mi amiga, de las pocas que tengo. Dijeron también que una periodista rubia divina entraba a mi casa, pues sí, mucha gente entraba a mi casa porque todas las citas sobre el secuestro yo las hacía ahí.
 
Le volteo la pregunta. ¿Fue siempre fiel? 
Puedo decirte mirándote a los ojos que nunca estuve con otra mujer. 
Una de las cosas que Íngrid dijo en una última entrevista en la revista Bocas es que durante el secuestro usted nunca le puso un mensaje...
Pregúntale a Herbin Hoyos cuántos miles de mensajes le puse. La que está quedando mal es ella porque creo que muchos colombianos oyeron lo que yo le decía en ese programa. 
 
Puede ser que el trauma del secuestro borre algunos episodios como lo de los mensajes, ¿no?
Algunas amigas piensan que para justificar su infidelidad, porque como dicen que fue novia de Marc Gonsalves, de Luis Eladio Pérez, etcétera, Íngrid dice que yo no hice nada, y que como ella vio que yo me perdí se consiguió otro en la selva. Te digo algo, yo nunca me perdí.
 
Además de los mensajes radiales, ¿qué más hacía por Íngrid?
Yo les tomaba fotos a los hijos de ella cada cierto tiempo, las imprimía y las llevaba a la selva. Testigo de eso fue Karl Penhaul, periodista de CNN. Yo llegaba a los pueblos más lejanos y peligrosos y les entregaba las fotos a los pobladores para que ellos a su vez se las dieran a las Farc.
 
¿Usted supo si ella alguna vez recibió esas fotos?
Pues no sé, pero mira: cuando John Frank Pinchao se voló, me dio pistas de dónde podía estar secuestrada Íngrid, y con esa información alquilé una avioneta y me fui por los lados de Mitú a lanzar las fotos. A mí me mortificaba mucho que no viera crecer a sus hijos, su hija tenía 15 años y el niño 12, y en esas edades cambian mucho. Ni por eso ni por nada ella nunca me dio las gracias. 
 
Además de darle unas coordenadas, ¿Pinchao le dijo algo más?
Pinchao fue el único que quiso hablar conmigo. Él me dijo “espérala”. Me contó que Íngrid recortó mi foto de un periódico y que tenía como un altarcito con esa imagen. 
O sea que salvo con Pinchao, ¿nunca habló con ninguno de los otros liberados? ¿Con Clara Rojas, por ejemplo? 
Con ninguno, y mira cómo son las cosas. Yo estaba en la cabina de Caracol dando un mensaje cuando liberaron a Clara, y la periodista que estaba cerca de ella cuando bajaba del avión me la puso al aire. Después quise reunirme con ella pero fue imposible, se volvió una estrella de rock, nunca me quiso dar una cita.
Ahora regresemos al 23 de febrero de 2002, que fue con lo que empezamos esta entrevista. Hay muchas especulaciones en torno a lo que ocurrió ese día cuando Íngrid bajó del avión y lo vio. Primero, ella dice que le sorprendió verlo en el aeropuerto porque, según ella, usted ya tenía su vida hecha.
Quince minutos antes de llegar a Catam ella llamó por celular a la mamá y ella me la pasó. En ese momento yo ya la sentí muy lejana. Entonces, ¿cómo puede decir que se sorprendió cuando me vio si ya sabía que yo la estaba esperando?
 
¿Recuerda las palabras exactas de ese saludo?
No lo recuerdo con exactitud pero sí el tono. Fue algo así como “quiubo, Juanqui”, como si nos hubiéramos visto el día anterior. Esa llamada me sirvió para prepararme cuando la viera. Lo que yo tenía decidido es que iba a ser un caballero hasta el final. 
Ella cuenta que cuando ya se encontraron en Catam, usted la abrazó y le dijo: “Oye, ¿puedo seguir viviendo en tu apartamento”? 
¡Es completamente falso! Es que no tengo que defenderme de semejante absurdo, ¡solo a ella se le ocurre decir eso!
 
¿Qué fue lo que usted le dijo durante ese abrazo?
Por fin, estás viva, por fin estamos juntos.
 
