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14 de abril de 2005

No leyendo el derecho a la ternura

El director de SoHo, Daniel Samper Ospina, me había pedido para un número anterior que escribiera unas líneas sobre qué me molestaba pero logré, de modo exitoso, superar la fecha límite de impresión sin dejarme concretar.

Por: Rafael Pardo Rueda

En realidad me molestaba comprometerme a escribir algo, supuestamente de humor, sin tener mayor facilidad para este difícil género. Pero pasó un mes y, de nuevo, llamada de Daniel.
-Que si se anima a escribir para este número sobre un libro que haya leído.
-Claro que sí -dije entusiasmado.
-Bueno, el libro es el del doctor Luis Carlos Restrepo, el famoso Derecho a la ternura.
Quedé mudo.
-No lo he leído Daniel -contesté.
-Se lo mando ya.
-No me haga ese mal, por favor. Si quiere me leo el Quijote para mañana pero creo que aprendo más no leyendo el libro del doctor Restrepo.
-Listo. Busque un libro interesante -me dijo Samper Ospina.
El libro se titula Blink, que en español quiere decir parpadeo y su autor es Malcom Gladwell, quien había escrito otro éxito editorial llamado The tipping point (El punto clave) que también vendió millones copias. El libro me lo regaló Darío Vargas, experto en comunicación estratégica, quien al dármelo me dijo: "Es un libro sobre cómo reaccionar de manera instantánea y creo que le va a servir, pues usted es muy racional y predecible en sus reacciones y eso le quita espontaneidad". Me fui muy contento con mi nuevo libro debajo del brazo a una de esas interminables sesiones del congreso sobre Verdad, justicia y reparación. Me senté a leerlo cuando se acercó Armando Benedetti y me dijo.
-¿Que lees?
-Pues esto -y se lo mostré.
-Oye, cuando acabes préstamelo, porque oí hablar ayer de este libro en presidencia (Benedetti no sale de allá).
-Pero creo que tú ya tienes este libro -contesté.
-No, hombre. Préstamelo.
-Claro que sí, pero aun si no lo tienes, tú ya te sabes lo que aquí dice -fue mi respuesta inmediata, siguiendo los consejos del libro que tenía en mis manos.
-¿Cómo así? -dijo Armando.
Entonces le expliqué que el libro trataba de desarrollar un método para hablar sin pensar, para reaccionar de forma inmediata sin reflexionar y demostraba que, contrario al pensamiento convencional, actuar así, casi siempre, salía mejor que pensando y reflexionando previamente.
-Bueno, si no me quieres prestar el libro está bien, pero no me ofendas, h. p. Y seguimos en la sesión de Verdad, justicia y reparación escuchando un discurso del senador Héctor Helí Rojas y luego otro de Andrés González.
El libro demuestra en varios casos muy interesantes que quien opina sobre algo con la primera reacción, usualmente tiene razón. No porque el conocimiento, la reflexión y la experiencia sean inútiles, sino porque estos conocimientos están incorporados en el disco duro de la mente. Y la reacción, que puede parecer improvisada o irreflexiva, contiene ya un proceso interno rapidísimo, de análisis y de conclusión, que está detrás de lo que a primera vista parece improvisado. Hay casos interesantes como el de un conocedor de arte que al evaluar una estatua griega que había adquirido la familia Getty por varios millones de dólares, dijo "no me cuadra" y luego de varios millones de dólares gastados en obtener certificados de autenticidad se determinó que, en efecto, la estatua era falsa.
En los primeros dos segundos, en una rápida mirada, se procesa todo lo que está guardado en el disco duro de la mente, y más reflexión solamente va a introducir complejidad, confusión y matices que van a oscurecer la reacción primaria, que es la correcta. La mente, como un radar, detecta en cada caso fragmentos de información que permiten tomar una decisión rápida, la que, en general, es la correcta.
Pero no siempre el parpadeo funciona. El libro trae otro caso de un equipo de expertos policías de Nueva York que en un patrullaje en la zona de Bronx vieron a un joven negro, despelucado, con abrigo oscuro, quien al ver a los policías se llevó su brazo derecho a la axila izquierda. Quería rascarse pero su tipo físico lo hacía sospechoso para los policías, que procesaron mentalmente la información y, en siete segundos, le desocuparon cuarenta tiros en el pecho.
Blink me enseñó mucho. Primero, que se puede tener éxito y ganar millones de dólares escribiendo un libro que -en lugar de tratar la Historia de las Guerras en Colombia, como en el que tardé dos años escribiendo en casi ochocientas páginas- se ocupe de una idea tan simple como "la primera opinión es la que vale"; segundo, que Benedetti sí se leyó el libro, y que además es un pionero del parpadeo, y, tercero, que aprendí más no leyendo el libro de Restrepo y que mi primera reacción de negarme a leerlo fue la correcta.