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19 de julio de 2007

Me sobreactué en un foro

Hace unos años estábamos Francisco Samper y yo en una conferencia en Medellín. A mí me habían invitado a participar como panelista en una sección sobre el brief; es decir, sobre la información que el cliente debe dar a la agencia para desarrollar una campaña. Primero hablaron los otros dos panelistas con charlas bien preparadas y llenas de ayudas audiovisuales. Yo estaba listo para participar en un panel, no para dar una corta charla a un auditorio de cientos de estudiantes y profesionales. Pero no me iba a quedar atrás. Tenía en la cabeza el show perfecto, sencillo de armar, muy didáctico y a la vez inesperado.

Por: José Miguel Sokoloff
| Foto: José Miguel Sokoloff


Le pedí a Samper que me consiguiera varias escarapelas de los asistentes y me las entregara cuando estuviera en el podio hablando. Él, sin preguntarme qué carajos iba a hacer con ellas se puso en la tarea juiciosa de conseguirme unas quince escarapelas de entre los asistentes. Yo, entre tanto, subí al podio y empecé mi corta charla. Estaba frente a un micrófono fijo hablando cuando por un lado apareció mi socio con las famosas escarapelas. Me las entregó y se fue a su silla, seguramente, buscando un buen escondite para el oso que venía.

Lo que yo quería hacer era algo que había presenciado en la oficina de Sir Frank Lowe un par de años antes. En esa ocasión, Mauricio Rodríguez, entonces director de Portafolio, le preguntó a Sir Frank Lowe cuál era su secreto para hacer buena publicidad. Sir Frank, entonces un fumador empedernido, tomó de su mesa cuatro paquetes de cigarrillos y se los tiró a Mauricio sin decir una sola palabra. Todos nos quedamos atónitos y Mauricio le dijo que tal vez no le había entendido, pues él no le estaba pidiendo un cigarrillo. Sir Frank le contestó entonces que había entendido la pregunta y que acababa de demostrarle que cuando a una persona desprevenida le tiran cuatro cosas a la vez no logra atrapar ninguna, y que si le hubiera tirado una, seguramente, la hubiera podido coger. Que ese era su secreto, decir una sola cosa a la vez.

Pues bien, volvamos a Medellín, donde con quince escarapelas en mano llamé a un voluntario del público para que subiera al escenario. Cuando tuve al voluntario en el escenario me alejé del podio, totalmente ensimismado en mi ejemplo, explicándolo clarísimamente, pero no me di cuenta de que el micrófono había quedado atrás, fijo en el podio.

Lo que la gente vio, pues solo una sección de la primera fila oyó algo, fue a un tipo que se le acercaba a otro y le tiraba unas escarapelas en la cara, le daba las gracias, lo despedía y se sentaba satisfecho. Un silencio total se apoderó de la sala, pero yo no me di cuenta de nada hasta que Hugo Vásquez, uno de los panelistas, se paró a recoger escarapelas del piso. Nadie había entendido nada.

Afortunadamente uno de los asistentes del público sentado en la primera fila, y que oyó el ejemplo, pidió el micrófono y me hizo la primera pregunta. Era más o menos lo que yo había explicado, cómo pensaba que debían ser los briefs con una sola idea, pero que cómo se llegaba a esa síntesis cuando el producto tenía muchos beneficios. Con toda la seguridad del mundo le contesté, "no tengo ni idea, el que hace los briefs en la agencia es Samper".