Home

/

Historias

/

Artículo

14 de noviembre de 2007

Vida y obra Julio Sánchez Cristo

El rey de la radio de opinión, galardonado con el premio más importante del periodismo en colombia —el Simón Bolívar a la Vida y Obra— improvisó un emocionante discurso que SoHo reproduce en exclusiva, para fijar en letras de molde unas propuestas por las que todos deberíamos luchar. Estas son las convicciones del mejor.<br><br>

Yo había intentado estudiar en esta universidad, la Jorge Tadeo Lozano, pero no tuve mucha suerte. Por eso, me parece que tiene un especial significado que reciba el premio a la Vida y Obra justo en este claustro. Porque creo que, de alguna manera, ese andar empírico en el oficio del periodismo tiene que ser compensado con la academia. Y por eso hay grandes periodistas abogados, historiadores, gente que ha querido mirar un poco más allá de lo que puede transmitir el poder de la palabra.

Ese poder de la palabra que, recuerdo muy bien, como mi maestro Yamid Amat me indicaba, tiene tanto valor como el poder del silencio. "Julio —me decía—, siempre es tan importante hablar como escuchar, pero, sobre todo, aprender a quedarse callado". Y ahí es donde sería bueno reflexionar sobre los momentos en que los silencios en nuestros distintos oficios son importantes.

Yo no tengo recuerdo distinto en la vida que la radio. El primer programa lo hice por allá en la Semana Santa del año 73. Y no lo hice antes porque no había cambiado de voz y me daba pena que no me identificaran como un locutor varón.

Luego comencé a recorrer emisoras. Mientras mis amigos se iban a jugar fútbol a clubes, mis hermanos y yo jugábamos en los potreros de los transmisores. Las referencias de los amigos de mi padre, todos hombres de radio, me hicieron caminar ahí, gatear, crecer. Y aprender un poco.

He pasado por muchas empresas de radio. La de mi padre tuvo un valor muy especial. He estado en Caracol en las distintas etapas. En la Caracol de la familia Londoño, en la que firmé un contrato en enero del 78. También en la del grupo Santo Domingo, excelentes patrones. Y ahora me toca la Caracol del futuro. La Caracol del grupo Prisa, que es el grupo de comunicaciones más importante en nuestra lengua, que produce el periódico más importante en nuestro idioma. El grupo Prisa es televisión, el grupo Prisa es mucha radio, el grupo Prisa es el periódico Le Monde de París, el grupo Prisa es cine, el grupo Prisa son más de mil estaciones de radio, el grupo Prisa son libros, es cultura. Y que una empresa colombiana esté ahí metida tiene un significado muy especial para lo que yo quisiera soñar que será mi futuro. Por eso, después de un breve, pero delicioso paso por la empresa de Carlos Ardila, en RCN, vuelvo a Prisa porque hay una ventana para exportar este proyecto de radio que tuvo semilla en mis épocas de locutor musical, de soñador musical, y no sé en que momento de locura de una noche de lunes, de la calle 82, nació cuando a Yamid se le ocurrió que yo lo podría apoyar en sus informativos. Todo eso ha ido creciendo y solamente los recuerdos de esos comienzos, de tantas veces que nos caímos y otras que nos levantamos, hacen posible que estemos aquí recibiendo este premio.

He saludado a muchos periodistas esta mañana, con la tristeza de ver a muchos de ellos desocupados, sin puesto. Muchos muy talentosos. Muchos han estudiado. Muchos deberían estar trabajando activamente, a lo mejor recibiendo este premio o tantos y tan merecidos como se recibieron hoy por parte de otros colegas.

Por eso es bueno que el gobierno, la señora Ministra que nos acompaña y con la venia del Presidente, revisen un tremendo roto que hay en la radio colombiana y en la propia televisión. Mientras que nuestros canales privados tienen una lucha de rating interesante e importante, los espacios para los programas periodísticos se olvidaron. No existen. El esfuerzo de los programas periodísticos está en el canal público, en una lucha muy desigual. Sin embargo esos colegas, uno de ellos hoy premiado, siguen dando la batalla con Yamid, empujando un barco de una vela contra unos trasatlánticos de potentes motores, como son los canales privados.

Por eso, los canales privados deberían hacer —como sucede en el mundo de las comunicaciones— un acuerdo para respetar unas franjas de programas periodísticos distintas de las de las doce la noche. De pronto, Caracol y RCN se animan a hacer algún acuerdo. Y les va a gustar, porque para ellos son agaches. Un par de agaches a la semana, dos veces a la semana, uno el fin de semana, permitiría tener en prime time unos buenos programas periodísticos y seguramente no estaríamos encontrándonos con que ya la última alternativa que tiene un periodista para hacer televisión —y está funcionando— son canales pequeños, independientes: City, Canal Capital, Teleantioquia y otros regionales que hoy vi con emoción premiados.

En el tema de la radio pasa lo mismo. Es increíble que en Colombia haya una red de radio como la Radio Nacional de Colombia y esté archivada… O reservada yo no sé a quién, me imagino que a algunas cuotas burocráticas que todavía existen. La radio nacional en España es una radio seria, competitiva, independiente. La BBC de Londres se enfrenta a la Reina, se enfrenta a Tony Blair. La Voz de Alemania, es una radio ejemplo. Y qué decir de la radio pública en los Estados Unidos, que tiene más prestigio que la privada.

¿Por qué razón la Radio Nacional de Colombia no se quita ya ese candado de que es una radio al servicio del gobierno de turno y se permite ser una radio manejada con un criterio comercial, independiente, respetuoso, como tenemos que ser todos en nuestras radios? Sería bueno que la Radio Nacional se diera esa oportunidad y le diera una oportunidad a tanto periodista que se la merece. Quizás se trate de nombrar un gerente para que la Radio Nacional de Colombia nos compita en la mañana, con muchos de esos periodistas que están aquí, esperando una oportunidad que no tienen. Y que yo creo que merecen.

Quiero darles las gracias al generoso jurado, a esta importante asistencia, a las personas que construyeron ese camino de la vida. Es una colección de amigos a quienes es mejor no nombrar, para no cometer la injusticia de dejar a alguno por fuera: amigos periodistas, amigos de la vida, mis padres, mis hermanos. Y unas niñas que se privaron de una etapa de la vida que es muy importante y que nunca existió en mi casa: desayunar en familia. Jamás desayuné con ellas. No sé cómo se desayuna con unas hijas en crecimiento. Por eso, a ellas, les dedico este premio.

Y, por supuesto, a mi hermosa compañera.