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30 de septiembre de 2013

Testimonios

Yo casi me gano Quién quiere ser millonario

Mi primo Felipe Rondón me inscribió a Quién quiere ser millonario sin que yo supiera.

Por: Henry Leonardo Acosta
| Foto: Nathalie Guío

Le hicieron unas preguntas, las respondió, y dos semanas después me llamaron. Recuerdo que me preguntaron: “¿En qué año fue la batalla de Waterloo”, y yo, que tengo muy buena memoria, respondí “1815”. Nuevamente me preguntaron: “¿Qué presidente estadounidense fue reelegido durante cuatro periodos consecutivos”. Respondí que Franklin Roosevelt. Entonces me dijeron que iba a participar en la décima temporada del programa, que debía llevar un acompañante y que una van me iba a recoger en mi casa en una semana.

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He tenido que hacer de todo en la vida. En el Sena hice cursos de panadero, de mesero y de guía turístico. Trabajé en hoteles y hasta fui empacador de un supermercado. No ha sido fácil porque siempre me ha gustado estudiar, pero no había logrado pasar a la Nacional, y cuando entré a la Distrital a licenciatura en Ciencias Sociales, me tocó suspender la carrera porque no tenía recursos. Sin embargo, siempre he sido muy curioso y soy un buen lector. En especial lo que siempre me ha encantado leer es el Almanaque mundial.

La noche anterior al concurso no estudié, pero tampoco dormí, estaba muy nervioso. A las cinco de la mañana llegaron por mí y me dijeron que la grabación iba a ser al otro día, pero que íbamos a hacer una especie de simulacro para que no hubiera errores en la grabación. Mi mamá me acompañó, y cuando llegamos al estudio nos dieron desayuno. Ese día, aunque se trataba de un ensayo, no logré pasar a concursar, creo que eran los nervios mezclados con lo difícil de manejar la pantalla táctil. Pero estaba listo para el otro día y ya no estaba tan nervioso.

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El 13 de marzo de 2010 fue la grabación. La noche anterior dormí bien. La pregunta con la que pasé a concursar no la recuerdo bien, pero tenía que ver con Charles Chaplin. Increíblemente fui el primero que pasó al centro a jugar con Paulo Laserna y en el resto de computadores quedaron otros nueve concursantes, todos llenos de títulos académicos.

En el público había como 100 personas. El estudio es grande, hay luces, muchas cámaras y una grúa. No sabía dónde estaba mi mamá, hasta que me senté al frente de don Paulo, porque la iluminaron. Empecé a concursar, respondía las preguntas sin problema. Hasta que me salió una que no recuerdo bien, pero era de Ciencias Naturales, entonces me gasté la ayuda del público, que respondió bien. Después, en otra pregunta también científica me tocó llamar a mi primo Felipe, que es ingeniero mecánico de la Nacional. Él no sabía la respuesta, se me acabó el tiempo y tuve que usar el 50/50. Me tocó adivinar, pero también acerté.

Cuando llegué a los 50 millones, ya no tenía ayudas, pero estaba apenas a dos preguntas de los 300. Me preguntaron que de cuál compositor eran Las vísperas sicilianas. Mientras yo pensaba, don Paulo me decía que si me equivocaba iba a perder 40 millones que ya tenía asegurados. Mi mamá se tapaba la cara. Por la emoción del momento respondí y dije “última palabra”, ya no podía cambiar de opinión. Dije “Giuseppe Verdi” y era correcto, tenía 100 millones.

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Entonces llegó la última pregunta. Sé que no es muy común que la gente llegue hasta ese punto del concurso y ahí la tensión es enorme porque puede pasar cualquier cosa. Podía salir el aviso “millonario”, que es el que ponen cuando alguien gana; podía simplemente asustarme ante el riesgo de perder 90 millones de pesos o podía ser recordado como el tipo que se equivocó en la última pregunta. Hubiera hecho un ridículo peor que el tipo que dijo la frase “no tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo” y termina con “el papá de los helados”.

La pregunta fue: ¿quién dijo que la razón era una prostituta?. No tenía idea. Las opciones eran Lutero, Calvino, Marx y Lenin. Don Paulo me insistió en que fuera prudente. Y yo preferí asegurar lo que tenía, que en realidad era mucho más de lo que esperaba llevarme. Me levanté de la silla, le di la mano a don Paulo y salí por el pasillo. Cuando llegué a una salita, mi mamá estaba esperándome y me abrazó. Me di cuenta de que había estado como 40 minutos jugando y no cinco como yo pensaba. Después llegaron los de producción de Caracol y nos explicaron cómo iba a ser el pago. A uno le descuentan el 20 % de impuestos y le dicen que le van a consignar la plata en una cuenta de ahorros.

No le conté a casi a nadie. Recibí mi premio varias semanas después. Lo primero que hice fue comprar la casa en Kennedy y después, con mi primo Felipe, abrimos una miscelánea. Desafortunadamente no nos fue muy bien porque el local quedaba en una calle poco transitada. Pero volví a entrar a la universidad y ya voy en séptimo semestre. Ninguno de mis compañeros sabe que casi me gano Quién quiere ser millonario, pero por si preguntan, nada más me queda lo del bus.

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