Home

/

Historias

/

Artículo

17 de marzo de 2004

Repartir una herencia

Por: Álvaro Niño

Soy abogado y experto en resolución de conflictos; perfil apenas necesario para repartir los bienes que dejan los muertos, pues todo termina en peleas. En este oficio de repartir herencias, en el que llevo ya más de tres décadas, he conocido las historias más infames y extrañas. Desde la del tipo que mandó a matar a la hija natural de su padre para que no recibiera su herencia, hasta el hijo drogadicto que heredó la casa en que vivía su mamá y la echó a la calle para venderla y pagarse el vicio; desde la moza de esmeraldero que después de cobrar su herencia me demandó para no pagarme, hasta una truculenta historia de engaños y brujería en que me vi envuelto hace muchos años. Esa, precisamente, es la que voy a contar.
Se trata de un médico viudo, de 70 años, tapado en plata que se casa en segundas nupcias con una secretaria de alguna de las muchas empresas en las que es accionista. La feliz pareja, después de su boda en Brasil, tiene una luna de miel de seis meses, viajando por el mundo entero de hotel en hotel, de avión a barco y de barco a tren, en un derroche de lujo que pretendía estar a tono con la felicidad de los recién casados. El médico tenía tres hijas de su matrimonio anterior, y para ganárselas, la nueva esposa les trajo collares con dijes de jade. Solo una de ellas empezó a usar su collar, y casualmente se acabó su matrimonio y su vida empezó a llenarse de mala suerte. Su cadena de pequeñas desgracias culminó cuando se le perdió la cartera en el interior de un almacén al que había ido a comprar zapatos. Una de las vendedoras del almacén le dijo "Eso le pasa por ese dije que usted tiene colgado: ahí está el demonio", y le aconsejó que lo tirara hacia atrás, sin mirar adonde cayera, y se fuera. Salió a la calle, lo hizo e, inmediatamente, apareció la cartera. Ese mismo día se murió la mamá de la secretaria, y ella les mandó una carta disculpándose porque les había hecho brujería. Extrañadas por una carta tan particular como esa, y consultando con gente que sabe del tema, supieron que, cuando se descubre una brujería, el brujo (en este caso bruja), tiene que confesarlo o la cosa se le devuelve durísimo.
A los dos años de casado, el venerable anciano había retomado los bríos sexuales y tenía dos bebés con su nueva esposa; aunque a veces se le veía muy pálido. Las hijas, preocupadas por su padre, le mandaron unos exámenes médicos que revelaron trazas de cianuro en su sangre. Al fin no se probó nada, y la vida siguió hasta que el tipo, años después, falleció. Yo, que era cercano a la familia y estaba más o menos enterado de las andanzas de la joven viuda, les dije a las hijas que se pusieran pilas o las iban a dejar sin herencia. Me despidieron diciéndome que yo debía ser muy desalmado para estar hablando de plata en un momento tan doloroso como ese. Pero la viuda se las traía: agarró el recetario que había dejado el difunto, en el cual ya había puesto firmas en todas las hojas, y falsificando su letra hizo cartas para todos los bancos y las instituciones en las que había alguna plata. Sacó todo y lo desapareció, tal parece que le mandó todo a un hermano que tenía una embotelladora de gaseosas en Guatemala.
Al cabo de un tiempo, las hijas se habían vuelto cristianas y acudieron a mí porque abrieron la Biblia y encontraron una cita que decía, palabras más palabras menos, "el hijo de Elí recuperará vuestra fortuna". Como mi papá se llamaba Elí, ellas interpretaron esto como un mensaje divino y me dieron el caso para que recuperara lo que les tocaba en derecho, de la herencia de su padre.
Gracias a mis diligencias, logré ponerle a la viuda, otrora secretaria, una medida de aseguramiento, pero ella les pagó a los funcionarios y logró salir. El día que fui a dejarle una citación, en compañía de dos testigos, ella me tiró el papel a la cara y me dijo: "Haga lo que quiera, granhijueputa". Tampoco se podían embargar los bienes de la casa, pues la muy viva había sacado todo lo que podría tener algún valor, y había reemplazado el mobiliario por sillas tipo Rímax y mesas de piqueteadero. Cuando salimos del apartamento, a las dos cuadras se estallaron las dos llantas delanteras de mi carro, al tiempo, y mis acompañantes me dijeron que dejara de molestar a esa vieja, porque ya me estaba haciendo brujería. A mi oficina vinieron las hijas y me entregaron un mapa de Bogotá, de Texaco, que dizque porque el logo de Texaco tenía la estrella de David, y ella me iba a proteger. Al final, no pudimos recuperar nada, la vieja quedó llena de
plata, y después hasta quiso quitarles a sus hijastras los pocos bienes que les quedaban.
La plata de herencias es maldita, pues siempre despierta las pasiones más bajas. Con las herencias se descubre la verdadera cara de las personas, la bruja escondida detrás de cada doncella. El lobo debajo de la piel de oveja.