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20 de octubre de 2004

Mejor París que Nueva York

Prefiero París a Nueva York por algunos recuerdos. La persona más interesante que conocí en París se llamaba Lisa, tenía clavos en los labios, odiaba a Manu Chao, fumaba sin filtro, tenía el pelo corto, los ojos grandes y celestes como una piscina, bailaba provocativamente y llevaba puesto un collar

Por: Juan Pablo Meneses

La persona más interesante que conocí en Nueva York se llama Ron Jeremy, es un famoso actor porno de nivel mundial que se besaba con las mejores chicas de la noche y que me cobró diez dólares por una foto, diciendo que "en esta ciudad todo es negocio, man".
La primera vez que fui a París se jugaba un mundial de fútbol y la ciudad estaba llena de hinchas de todo el mundo con los que podías emborracharte por el resultado de un partido o intercambiar historias futboleras de tus cuadros favoritos. La primera vez que estuve en Nueva York se lanzaba mundialmente un disco de New Kids on the Block, y el centro de Manhattan estaba invadido por adolescentes histéricas que lloraban besando los posters de esos tipos tan peinaditos.
También prefiero París a Nueva York por la cosa histórica. La estatua de la libertad la construyeron en París en 1886, y luego de terminar el adefesio, los parisinos se quedaron con una réplica de apenas un metro de alto y mandaron el elefante blanco a las costas de Nueva York. Prefiero lo portátil a los mastodontes, lo cartesiano a lo republicano.
En París ha muerto gente célebre para la historia mundial y por eso uno puede visitar las tumbas de tipos como Balzac, Wilde, Cortázar, Morrison. En Nueva York, en cambio, los muertos más recordados de la historia universal solo son oficinistas de corbata que trabajaban en dos torres gigantes.
Prefiero París a Nueva York por la cosa política. En París uno siente que el presidente del país es un nacionalista asqueroso que odia a los inmigrantes musulmanes y ahoga a las potencias del tercer mundo con su política económica. En Nueva York, en cambio, uno siente que el presidente del país es un nacionalista asqueroso que odia a los inmigrantes musulmanes y ahoga a las potencias del tercer mundo con su política económica y que además se apellida Bush.
En París hay una plaza Salvador Allende y en Nueva York, en cambio, acaban de descubrirle millones de dólares a Pinochet, que guardaba en una cuenta secreta de un banco de esa plaza.
Prefiero París a Nueva York por un tema de integración. En París te sientes internacional, porque los meseros y basureros son africanos y árabes que hablan un idioma inentendible. En Nueva York, en cambio, los esclavos son latinos que, perfectamente, pueden terminar siendo de tu país, de tu ciudad, de tu barrio y hasta de tu familia.
En París, un marroquí me registró los bolsillos en el Metro, en Nueva York un policía me registró los bolsillos en el aeropuerto JFK.
En París no me piden visa por ingresar, aunque en las dos ciudades necesitas tarjeta de crédito.
Prefiero París a Nueva York por una cosa del éxito. Los latinoamericanos de dinero con alma de artistas se van a París a triunfar y se quedan allá, lejos, viviendo la derrota. Los latinoamericanos de dinero con alma de negociantes se van a Nueva York a triunfar, y tras ganar millones en la bolsa, vuelven a tu ciudad a ser ministros de economía o a comprar la fábrica donde trabaja tu papá.
Prefiero París a Nueva York por una cosa artística. Pablo Picasso pintó Guernika en París y Tony Shafrazi vandalizó Guernica en Nueva York. Los años posteriores a que Cortázar escribiera Rayuela, París estaba repleta de jóvenes intelectuales latinoamericanos que iban a buscar a su propia Maga y seguían el circuito fatídico del intelectual suramericano en busca de su propio boom. Hoy, los jóvenes intelectuales latinoamericanos sueñan con llegar a Nueva York para ser guionistas de las series tipo Friends.
También prefiero París por cosas simples. El Sena me parece más amable que el Hudson, ahí se mató Lady Di, el metro es grande y viejo, el mejor libro de Hemingway se llama París era una fiesta y hay más cafeterías. Para el día nacional de Puerto Rico, en París, la embajada de Puerto Rico está llena de invitados. Para ese día, en cambio, todo Nueva York está repleto con más de un millón de puertorriqueños que celebran vivir en Estados Unidos y desfilan con banderas de los dos países. Las latinas románticas sueñan conocer a un francés para irse a vivir a París, las latinas prácticas sueñan con un gringo que se las lleve a Nueva York.
Me gusta más París porque para Latinoamérica sigue siendo un ideal, en cambio, para nosotros Nueva York ya es una realidad.