¿Y ella?
Fue muy fría. Me dio la mochila que pesaba como 30 kilos y me alejé. 
 
¿Qué pasó con usted esa noche? 
Eso fue una cosa maratónica. Nos fuimos al Club Militar, donde hubo mil discursos. Luego a la Casa de Nariño y más discursos. De ahí salimos como a la una y media de la mañana a comer a la embajada de Francia. Llegamos a la casa de la mamá de Íngrid a las cuatro de la mañana.
 
Y durante todo ese tiempo, ¿no hablaron?
Solo de las cuatro y media a las cinco, mientras la mamá se fue a bañar. Fue la única media hora que estuvimos solos. Y pues claro, en ese momento no me pareció correcto preguntarle cuándo se le acabó el amor, nada. 
 
¿Entonces?
Entonces ella fue la que habló. Que tres días antes del secuestro vio la Virgen, que unos secuestrados la trataron mal, que otros la querían violar, que algunos querían verla desnuda, vio una foto en El Tiempo y me dijo “este y este me molestaban”, me mostró una mancha en el cuello. Empezaron las entrevistas, llegaron los hijos, fuimos al cementerio donde están los restos de su papá, otra vez a la embajada de Francia...
 
Qué cansancio...
Sí, tenaz. Cuando decidió que se iba para Francia con sus hijos le dije: “Y bueno, entonces qué hago, me voy contigo o me espero”. Y ella me contestó que quería estar con sus hijos, que tranquilo, que le diera un tiempo y que después hablábamos. 
 
¿Y cuándo volvieron a hablar?
Pasaron tres meses y como yo vi que no había ninguna intención de ella de nada, pues me fui del apartamento. 
 
No entiendo, ¿nunca volvieron a hablar?
Así como estamos tú y yo, de frente, nunca. Hablamos la media hora que te conté en la casa de la mamá y nada más. Por teléfono, algunas veces. 
 
¿Cómo arranca el tema del divorcio?
En noviembre de 2008 Íngrid vino por un día a Bogotá, le dije dónde estaba viviendo y le propuse que nos viéramos en mi nuevo apartamento. Ella dijo que no, que mejor nos encontráramos en la embajada. Le respondí que ya me había expuesto al show con el montón de fotógrafos y que no quería repetir eso. Ella se negó a ir a mi casa por asuntos de seguridad y al otro día se fue. 
 
¿Y?
El 25 de diciembre ella estaba en Miami y me propuso que me fuera para allá a hablar. Le expliqué que estaba solo con mi mamá cuidando a mi papá, que estaba en la Clínica del Country desde octubre por un tumor, y le pedí que entendiera que se estaba muriendo. Y fíjate, en el proceso de divorcio Íngrid dice que yo me rehusé a hablar con ella y hace referencia a ese 25 de diciembre.
 
¿Finalmente cuándo se concretó el divorcio?
Mi papá falleció el 14 de enero de 2009 y ese mismo día el portero me entregó un sobre que había llegado con la demanda del divorcio. Hay rayas que no se pueden cruzar, es que ella ni siquiera me dio el pésame. Eso que me hizo significó que ese día para mí murieron mi papá y ella.
 
¿En qué etapa del divorcio están ahora?
La demanda de divorcio ya salió. Ahora hay unos bienes, uno en Miami y el otro en París. Ella dice que puso más plata que yo; pero, hombre, yo también puse mi plata. Yo le dije “quédate con el de París y yo con el de Miami que vale tres veces menos” pero no, ella se quiere quedar con todo. 
 
¿Cómo se siente, en todos los sentidos, con su comportamiento frente a Íngrid?
A tus ojos te miro y te digo que no hice nunca nada malo. 
 
Si lo interpreto bien con todo lo que cuenta, ¿lo que quiere decir es que siempre la esperó?
Hoy puedo decir, entre comillas, “que perdí el tiempo”. Cuando la secuestraron yo tenía 43 años y cuando la liberaron tenía 49, toda mi mejor edad productiva, y al final, perdí a Íngrid. Tengo mi conciencia totalmente tranquila. Hice por ella todo lo que estaba a mi alcance y hasta más. 
 
