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28 de junio de 2007

Respuesta a Sinar Alvarado de un colombiano cualquiera

 

En Colombia, más que ciudadanos, somos hinchas, o mejor, hooligans. Cualquier palabra en contra de la patria es un puñetazo en la barriga que nos saca el aire, y ahí si, téngase quien pueda. Brotan Termópilas, las vírgenes se arrancan los cabellos y revolcamos el escritorio para encontrar los papeles que certifican a Ibagué como capital musical del mundo.

 
Somos así, exagerados. A casi nadie le interesan los puntos medios, los matices y las zonas grises, ni siquiera a los intelectuales, que también son unos hooligans pero de signo inverso. Sinar Alvarado, dentro de la ya amplia trayectoria de intelectuales “críticos”, contesta las exageraciones patrióticas con nuevas hipérboles anti-colombianas.

 
Si los colombianos nos ponemos contentos por tener a Juanes o a Shakira, Sinar nos pega un batacazo y nos dice, entre líneas, que somos unos pendejos superficiales. Si nos alegramos porque se reduce la pobreza y estamos mejor que hace cincuenta años, nos escupe con su prosa melcochuda, que Colombia está condenada al fracaso y que somos unos parias entre los parias. No hay salida, Sinar, como si fuera el lado oscuro de Pedro Medina, siempre encuentra una puya exagerada para aguarnos la fiesta.

 
Exagera Sinar cuando señala que Bogotá es una aldea monarcal; exageramos nosotros cuando decimos que Bogotá es el mejor vividero del planeta; exagera Alvarado cuando escribe con prosa decimonónica y rimbombante en una revista con viejas en pelota y exageran los lectores que insultan a Sinar con lenguaje de alcantarilla.