Las memorias de una prepago

La verdad, sigo trabajando en lo mismo aunque le he bajado mucho a la intensidad. Ahora me doy el lujo de decir: “Hoy no quiero”, o de apagar mi celular varios días seguidos para que ningún cliente me busque. Es difícil dejar de ser esto, pues la plata que recibo a cambio siempre será una tentación.

El sexo me encanta. Ya he dicho que a diferencia de tantas putas que lo hacen por necesidad o solamente por ganar mucha plata, pero que no hacen más que fingir orgasmos ante sus clientes, yo sí me gozo el sexo. No siempre es placentero porque dependerá de la química con el cliente y de las ganas y del estado de ánimo, pero en cada servicio trato de meterme en el cuento y gozármelo lo que más puedo. Es como si alguien se levanta y le da pereza ir a la oficina, ¡qué jartera! Lo mismo con mi trabajo: hay que gozarlo en la medida en que se pueda.

Este año terminé materias. Me falta el trabajo de grado, que debí entregar este semestre, pero no alcancé por muchas razones. Pero a la universidad ya tengo que ir muy poco.

No veo por qué no. Muchas cosas las conté en mi blog, otras las dejé insinuadas y otras me las había guardado para mí. Pero ahora sí me gustaría contarlas pues siento que todavía mucha gente se interesa en mis historias.

Pero claro, muchas. Me puse a reflexionar sobre mi pasado y sobre en qué momento escogí este camino, pero también hablo de mis frustrados intentos de creer en el amor, de mi familia, de mis amigos de la universidad, de mi mejor amiga que también está metida en esto, del mundo de las acompañantes y de las excentricidades que he vivido en cada servicio.

Yo le respondo: ¿y cómo puede un escritor tener sexo? Una cosa no tiene que ver con la otra. No soy una escritora profesional ni mucho menos, pero desde niña me gusta escribir y en varios periodos de mi vida he llevado mi propio diario. Con el blog escribí mucho, muy seguido, pero este año no dejé de hacerlo: lo hacía para mí misma. Mi único propósito es contar mi experiencia, nada más.

No, afortunadamente. Yo creo que tarde o temprano voy a dejar esto y mi vida seguirá “normalmente” como la de tantas mujeres y, para ese entonces, espero no tener que hablar de mi pasado. No porque me arrepienta, sino porque la sociedad es mojigata y tiende a juzgar desconociendo los contextos.

No. Es curioso, pero sé que dentro de muchas de las niñas que trabajan en esto hablan de Andrea, de quién será la tal vieja que escribía en SoHo, pero no porque ellas leyeran el blog, sino porque muchos clientes, cuando pedían sus servicios, les preguntaban por Andrea, que si la conocían, que si sabían quién era. Y yo prefiero no decir nada porque siento que mi seguridad se podría poner en riesgo. Hay mucha gente que se obsesionó en conocerme y uno nunca sabe cómo pueda reaccionar un cliente al saber que soy “la puta famosa”.

Claro, me ha pasado por lo menos cinco veces. Y siempre digo que una vez me tocó hacer un trío con ella y que tenía un culo y unas tetas impresionantes y que era una bacana y que era muy inteligente. Todo para provocarlos más. ¡Si supieran que la tenían ahí delante! ¡Si supieran que se estaban comiendo a la verdadera Andrea!

Noooo, ya no. Al comienzo sí, pero al ver que había muchas Andreas opté por usar otro sobrenombre. No me voy a boletear más poniendo un nombre que mucha gente busca. Alguna vez lo utilicé pero fue mala idea. Y de una vez digo por si alguien me busca: en las páginas de internet de acompañantes yo no soy ninguna de las que se dicen llamar Andrea. Ni boba que fuera, hay Andreas muy mañés por ahí. ¡Ya quisieran ellas ser yo!

Muy pocas personas: Natalia, mi mejor amiga; tal vez un par de personas en SoHo, y un cretino de la universidad al que hace un año le confié mi gran secreto y me dejó de hablar a pesar de que me había dicho que me adoraba. Pero solo fue decirle la verdad para que se esfumara. Con la editorial del libro todo lo he cuadrado por teléfono y por correos. Mientras menos dé papaya para que me conozcan, mejor. 

Yo espero que sí, pues relato muchas cosas más que no había contado, y lo que siempre quise hacer es no quedarme en mis polvos como tal, sino decir lo que pienso de eso. Yo soy muy frentera y digo las cosas como son. 

No he leído libros de prepagos ni me interesa leerlos. No sé ni cómo se llaman ni quién los escribe. Oí mucho sobre el de Madame Rochy o como se llame, pero nada más. En el mío voy de frente, sin echar al agua a presentadoras o modelos famosas y contando las verdaderas intimidades de una puta, para bien o para mal. 

No. Muchas putas hacen esto por mantener hijos, familias enteras. Sé de una que fue violada de niña y odió tanto a los hombres que, contradictoriamente, optó por esto, por “sacarles plata”, dice ella. Es lesbiana y dice que nunca tiene orgasmos. Yo, por mi parte, creo que si de tres polvos me gozo uno, me doy por bien servida, porque me gusta y me encanta meterme en el cuento de lo que quiere cada cliente. Yo lo hago por la plata, pero también porque soy adicta al sexo. 

Un cliente mío, que es financiero, me dio el mejor consejo: la finca raíz. Espero comprar un apartamento en un barrio de estrato 3 o comprar en el que vivo ahora. Trataré de pagar cuando tenga la plata de una. No me gusta pedirles a los bancos. 

Tal vez las carteras y los zapatos. Son mi debilidad, pero de resto no soy ostentosa. No soy de esas con pinta de prepago por más puta que sea. 

Es lo que soy. No me molesta, no me pongo con rodeos: me acuesto con hombres y mujeres por plata a cambio. ¿Cómo más quiere que me llame?

Solo una. No me gusta ser amiga de otras acompañantes. Entre putas sí hay mucha amistad, muchas se van de rumba hasta la madrugada y, sobre todo, hay mucha lesbiana. Insisto en algo que ya escribí: estar con tanto hombre las volvió así.

Por ahora no, pero quién sabe si algún día me anime a hacerlo. 

No lo sé. Por el momento me metí en eso de Twitter y si algún seguidor quiere leer mis comentarios, me pueden buscar como @andrealadesoho. Por lo pronto, espero que compren el libro.