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20 de octubre de 2004

Pesista

A Carmenza y a mí nos hicieron la misma pregunta: Si pasáramos junto a dos personas que se estuvieran dando puños en la calle, ¿cómo reaccionaríamos?

Por: Orlando Hurtado

Yo no me metería si fuera una pareja, eso es cosa de ellos y además, si uno se involucra, sale crucificado. Pero Carmenza, huy, ¿mi Negrita?, ella dice que si es una pareja, con más veras interviene. Que si un hombre le está pegando a una mujer, así sea la esposa, ella se encargaría de ponerlo en su sitio. En cambio, si son dos hombres, se quedaría parada para ver quién termina más reventado. Ella es así, autoritaria y directa. Tal vez tenga que ver con la fuerza que se debe tener para hacer una marca de 152.5 kg, la fuerza con la que se ganan suramericanos, panamericanos, mundiales y con la que se va uno para los Juegos Olímpicos como número once en el ranking mundial. O tal vez no.
A veces preferiría que ya dejara las pesas. A finales de agosto ella volvió a Cali de Atenas a las doce de la noche. Al siguiente día, por la mañana, ya se encontraba en un consultorio médico por un desgarre de los músculos que sostienen la columna lumbar. A mi Negrita, la halterofilia (término técnico para levantamiento de pesas) también le ha hecho doler la rodilla y el codo. Pero dice que quiere continuar y si ese es su deseo, yo estoy con ella. Si no la apoyara, tal vez quedaríamos en una situación parecida a la que estaba con su mamá. Como ella no era partidaria de que alzara pesas -"¡Que no, que eso es cosa de hombres, que le vuelve el cuerpo muy feo!"-, mi Negrita, de pura niña rebelde, se metió de lleno con las pesas.
Todo el mundo asume que ser la pareja de una mujer que alza pesas es como ser novio de una Rambo, brusca y ruda. Carmenza tiene su carácter y sin duda alguna, con sus 98 kg de peso, 1.67 cm de estatura y trece años de levantamiento de pesas, puede acabar con alguien físicamente. Ella a ratos es volada de genio y se le nota, porque se le hincha el labio inferior de la boca. Se pone brava y el labio de abajo crece y sobrepasa el relieve del superior. ¡Me encanta! El mal genio de Carmenza le da su mayor encanto. En serio. De ahí sale otro de los apodos que le tengo: mi Bembona. Los labios de mi novia me enloquecen. Y de todos los grandes músculos que tiene Carmenza, los que más sexy me parecen son los de las piernas. Las piernas grandotas y entrenadas que tiene.
Ofrece la gran ventaja de ayudar a cargar los paquetes y las maletas sin desarmarse ni quejarse, y mueve los muebles de la sala fácilmente. Pero este es solo el empaque, la imagen esperada que tiene la gente de una halterofilista. Más allá está la mujer que me levantó a mí. Da unos abrazos tiernos y femeninos. Es dulce, le fascina la torta de las tres leches y lloró de emoción y ternura cuando le di un anillo de regalo.
Ser novio de Carmenza Delgado, alguien mayor que yo, con más experiencia que yo, con imagen de Hulk, es lindísimo. Su sentido del humor es poderoso. Dice que mis mañas son de enloquecerse, pero que esta vida no es para enloquecerse. Gracias a Dios. Si no, no estaríamos pensando en casarnos. En resumidas cuentas, a mí me toca el lado amoroso de una mujer grandota y fortísima.
Si quiere encontrarse con el estereotipo Rambo, vaya y se agarra en la calle con su esposa. Carmenza lo dejará reventado.