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14 de julio de 2004

Que nunca me falte mi equipo de fútbol

Más allá de las consignas calenturientas de los hinchas de siempre, yo puedo decir, con la mano en el corazón y en la razón, que no quiero que nunca me falte mi equipo.

Por: Mariano Díaz

Más allá de las consignas calenturientas de los hinchas de siempre, yo puedo decir, con la mano en el corazón y en la razón, que no quiero que nunca me falte mi equipo. Y que me gustaría que los fanáticos enfermizos, los que se hacen matar y matan por el suyo, pudieran vivir sin esos equipos y compartieran el cariño y el respeto que le tengo al mío, al Chicó Fútbol Club.Resultados no faltan: en el último año y medio hemos anotado 80 goles y el año pasado jugamos, y muy bien, 40 partidos. El Chicó fue el único en clasificar por Bogotá en las finales del fútbol profesional y solo nosotros pudimos ganarle, como local y visitante, al Medellín, el nuevo campeón, y con la misma nómina de la B. Hay más: en la selección ideal del primer semestre había tres hombres del Chicó y en ese periodo fuimos el equipo con menos expulsiones y menos amonestaciones. Pero el respeto que le tengo al Chicó va más allá de marcadores y tablas. Eduardo Pimentel, el técnico de mi equipo, vendió su apartamento y su carro para meterle la plata al proyecto, y accedió a cobrar una miseria durante tres años para que todos saliéramos adelante. Y no es que me parezca una maravilla que el técnico se apriete el cinturón, pero estoy convencido de que él sabe que está invirtiendo tiempo, energía y dinero en una propuesta deportiva transparente. Y prefiero mil veces un técnico a pan y agua, que un hombre de oscuro perfil inyectando billete. No nos gusta la plata sucia, nos justa el juego limpio. Además, Pimentel no fue el único. Yo, que soy el presidente, y varios socios más, hicimos lo mismo, así que nada de raro tiene que me vea usted en TransMilenio, y al lado mío las estrellas de la cancha. Lo sé porque todos nos conocemos. El año pasado el Chicó tenía 35 hinchas y hoy vamos en 2.300; y contamos ya con 10 patrocinadores que han entendido que trabajamos para que no haya domingo en Colombia sin un partido jugado por un onceno que valga la pena ir a ver, por juego y por transparencia. Un equipo que está comprometido con el tema de la democratización en la gestión, algo que ha funcionado en equipos como Real Madrid, Manchester, Vélez, en Argentina, y Gremio de Portoalegre. Hoy somos una sociedad anónima, con ánimo de lucro, lo que nos fortalece como proyecto empresarial, y nos abre las puertas, en un futuro, a repartir dividendos y cotizar en la bolsa de valores. Los demás equipos colombianos no son sociedades anónimas sino corporaciones híbridas, y nunca, hasta que no hagan lo que hoy hace el Chicó, podrán tener estas posibilidades. Mi club es una suma de sacrificios que no se ven, se viven, y que se pueden contabilizar en dinero, pero también en tiempo: desde enero del 2003 no tengo fines de semana y paso muchas noches en vela, pensando en estrategias que hagan al Chicó un equipo autosostenible. Trabajo 25 horas al día, viajo con mis 20 jugadores y con Pimentel todas las semanas, y no me cambio por nadie. Le entrego todo a un club que acabó con el concepto de barras bravas, que no admite dineros oscuros, que consiguió que los niños regresaran al estadio y que las mujeres se fijaran en el fútbol.No quiero que nunca me falte mi equipo y, que nadie lo dude, no voy a faltarle nunca a mi equipo. Y si se me permite un puñado de líneas de "reposición", que tampoco me falte ese minuto de Dios en el que hemos definido tantos partidos y que, no lo dudo, tiene mucho y todo que ver con nuestra devoción al Señor de los Milagros. Este domingo jugamos.
¿Se anima a acompañarnos?