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15 de marzo de 2017

Anecdotario

William Vinasco Ch.: El día que rompí un récord Guinness y otras anécdotas memorables

Es, sin duda, el narrador más popular de Colombia y sus frases de cajón han inmortalizado los momentos más gloriosos del fútbol nacional. Acá está, en exclusiva para SoHo, la recopilación de sus historias inolvidables.

Por: Revista SoHo
| Foto: Jorge Oviedo

Soy un gran aficionado al golf y curiosamente lo empecé a jugar por casualidad. Resulta que durante la Copa América de 1999, en Paraguay, madrugamos un día con mi compañero de transmisión, Adolfo Pérez, y nos fuimos al Club Asunción a ver qué hacíamos. Allá conseguimos un profesor que nos dio una clase de prueba y quedamos fascinados con ese deporte. Desde ese momento, cada vez que viajamos empacamos la talega de golf. (El día en que el Pibe me mentó la madre y otras anécdotas de Óscar Julián Ruiz)

Pocos lo saben, pero yo iba a ser cura, incluso asistí a la preparación previa en el Seminario Mayor, para irme familiarizando con la carrera. Un día, jugando baloncesto, me llamó el padre rector monseñor Guillermo Agudelo, me preguntó si finalmente me había decidido por el sacerdocio y, la verdad, en mi afán por terminar el partido, le dije que había desistido. Eso sí, gracias al vínculo con la religión fui invitado a hacer mi primer programa de radio, en la Emisora Kennedy: se llamaba Ecos de la parroquia.

En Todelar, cuando estaba de director Armando Plata, me propuso superar el récord Guinness de mayor tiempo al aire, que para entonces estaba en manos de unos argentinos. Para ello, estuvimos al aire durante cuatro días sin parar en la emisora Radio Tequendama; transmitíamos desde la carrera octava con calle 17 de Bogotá, teníamos hasta equipo médico y recuerdo que los colombianos empezaron a apoyarnos con mucha ilusión. Cuando batimos la marca, desde la avenida Jiménez hasta la 19 era un mar de pañuelos blancos. Fuimos primicia en los noticieros de televisión y primera página en los periódicos, se nos unieron en una sola señal las cadenas de radio y hasta la televisión alemana reconoció la proeza: nos habíamos convertido en campeones mundiales.

Con mis primeros ahorros compré un Renault 4 blanco. En ese momento yo era el locutor comercial del recordado Carlos Arturo Rueda, “el Campeón”, quien por esos días me invitó a su finca en Silvania, Cundinamarca. Tenía unas ganas de estrenar mi carrito… pero cuando apenas arrancábamos, me quedé sin frenos en plena avenida 68 y, para no estrellar otros carros, no tuve otra opción que irme contra el andén. El Campeón quedó pálido, como el color del carro, y hasta ahí llegaron el paseo y los ahorritos.

Fui becado por el gobierno argentino para estudiar Comunicación Social y Periodismo en Buenos Aires. En una salida fuimos al tradicional coliseo Luna Park, donde se presentaban los Trotamundos de Harlem, el equipo de baloncesto norteamericano que se dedica a hacer show con clavadas espectaculares y otras jugadas increíbles. En medio del espectáculo, pidieron la ayuda de alguien del público y preciso me eligieron. Debía permanecer quieto mientras jugaban a mi alrededor, después me alzaron y me lanzaron de un lado a otro, como si yo fuera el balón... Las 10.000 personas del público estaban muertas de la risa mientras yo hacía el oso. (Las mejores anécdotas de Esperanza Gómez)

En Los Ángeles, en plena concentración de la Selección Colombia en el Mundial de Estados Unidos, decidimos irnos una noche a Las Vegas, otra vez con Adolfo Pérez. Al plan se nos unieron el periodista César Augusto Londoño y el técnico de la Selección en ese momento, Pacho Maturana. Jugamos en los casinos hasta el amanecer, yo fui el único que ganó algo de plata y nos devolvimos en avión para llegar a desayunar y que no nos pillaran. Eran otras épocas…

Siempre llevo a mi mamá a los Mundiales, y en Francia 98, en un partido en el Stade de France Saint Denis, se me perdió. Yo estaba en el palco de prensa y ella, que ya era bastante mayor y no hablaba francés, sola en una tribuna. Y se embolató a la salida: la esperé en la misma puerta que la dejé, pero nunca llegó. ¡Qué susto! Haciéndose entender por señas, logró que un señor árabe la acompañara hasta donde un grupo de colombianos, quienes finalmente la ayudaron a llegar a nuestro sitio de encuentro, después de más de tres horas de angustia.

Trabajando para Radio Tequendama, me enteré de que Juan Gabriel se iba a presentar en Venezuela y que, a pesar de estar tan cerca, no vendría a Colombia, país que jamás había visitado. En ese momento, él no era muy conocido acá, pero yo igual hablé con la casa disquera que lo representaba y logramos traerlo a Bogotá, para un concierto en el teatro Jorge Eliecer Gaitán, en ese entonces llamado Teatro Colombia. Yo organizaba festivales en colegios y universidades y, como sabía que Juan Gabriel aún no tenía mucho reconocimiento, llamé a los rectores para que invitaran a sus alumnos, y el teatro se llenó de bachilleres y universitarios. Así, la primera presentación de Juan Gabriel en Colombia, con mariachis incluidos, fue todo un éxito. (Las camisetas más valiosas del Tino Asprilla)

Eso de meter mis propias frases durante los partidos y repetirlas para que a la gente se le quedaran grabadas se me ocurrió por la época del Mundial de Italia 90. Resulta que Caracol Televisión y todas las programadoras OTI me invitaron a transmitirlo por televisión. Sin embargo, la gente acostumbraba quitarle el volumen al televisor para escuchar la emoción del narrador de radio. Decidí, además de las frases que esperaba generaran recordación, transmitir con más velocidad, ritmo, alegría e incluirle música a la narración, para que el público se enganchara. Ahí surgieron algunas de mis frases más recordadas, como “la bola va rondando y el tiempo va pasando…”, “mucho toque-toque y de aquello nada” , “¡no me diga más!”, “qué bueno que están con nosotros” y “esta noche que no me esperen en la casa”.

Después del 5-0 no pude celebrar, porque al día siguiente viajé a Bogotá a las 4:00 de la mañana. Tenía que llegar rápido para volver a narrar el partido por el Canal 11, que lo retransmitió. Igual, recuerdo muchísimo el ambiente en el estadio y la fiesta que se armó en el hotel: estaban jugadores, cuerpo técnico, políticos (Andrés Pastrana y Samuel Moreno, entre otros), periodistas y aficionados cantando y bailando. Fue el contraste más increíble, después de la tensión que vivimos antes del partido, cuando casi acaban a piedra el bus de la Selección. Finalmente, los argentinos, comenzando por Maradona, terminaron aplaudiéndonos y toda Colombia, celebrando.

Cuando el Tino Asprilla estaba en el Parma de Italia, fuimos con Adolfo Pérez a entrevistarlo. Él estaba en ese momento en el ojo de la prensa porque se comentaba que estaba saliendo con una mujer que trabajaba en un night club. Al día siguiente, nos invitó a comer y no pudimos estar tranquilos por la cantidad de admiradores que le asediaban. Al amanecer, estábamos listos para cubrir el entrenamiento del Parma. Todos los jugadores llegaban elegantes, vestidos impecablemente y listos para cambiarse, menos el Tino, que venía fresco en sudadera y manejando el bus del club. El Tino siempre fue descomplicado.

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