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27 de mayo de 2013

Testimonios

Yo inspiré la película Pena de muerte

“Aquí está esta monja, con el agua al cuello, atrapada en medio del asesino y las familias furiosas de las víctimas. Esta es la historia perfecta para reflexionar sobre la pena de muerte”, pensó la actriz Susan Sarandon cuando leyó mi libro, Pena de muerte, en 1994.

Por: Helen Prejean

Ella estaba en Memphis grabando El cliente y una amiga se lo regaló, entonces me llamó y me dijo que lo tenía en las manos y que quería conocerme.

Lo que me impulsó a escribir el libro fue la primera ejecución que vi en mi vida. Salí de la prisión luego de que mataran a ese ser humano frente a mis ojos, y decidí contarlo. El libro fue publicado en 1993, en un momento muy álgido de discusión sobre la pena de muerte en Estados Unidos.
Susan logró que la película se hiciera. Ella entendió que necesitábamos sacar a la luz este tipo de historias sobre la pena de muerte. En las demás, todo giraba en torno a la culpabilidad o la inocencia del condenado, y terminaba con una ejecución. Susan vio que debíamos ir más allá para mostrarle a la audiencia ambos lados del asunto y me dijo: “Tim Robins tiene que hacer esta película”. 
Pero le tomó nueve meses convencer a su entonces pareja de que leyera el libro. Una noche estaban caminando por Nueva York, Tim todavía recuerda exactamente en qué calle, y Susan lo agarró de los brazos, se echó a llorar y le dijo: 
—Si tú no vas a hacer esta película, tenemos que darle el libro a alguien que sí la haga. 
—Está bien, Susan, voy a leer el libro —le respondió.
Y lo hizo. Pero cuando el guion estuvo listo, todos los estudios de Hollywood lo rechazaron. Finalmente, uno de Londres, PolyGram Films, lo aceptó. La película Pena de muerte (Dead Man Walking), escrita y dirigida por Tim y protagonizada por Sean Penn y Susan, claro, obtuvo cuatro nominaciones al Óscar. La ceremonia fue el 26 de marzo de 1996, y 1300 millones de personas la vieron. Bruce Springsteen cantó el tema principal, Penn fue nominado a mejor actor y Susan se ganó el premio a mejor actriz.
A partir de ese momento, todo el mundo en Estados Unidos comenzó a leer el libro, llegó a la lista de best sellers del New York Times y no ha dejado de venderse desde entonces. Random House se está preparando para sacar una nueva edición por el vigésimo aniversario de su publicación, y tanto Susan como Tim escribieron cada uno un prólogo. Todavía somos muy cercanos los tres. De hecho, cuando ellos se separaron estábamos hablando y alguien preguntó: “¿Quién se queda con la monja” Y yo respondí: “¡Los dos se quedan con la monja!” 
Un día Tim me llamó y me dijo que me necesitaba en la cárcel para hacer una escena. Salí para allá y un policía me detuvo por exceso de velocidad. Cuando me vio, me dijo: “Nunca le he puesto una multa a una monja. Una vez le puse una a un señor del IRS (la agencia fiscal estadounidense) y ese año me hicieron una auditoría”. Le conté a Tim y la anécdota entró a la película.
Estuve muy involucrada en la realización. Lo ayudé a construir algunas escenas, y entre los dos agregamos cosas que no estaban en el libro. Yo había escrito, por ejemplo, de dos condenados a muerte, pero en la película solo hay uno, que toma características de ambos. Otro detalle es que Tim me llamó un día y me dijo: “Sé que las personas de las que escribiste murieron en la silla eléctrica, pero creo que debemos cambiarlo a la inyección letal”. Lo decía porque muchos estados estaban usando la inyección con la excusa de que era más humana. El sistema con que matan a los condenados es solo un distractor. La verdad es que cuando ejecutan a alguien, en el certificado de defunción, por ley, se debe escribir homicidio, porque eso es lo que representa. 
Yo, que ya pasé los 60 años, he sido testigo de las ejecuciones, y por eso siento que debo acercar a la gente al tema. Es la misión de mi vida. La película y el libro son recursos para cumplirla. Ahora se está haciendo además la ópera de Pena de muerte. Tim Robins escribió esta obra para que universitarios y bachilleres puedan, a través del drama, entender el asunto y tomar una posición al respecto; decidir si están a favor o en contra de la pena capital. Doy más de 100 charlas al año en todo Estados Unidos invitando a la gente a que lea el libro, y he aprendido algo de los ciudadanos: no es que hayan considerado la cuestión y hayan decido si están de acuerdo o no con la pena de muerte, es que nunca piensan en eso. Y esta es la manera de invitarlos a reflexionar.

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