Juan Carlos, ¿hasta ese 14 de enero de 2009, usted intentó reconquistar a Íngrid?
¡No pude! Pero cómo si nunca pude tomarme ni un café con ella. 
 
¿Cómo era su relación con la mamá de Íngrid, antes del secuestro, durante el secuestro y ahora?
A mí en esa casa nunca me quisieron, ni antes ni durante ni después del secuestro. 
 
¿Por qué?
De pronto porque no era un tipo que usara corbata todos los días, ni el presidente del Chase Manhattan Bank o un abogado importante o un prestigioso embajador. Soy un publicista descomplicado.
 
¿Lo consideraban muy poca cosa en esa casa?
Es muy probable.
 
Y en su casa, ¿cómo trataban a Íngrid?
Mi mamá al principio no la quería. Es más, ella se las ingenió para no venir al matrimonio. Así como yo era poca cosa para ellos, para mi mamá Íngrid era poca cosa para mí. 
 
¿Con eso quiere decir que su mamá nunca la quiso?
Como al tercer año ya le agarró cariño.
 
Pasemos a su película. ¿Hay algo en la historia sobre los días de Íngrid en la selva?
El guion es de Betty Kaplan y es de lo mejor que he leído en mi vida. Tiene como 70% de mi primer libro y 30% del segundo. Es una historia de amor que se vuelve dramática. Es la historia de nosotros los familiares de los secuestrados. 
Ubiquémonos en el presente. Cuando Íngrid salió libre, Tom, uno de los americanos que también estuvo secuestrado, aseguró que ella y Marc Gonsalves eran pareja. Ella ahora asegura que solo son amigos. ¿Ese tipo de cosas le importan?
No me importan. Si yo hubiera tenido la oportunidad de analizar las cosas con ella como personas adultas todo hubiera sido distinto. Nunca pienso en eso como que me puso cachos porque yo no estaba ahí. A uno le ponen los cachos cuando está ahí. Si tuvo algo con alguien lo hizo para sobrevivir, que una mano la hubiera tocado y con eso hubiera sentido alivio para ese sufrimiento tan horrible es imposible juzgarlo.
De boca de ella no sabemos nada sobre su vida privada, ¿a usted le da curiosidad saber en qué anda?
Repito: el 14 de enero de 2009 Íngrid se murió para mí. Cuando la veo ahora en esas entrevistas internacionales me da hasta risa. 
 
¿Cómo así?
He visto unas entrevistas de Íngrid, como una que pasan en DirecTV, que si la gente las viera, se moriría de la risa. Es que es muy teatrera. Entonces pone esta cara (hace la cara de Íngrid, la imita y dice): “Mi esposo me dejó pero yo no lo culpo porque él es joven, buenmozo”. Eso acá claramente no se atreve a decirlo porque la gente me quiere y sabe lo que yo hice por ella. Lo que Íngrid pretende hacer creer en el exterior es impresionante.
 
¿A usted cómo le cambió la vida su relación con Íngrid, el secuestro y su libertad?
Yo era muy tranquilo pero me volví supremamente desconfiado, prevenido y pesimista. 
Lo ideal cuando uno termina una relación es evolucionar y, en la medida de lo posible, tener una amistad con la expareja. ¿Cree que eso será posible con Íngrid?
No me interesa. Lo de mi papá fue muy grave pero te digo, verla diciendo lo que dice sobre mí y en general sobre todo, me muestra una Íngrid que yo francamente no conocía. Ya la veo de otra manera, la veo de mentiras. La Íngrid de la que yo me enamoré no existe, llegó otra después del secuestro.
 
Y ahora, ¿tiene novia?
Más o menos, es que todo se ha vuelto muy complicado.
 
¿Le cuesta tener una relación?
Sí, mucho, es muy difícil. Ahora es muy enredado.
 
¿Hay algo más que quiera decir?
Sí. Íngrid quiere hacerle creer a la gente, sobre todo en el extranjero, que todo se acabó por culpa mía. Y yo me muero de la pena pero no es así. Por más que ella quiera tapar el sol con las manos, hay muchos testigos de lo que fue mi vida y mi comportamiento mientras ella estuvo secuestrada. Como te dije, no estuve nunca con ninguna mujer. 

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