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14 de julio de 2004

Que nunca me falte la cocaina

Contar abiertamente -y más frente a los del norte- que cuando el perrón acecha hay una razón para conseguir perico, no es cosa de todos los hombres.

Por: Rodrigo Ortiz

Contar abiertamente -y más frente a los del norte- que cuando el perrón acecha hay una razón para conseguir perico, no es cosa de todos los hombres. Pero creo que muchos quisieran estar libres de comprarlo y usarlo en el trabajo frente a la secretaria, los jefes y colegas, como lo hacen con el tinto o el Buchanan's. Estoy seguro de que hay muchos moralistas que como Chilavert critican a Maradona por sus acciones abiertas en torno a la cocaína, y que en privado se pegan esos embales que algunos de los que me leen ahora conocen tan de cerca como yo.
Me acuerdo un día saliendo de una fiesta de esas a las que llegué después de otra. Alguien me dio su pequeño frasco de dos gramos de perico para que tomara un pase. Yo estaba embalado, con ganas de más pero ni la compañía ni la locación ofrecía una faena de periqueros decente: una de esas en la que usted termina bajo el alba sentado en círculo hablando todo tipo de incoherencias sobre el fútbol y la revolución.
Así que me paré al baño y me desvié por la puerta de salida: me había robado el frasco. Al salir vi un retén y temí por mi delito, no el primero de hurto sino el segundo de posesión. Para protegerme no se me ocurrió otra idea que esconder el frasquito entre el fondo de mis nalgas. Cuando llegué a la casa se me olvidó y llegué a cagar. Al poner sobre la balanza el asco y la rumba de las drogas, decidí meter la mano derecha al inodoro y, de nuevo triunfante, dirigirme hacia el lavaplatos en compañía de mi cepillo de dientes a juagar el frasquito para poderlo usar sin que su contenido se fuera a desperdiciar. Por suerte, el cepillo fue lo único que se perdió.
Para mucha gente no es cosa fácil entender que en este país, en casi todas las esquinas, bajo todos los permisos de los vigilantes públicos y privados, la cocaína está disponible. Si no quiere salir puede usted llamar o caerle a cualquiera de sus vecinos o de sus tíos, que con gusto se le atenderá.
Reconozco que durante los últimos 25 años la coca nunca me ha hecho falta: siempre ha estado allí, donde la necesito, a la hora que la necesito y en las cantidades que se me da la gana. No tengo problemas, no los he tenido nunca, no soy yo el de los problemas, yo sólo la paso bien.