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3 de febrero de 2005

Poncho Rentería

Frases que circulan: "Jamás leo las idioteces de Poncho Rentería". Otra: "Suspendí mi suscripción a El Tiempo para nunca leer al inmamable de Poncho Rentería". Otra más y fue de Carlos Lleras de la Fuente: "Es el colmo que Poncho Rentería olímpicamente cuente en El Tiempo lo que escucha en las peluquerías". Llevo 19 años escribiendo en El Tiempo y llegué por invitación del director Hernando Santos Castillo. Él leyó tres escritos míos en una revista y me citó al periódico y a los tres minutos era su columnista. Calculé que solo estaría dos meses porque es un periódico godo y formal donde la palabra culo la abrevian "c...". Al director le escuché decir que los columnistas eran en un 99 por ciento hipervanidosos. Sí, y me incluyo. Ellos exigen renuncias a los presidentes, a los ministros de Hacienda, a los biólogos. El ego de los columnistas es grandísimo y estoy entre los punteros. Por eso mis escritos sacan rabia y por ellos me mientan la madre y me mandan amenazas. Muchos me tienen envidia enfermiza porque me sonó la flauta en el periodismo, la televisión, la vida, las mujeres y con Lulita Arango, mi novia esposa.
Años atrás, por unos artículos míos quemaron ejemplares de El Tiempo en Barranquilla. A los jóvenes Santos Calderón los acosan en los cocteles para que suspendan la columna mía pero hay un problemita: no comercio mi columna y soy el más leído del periódico. El buen jurista y columnista Ramiro Bejarano se ganó mil insultos por admitir en SoHo que él leía a Poncho Rentería. Rechazan mi columna y mi acción en televisión muchos abogados, burócratas, políticos y unos "fachos" que se creen de izquierda. Hernando Gómez Buendía, pontífice de Semana, me ha puesto como ejemplo de liviandad, de frivolidad e indiferencia al país. Por favor: soy experto en Mafalda, Aleida, Marcuse, Sartre, Foucault, Gide, Marx, Levy Strauss.
Hay gentes furiosas exigiendo que uno escriba contra El Tiempo, contra Santo Domingo, Ardila Lülle y Peñalosa. Eso lo hacen mejor los economistas. Prefiero gritar mi pasión por los ligueros negros de Carolina Gómez o el busto de Helga Díaz. El lector exige que uno insulte a los directivos de la ETB y yo elogio los teléfonos porque son útiles para las mujeres con amante para regalarse sexo o verse en un restaurante caleto.
Mis escritos en El Tiempo, El País y Aló son frivolones, son para las señoras como Marcela Casadiego y Lulú Bernal, que van a ponerse bellas a las peluquerías. Esa es la fórmula que me inventé, la matriculé y no la dejaré para terminar de intelectual pedante escribiendo como Hernando Gómez Buendía, Fernando Londoño, Pedro Medellín o el "facho" de Carlos Alberto Montaner. Me quedo feliz con mi liviano periodismo (con gotas serias) que lo buscan millones de señoras. En fin, háganles caso a los intelectuales y nunca lean a Poncho Rentería.