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14 de abril de 2003

Qué pasa cuando a uno le cae un rayo

Por: Giovanni Hernández

El 24 de octubre del año pasado, mientras entrenábamos en la sede del Deportivo Cali, en Pance, cayó un rayo sobre la cancha. Giovanni Córdoba, el Chumi Álvarez, Mauricio Espinosa, Herman Valencia y yo terminamos en el piso. A mí la cabeza se me iba a explotar, pero estuve consciente un poco más hasta que pudimos llevar a Córdoba, a Herman y a Álvarez, los más graves, hasta fisioterapia. Tenía mucho miedo, había mucha confusión, algunos compañeros estaban orando. Yo esperaba que todo saliera bien, que no pasara a mayores. Eso es lo último que recuerdo porque se me fueron las luces.
Desperté en el tercer piso de la Clínica Valle de Lilli. Allí me contaron que Herman estaba muerto y que Giovanni Córdoba y Chumi Álvarez estaban en cuidados intensivos; Espinosa y yo estábamos en chequeos, pero fuera de peligro. Al otro día nos habían dado de alta a todos menos a Córdoba, que murió el domingo siguiente.
Ese rayo me cambió la vida, porque pude haber sido yo el que recibiera toda la descarga. Desde ese día estoy más aferrado a la vida. Aprendí que no se puede dar ventaja a las calamidades. También le pido a Dios que no se vuelva a repetir una cosa de esas.
Cuando a uno le cae un rayo le pasa todo eso y además queda con miedo a los cielos grises. Hubo un partido contra Medellín el ocho de diciembre en que quedamos 1-1. Comenzó a oscurecerse el cielo. Empezó a serenar. En el segundo tiempo empezaron a caer rayos, a llover duro. Hablé con el árbitro, Harold Cardona, y le dije que parara el partido, que si seguía tronando yo iba a ser el primero en salir corriendo de la cancha. No me gusta jugar cuando está lloviendo.