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9 de octubre de 2008

Testimonios

Por qué odio a Sarah Palin

Es la mujer de moda por estos días y más de un hombre se ha visto descrestado por ella. Pero la columnista María Jimena Duzán no entiende qué le ven a la candidata republicana a la vicepresidencia de Estados Unidos y, lejos de cualquier solidaridad femenina, la pone en su lugar.

Por: María Jimena Duzán. Ilustración: Luis Carlos Cifuentes
| Foto: María Jimena Duzán. Ilustración: Luis Carlos Cifuentes

Conozco a varios amigos míos colombianos que han caído flechados por Sarah Palin, la Miss Alaska que ha eclipsado la política norteamericana con su cara de profesora estricta y sonrisa seductora, típica de las pasarelas. Diga lo que diga —y vaya si ha dicho burradas en las entrevistas que ha dado para televisión—, a unos les parece un diamante en bruto y a otros, una exuberante flor republicana que sirve para demostrar cómo ese partido promueve a las mujeres tanto como la venta de armas.

Si la Palin se equivoca en política internacional y en sus entrevistas habla sin sonrojarse de "los países extranjeros", con una propiedad que sorprende hasta a las almas más rústicas, a ellos les parece una falta gramatical más que refrescante, grata en medio de tanto acartonamiento. Solo faltó que me dijeran que este tipo de mujeres no tiene por qué saber qué es un pleonasmo si ya sabe qué es un orgasmo.

Tampoco les molestó mucho que en las entrevistas a Sarah no se le haya visto muy familiarizada con los términos económicos, tan en boga hoy en su país, desde que se derrumbó Wall Street. Y me dicen que si ella no los entiende, no hay que ponerle mucho ajo al asunto. Basta con que sepa manejar los desafíos económicos con la destreza de una ama de casa, más si se trata de una ama de casa rezandera como ella, cumplidora de la fe cristiana, como ella, hasta el punto de haber obligado a su hija, embarazada a los 17 años, a casarse con su novio para evitar el señalamiento social, como sucede, todavía en las telenovelas mexicanas. Y si en esas mismas entrevistas ella insiste una y otra vez en que el presidente de Rusia es Putin, ellos me recuerdan, no sin algo de razón, que Ronald Reagan siendo ya presidente llegó a confundir a Colombia con Bolivia. ¿Cuál es la diferencia?

Digamos que al menos, en eso, ellos le apuntaron: el desconocimiento de Sarah Palin en materia de política internacional puede llegar a ser fatídicamente similar al que tenía Bush hijo cuando llegó a la presidencia. Basta recordar la forma estrepitosa como se rajó en un test de política internacional que le hizo un reportero a los pocos días de elegido, a pesar de que era un test hecho para "dummies". Bush no supo el nombre del presidente de Pakistán, aliado suyo en la región… ni el de Egipto… ni el de Turquía.

A mí, en cambio, la señora Palin me parece todo un paquete chileno, con perdón de los chilenos y de sus grandes seguidores. Y su ascenso a lo más alto de la política gringa tiene el mismo significado que el que hubiera tenido en Colombia el nombramiento de Nini Johana Soto, virreina mundial de la belleza, si Belisario Betancur la unge como su candidata vicepresidencial. Si a Nini Johanna le hubieran preguntado quién era el presidente de Rusia, yo les aseguro que ella habría respondido que el presidente era un señor muy apuesto de apellido Timochenko.

No obstante, algo me dice que ni nuestra Nini Johanna se hubiera aguantado la manera patriarcal como fue introducida la Palin aquel día en la convención republicana por el senador McCain. "La próxima vicepresidenta de los Estados Unidos es, nada más ni nada menos, que una devota esposa y una madre de cuatro hijos", fue la frase con que la recibió el candidato republicano. Tantos años de luchas por que se nos reconociera por nuestro desempeño profesional para terminar medidas con la misma vara con que se mide la fidelidad y fecundidad de las yeguas reproductoras. Con ese rasero tan precario, las únicas mujeres capaces de escalar en la política van a terminar siendo las del Opus Dei y las Micheles Bachelet de la política —a la presidenta de Chile no se le conoce marido y ¡oh, pecado!, solo tiene una hija—, van a terminar descabezadas por baja fecundidad y falta de machucante. Y todo gracias a esta Miss Alaska, cuyo desconocimiento de la política internacional es inversamente proporcional a su "expertise" en el tiro al blanco; la misma que se declara enemiga del aborto por considerar que se trata de un acto que atenta contra la vida, pero que se jacta, repito, de ser una experta en el manejo de las armas —favor recordar la seductora foto en la que aparece a punto de disparar una—, como si la bala que sale de un fusil, en lugar de matar, acariciara.

Con mujeres en la política de tan clara estirpe patriarcal como Sarah Palin, los meros machos están a salvo. En el preciso momento en que ellos ya creían que esa clase de mujeres se había extinguido de la faz de la tierra, mi dios les hizo el milagrito y les trajo una mujer hecha a imagen y semejanza suya.  

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